Por qué estas zapatillas después de casi 50 años se niegan a pasar de moda
Las Old Skool de Vans, diseñadas en 1977 para los skaters californianos, vistieron a la contracultura norteamericana de esos años. En tiempos pesimistas y automatizados, hoy son un nostálgico símbolo de rebeldía e inconformismo.
“No hay futuro”, cantaban desde Londres los Sex Pistols, en 1977. El mismo año, pero en California, un emprendimiento de zapatillas, popular entre los skaters, lanzaba su modelo 36: un calzado con suela de goma y borde reforzado, ideal para soportar el rigor de las tablas, que añadía por primera vez una banda decorativa en sus costados. Se conocieron como las Old Skool, el producto más icónico de Vans, que hoy tiene otra reinvención.
“No hay futuro”, gritaba Johnny Rotten, y no se equivocaba. Casi cincuenta años después, ante la falta de esperanzas y prospectiva, seguimos aferrándonos a los símbolos de un pasado que nos parece más enérgico y valiente. Como el rock contestatario de esos años. Y las zapatillas que usaban esos rockeros.
Hoy se venden poleras de Sex Pistols en el retail y Vans es parte una multinacional, pero el aura de estos productos, genuinas expresiones contraculturales de su tiempo, no se agota con los años ni menos con el marketing. Al contrario: sin nuevas manifestaciones rezongonas que desafíen el status quo, las canciones y la moda de esa época, con el tiempo, acumulan todavía más valor simbólico.
Así se entiende que Vans insista en relanzar su modelo Old Skool, unas zapatillas a punto de cumplir medio siglo de antigüedad que, en su perfecta sencillez, diseñadas en su momento para satisfacer las necesidades de melenudos skaters californianos, resultaron inmunes a las tendencias y las décadas.
Vans LX Old Skool: la nueva vida de un clásico
¿Por qué será que las prendas creadas para un uso muy específico —los jeans, hechos para los mineros; los bototos, para los soldados; las gorras, para beisbolistas; o las Vans, para skaters— luego son capaces de volverse tan universales?
Quizá justamente por eso: la transparencia de sus intenciones, lo utilitario de su confección y la limitada ambición de sus diseños, al mismo tiempo audaces —pues buscaban resolver una necesidad puntual— como poco pretensiosos, les abrieron el camino a la inmortalidad.
Eso ocurrió con las Vans #36, luego conocidas como Old Skool: de los pies de patinadores legendarios, como Stacy Peralta o Tony Alva, pasaron rápidamente a los de punks californianos —Circle Jerks o The Germs— para volverse, durante los ochenta, en el calzado oficial de la escena alternativa de la west coast.
Fueron las primeras en llevar la silueta blanca en los costados, esa línea parecida a una montaña o una ola —¿o será una rampa de skate?—, que el fundador de la marca, Paul Van Doren, decidió incluir basándose en sus propios dibujos. Una banda sin mayor significado, experimento impulsivo que se convirtió, desde entonces, en el sello inconfundible de la compañía.
Desde entonces, el modelo ha sido adoptado por todo tipo de modas y movimientos, desde el hardcore y el nü metal de mediados de los noventas, hasta el hip hop de la década pasada, mientras se volvía masivo y transversal para todo tipo de looks.
Una versión premium y actualizada
Para mantenerlo en ese lugar atemporal, Vans acaba de renovar estas zapatillas. Las LX Old Skool mantienen su eterno diseño pero actualizan sus materiales.
Los reforzamientos de cuero, una de las principales innovaciones del modelo de 1977, ahora son de una calidad superior, que entrega mayor durabilidad y resistencia. El cuello de las zapatillas, que históricamente causó tantas heridas en algunos talones y tobillos, ahora es acolchado, mucho más cómodo desde el primer día de uso.
La tradicional suela de caucho con patrón de waffle, pensada en su momento para dar agarre a la tabla, se mantiene. Pero ahora añaden una nueva plantilla, la Sola Foam ADC, un material más sostenible que, según Vans, proporciona “un 30% más de comodidad”, y una amortiguación duradera.
Difícil saber si es un 30% o un 24% o un 33%, pero sí es cierto que estas Vans no se sienten como Vans: un poco más altas y acolchadas, no causan ese cansancio en la planta del pie que aparecía con los modelos clásicos tras caminar algunas horas.
Su base con mayor altura, que también destaca a la vista, la hace más cómoda y simultáneamente más vintage. Como es lógico, la marca se refugia en esta idea, la de la nostalgia, para promover la nueva iteración de las Old Skool. Con el horizonte actual, saturado de robots que se roban la creatividad humana y de dictadores disfrazados de demócratas, se hace difícil culparlos. Con este futuro, todo pasado fue mejor: más genuino, rebelde y esperanzador.
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