Columna de Marisol García: Sigues dando vueltas

VINILO
Columna de Marisol García: Sigues dando vueltas

Desde que hacia 2007 se decretó como un hecho “el revival del vinilo” (el hito tiene hasta su propia entrada en Wikipedia), la tensión entre hábitos y formatos de escucha —que si en el teléfono o el computador, que si Spotify o YouTube, que si vuelve o no el cassette— constituye una tendencia cultural en sí misma.



No esperaría uno que una revista como Billboard, tan alejada del proselitismo, fuese acusada alguna vez de fake news, pero es lo que ha sucedido esta semana con una comentada nota sobre cambios en el negocio de la venta de discos. La publicación mostró el lunes, como parte de un reporte mayor sobre tendencias de la industria de la música en Estados Unidos, que la venta de vinilos ha caído significativamente durante este año, con un 33% menos de títulos en ese formato que en el mismo período del año previo (considerando catálogo y novedades). También las ventas de CD irían a la baja, aunque con menor rapidez.

Fue cosa de copiar, pegar, viralizar y teorizar. En cosa de horas, la hipótesis dominante para explicar la estadística era que la industria musical había terminado por matar a su gallina más rentable, con precios inflados de venta a público, y la promoción de ventajas técnicas, al menos, discutibles. Hemos normalizado comprar discos a 40 dólares, y el desahogo al respecto es una pausa de sensatez. En redes, incluso, aparecieron quienes se jacataban de haberse reconciliado con su viejo iPod.

Tienda de discos / vinilo
Tienda de discos / vinilo

Avanzada la semana, fue quedando en claro que Billboard había cometido un error de precisión. El modo en el que ahora se mide la venta de discos no es el mismo de 2023, salió a aclarar la compañía que nutre de datos a la revista (Luminate), por lo que comparar ambos años resulta equívoco. Como sea, el debate quedó encendido. Desde que hacia 2007 se decretó como un hecho “el revival del vinilo” (el hito tiene hasta su propia entrada en Wikipedia), la tensión entre hábitos y formatos de escucha —que si en el teléfono o el computador, que si Spotify o YouTube, que si vuelve o no el cassette— constituye una tendencia cultural en sí misma. Acaso la estadística más graciosa al respecto sea la que el año pasado certificó que un cincuenta por ciento de quienes compran vinilos en Estados Unido admite no tener un tocadiscos en el que escucharlos.

Antes sordos, que sencillos.

Cada nuevo anuncio de reediciones en vinilo se informa con una pompa digna de mejor causa. Solo este mes, han sido noticia una edición ampliada del alabado Selected Ambient Works Volume II de Aphex Twin con motivo de su 30 aniversario, los valses completos de Chopin en versión de Stephen Hough en cinco discos del sello Hyperion, o lo que sea constituya la “edición dorada” para el disco homónimo de 2017 de Shakira (70 euros, por si acaso).

Bajo la excusa de aniversarios, nuevo diseño o incorporación de rarezas, la oferta es incesante, y a veces llega a precios de tres cifras (en dólares). Pero el negocio de la música no va sobre envoltorios, ni su salud se mide por diseños de punta. Como ha escrito el inagotable Ted Gioia sobre este asunto, “la codicia no consigue llegar a los ránkings”. Un auditor deslumbrado por adornos no es un buen auditor.