Comportémonos todos como si estuviésemos contagiados con el virus

Una persona en el Metro de Santiago. FOTO: Agencia Uno

No cabe duda que el Covid-19 es muy contagioso y que es altamente probable que un porcentaje alto de la población chilena nos contagiemos, un 70% según las autoridades, tal vez más. Sabemos que no tiene cura, que el tratamiento tiene como objetivo el manejo de síntomas, y que puede ser letal para un grupo de la población, fundamentalmente para adultos mayores y personas que tienen enfermedades crónicas y otras condiciones de salud. Esas son algunas de las certezas que tenemos. Es urgente que evitemos nuevos contagios.

Las recomendaciones para reducir el contagio son conductas que debemos adoptar. Estas incluyen desde lavarse las manos a quedarse en los hogares y limitar el contacto con otras personas. ¿De qué manera promovemos que las personas adopten estas conductas?

En la literatura en psicología se han identificado factores psicológicos, sociales y contextuales que contribuyen a explicar porque las personas adoptan o no conductas de salud. La evidencia en psicología de la salud muestra que las personas que se sienten en mayor riesgo a contraer el virus (susceptibilidad) y consideran que es una enfermedad grave y pone en riesgo su salud (severidad), tienden adherir más a estas medidas.

También sabemos que en general, son mujeres y personas mayores quienes adhieren más a estas conductas, las primeras por las labores que típicamente desarrollan en el hogar y porque tienden a asumir con mayor frecuencia el cuidado de otros, y los segundos porque reconocen un mayor riesgo asociado con el contagio. El incumplimiento de la cuarentena reportado en algunos casos en nuestro país se debe a que la persona no sienta síntomas o que estos sean leves, y por tanto, el Covid-19 no sea reconocido como una enfermedad grave o seria para su salud. Pero probablemente también porque parece que hemos transmitido que es una enfermedad contagiosa pero no la gravedad que tiene.

La mayoría de estos casos (si no todos) son de personas que llegaron del extranjero a Chile y a quienes se les recomendó cuarentena por presentar síntomas o haber estado en uno de los países con mayor tasa de contagio. Al parecer a los casos identificados en el aeropuerto se les hizo más bien una “recomendación de cuidado”, para luego dejarlos partir a sus casas. Esto no incluyó seguimiento de la cuarentena, clave para evitar nuevos contagios.

El desafío que tenemos es que todos reconozcamos estar en riesgo de enfermar y mostrar que pese que algunas personas tienen un bajo riesgo de enfermar gravemente, sí podrían convertirse en vectores de contagio para grupos más vulnerables. Debemos visibilizar que estas acciones buscan proteger a otros miembros de nuestra sociedad y a nuestros seres queridos. Los mensajes dirigidos a quienes perciben menor riesgo para su salud (jóvenes) deben ser diferentes, y reconocer que son menos propensos a modificar sus conductas.

Personas de niveles educacionales más altos adoptan estas recomendaciones en tasas más altas, ya que por ejemplo, el teletrabajo es más factible de realizar para personas de grupos sociales aventajados, que cuentan con la implementación necesaria para realizarlo y por los tipos de trabajo que desempeñan. Pero resulta casi imposible para grupos más vulnerables. Para personas con empleo informal o por cuenta propia, adoptar estas conductas tienen un costo financiero significativo y constituye una barrera importante para hacerlo. Ellos necesitan seguridad financiera para poder adherir a estas medidas.

Las diferencias en los espacios en donde el confinamiento se debe realizar y cuán fácil es acceder a suministros básicos, son otras barreras importantes que dificultan que las personas se queden en sus casas por períodos más prolongados. Las diferencias en adopción y adhesión de conductas reflejan desigualdades sociales, que tienen que ser reconocidas y abordadas. Una atención especial tenemos que tener respecto de personas que cuidan a enfermos crónicos, que van a requerir apoyo y asegurar que sus seres queridos cuenten con los fármacos necesarios y atención de salud en caso de emergencia. Si bien en Chile parece que personas de grupos más aventajados son quienes parece no haber adoptado las conductas de riesgo, el aumento en el teletrabajo y personas que han limitado sus salidas, sugiere que es un grupo más bien reducido. Pero sin duda para ellos el riesgo percibido para su salud del Covid-19 parece ser menor.

La epidemia de Sars mostró que la confianza en las autoridades es clave para la adopción de estas conductas. La legitimidad y transparencia, además de razones culturales, permitieron a Corea del Sur y otros países implementar estas conductas de manera efectiva. La transparencia, claridad en los mensajes son esenciales. Para eso en comunicación de crisis, las vocerías deben darse de forma regular y planificada por alguien en la cual la ciudadanía confíe. La adopción de estas conductas depende de quien y cómo las comunique. Sabemos que las personas van a buscar información (es un mecanismo para manejar la ansiedad asociada y reducir la incertidumbre), pero la falta de confianza en las autoridades, la entrega de información no clara, y las controversias entre distintos miembros de la sociedad, motiva a las personas a buscar otras fuentes de información que pueden o no ser confiables.

Finalmente, la legitimidad también depende de las conductas que las autoridades y todos aquellos quienes tienen un rol de liderazgo en la sociedad adopten. Ellos deben transmitir la importancia de adoptar estas conductas y ser un ejemplo. La manera cómo comunicamos la crisis, y cómo nos comportamos es información que reciben las personas respecto de la gravedad de la crisis y la relevancia de las medidas propuestas. Autoridades, líderes de opinión, también tienen que adoptar estas medidas, no solo para algunas personas.

Por esta razón, las entrevistas presenciales en los medios para explicar anuncios y medidas que se implementan; la presencia en matinales y otros medios; los viajes fuera de Santiago, entre otros, confunden y es probable que contribuyan a percibir que contagiarnos de este virus y que tal vez no sea tan urgente reducir el contacto con otras personas. Lo mismo respecto del uso de mascarillas y la distancia entre las personas. Tenemos que comportarnos todos como si estuviésemos contagiados y adoptar conductas para evitar que otros se enfermen. Solo de esta manera podremos contribuir a aplanar la curva de contagio en Chile.

* Psicología Pontificia Universidad Católica de Chile y Cigiden

Escrita en conjunto con Margarita Bernales, Enfermería Pontificia Universidad Católica de Chile y Manuel Ortiz, Psicología Universidad de la Frontera

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