Culto

Crítica de discos: Morat y Benson Boone son desechables; Queen es eterno

Las novedades discográficas de la semana trepan en la acelerada carrera de Benson Boone y Morat, mientras que una trayectoria legendaria y de largo plazo como Queen se mantiene incólume.

Crítica de discos: Morat y Benson Boone son desechables; Queen es eterno

*Benson Boone - American heart

Como si se tratara de un clavado de los que practicaba en la secundaria -de ahí los saltos acrobáticos en Lollapalooza Chile 2025-, Benson Boone se ha lanzado inmediatamente al sucesor del exitoso debut Fireworks & rollerblades, publicado en abril del año pasado. La estrella pop apadrinada por Dan Reynolds, el líder de Imagine Dragons que lo fichó en su sello, va por el segundo título, que suele ser una prueba compleja si el debut cosechó ventas y buenas críticas.

American heart, presentado en plataformas bajo la influencia de Bruce Springsteen y “el rock de raíces”, es un disco apresurado en todo sentido, que sitúa al artista en un contexto extraño para su edad, de apenas 23 años. En menos de un lustro desde que pasó de estrella de Tik Tok a giras internacionales, pretende una narrativa sobre la cultura estadounidense con cobertura romántica azucarada, en un fondo musical pop de raíz ochentera.

A ratos, es como escuchar una larga pieza musical de Glee, subdividida en distintos movimientos. Benson Boone es un gran intérprete, emotivo, con momentos logrados como ocurre en el estribillo de Momma song, una composición orquestada atemporal y majestuosa que recuerda a Lewis Capaldi. El resto de American heart carece de peso, con un manejo de las formas que lamentablemente arroja sus dotes vocales a un saco sin fondo musical, que resuena a pálidos rebotes de un pop maquinado hace 40 años.

*Queen - Heavy

Sólo un puñado de bandas, muy pocas, han experimentado con tal habilidad, gracia y éxito comercial, la incursión inquieta en distintas líneas del vasto catálogo del rock clásico, como lo hizo Queen. En junio, Brian May y Roger Taylor publicaron recopilatorios clasificados en Heavy, Epic y Riffs.

El primero cuenta con un valor arqueológico extra, al subrayar la influencia de la monumental banda británica en el metal, mediante títulos que han sido públicamente venerados y versionados como el protothrash de Stone cold crazy, por cuenta de Metallica. La curatoría remueve piedras angulares como Ogre battle de Queen II (1974), entre el metal, el prog y la ópera rock en apenas cuatro minutos, y Sheer heart attack, grabada en 1974 y publicada en 1977 en News of the world, con temprana propulsión punk rock, cortesía de Roger Taylor en bajo y guitarra.

La sabática Son and daughter y Liar, del debut Queen (1973), son víctimas de una remezcla que favorece impúdicamente a la batería y otras mejoras de gruesa intervención. La machacona White man de A day at the races (1976), que aborda los padecimientos de los nativos de Norteamérica a manos de los colonos blancos, transmite la pena infinita del maltrato. La acelerada Dead on time de Jazz (1978) es una canción de metal sin dobleces, y lo mismo se puede decir de la poderosa The Hitman de Innuendo (1991), el álbum grabado bajo difíciles condiciones por la salud de Freddy Mercury. Una selección inapelable.

*Morat - Ya es mañana

Morat tiene rasgos de enclave del pasado resistente a la modernidad, al representar al viejo pop rock en su faceta más comercial, en tanto reitera el poder de Colombia como la gran factoría de la música popular sudamericana en lo que va del siglo.

Este quinto título de una banda cuyos integrantes promedian 30 años, se deja llevar entre nostalgias al por mayor en la mayoría de los temas; algunos más explícitos como la historia de un amor insuperable de hace dos décadas contenida en Dos mil y algo, y MTV con sus citas a la cultura pop local en el cambio de milenio -”pegado a Shakira en MTV (...), mañana madrugamos porque corre Montoya”-. La idealización del pasado -”con la edad, la melancolía se me nota al recordar, cuando Bogotá era nuestra un viernes por la noche”, según el corte homónimo-, se adapta siempre al romanticismo con perfil de canción central de una telenovela.

Sus personajes no son tipos cancheros sino de corazón adolorido, enfundados en cuadraturas de new wave con filtros sónicos del momento. La música de Morat sigue transcurriendo a paso firme mezclando retromanía en una producción fría y calculada como aviso publicitario, destinada al éxito y la demanda de una generación que encuentra en el cuarteto colombiano una serie de códigos reconocibles, efervescentes, e irremediablemente desechables, como una versión latina tardía de los Jonas Brothers.

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