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Inclusión de examen de reserva ovárica en Fonasa reabre debate sobre la crisis de natalidad

Con la tasa de fecundidad más baja de su historia, la incorporación de una prueba clave en la salud reproductiva marca un avance en el acceso a diagnósticos de fertilidad, en un país donde la maternidad se posterga y los tratamientos siguen siendo un lujo para muchos. Aquí, especialistas discuten y proponen caminos para enfrentar esta tarea país.

Chile tiene actualmente la menor tasa de fecundidad de su historia. Entre los múltiples factores que explican este fenómeno destaca la postergación de la maternidad más allá de los 30 años, una etapa en la que comienzan a surgir diversas barreras para concretar un embarzazo. A esto se suma la complejidad de los tratamientos de fertilidad y sus altos costos.

Se trata de caminos largos, sin fórmulas infalibles, marcados por la frustración, la culpa, el desgaste emocional y, muchas veces, también la inestabilidad.

“El bolsillo aprieta, consume tu vida. Hablamos de la fertilidad como una metástasis: se infiltra en tu trabajo, en tu relación de pareja. Es una apuesta”, comenta Fiorella Squadritto, quien tardó siete años en convertirse en madre tras someterse a distintos tratamientos.

Hoy, como cofundadora de la Fundación Fenn, acompaña a otras parejas y visibiliza la infertilidad como uno de los temas clave para comprender esta realidad país. Por eso, ella y su comunidad celebran el reciente ingreso del examen de la hormona antimulleriana (AMH) al Fondo Nacional de Salud (Fonasa).

“La fertilidad se convierte en una metástasis: invade tu vida, tu trabajo, tu relación”, dice Fiorella Squadritto, madre tras siete años de tratamientos.

Desde el 17 de marzo ya se puede solicitar la medición de AMH; en otras palabras, medir la cantidad de óvulos que tiene una mujer.

Al estar dentro de las prestaciones con código, permite reducir en un 50% su precio, pasando de $46.890 a $23.440 por parte del paciente, reduciendo el gasto del primer acto fundamental para tomar decisiones.

Al ser un indicador clave de la capacidad reproductiva de una mujer, su adhesión en la oferta de prestaciones es vista con buenos ojos por especialistas. “Va a ser siempre un aporte desde la perspectiva de ir mejorando el acceso a la posibilidad de un tratamiento de fertilidad”, explica Sara Parada, directora de la carrera de obstetricia en la Universidad Andrés Bello.

Parada enfatiza que el examen no es un fin en sí mismo, sino el punto de partida dentro de un abordaje integral que debe contemplar a la pareja, no solo a la mujer, que después de los 35 años presenta una baja en la reserva ovárica.

“La infertilidad no se asocia únicamente al factor femenino. Siempre los estudios tienen que partir por pareja”, recalca, frente a un estigma que recae injustamente sobre ellas.

Sara Parada, directora de la carrera de Obstreticia en la Universidad Andrés Bello, propone educación, equidad en el acceso y redes de apoyo como claves para abordar la baja fecundidad. Javier Torres Lantadilla

Entendiendo la infertilidad

A partir del resultado de la hormona antimulleriana, se puede predecir cómo respondería el cuerpo femenino a una estimulación ovárica en tratamientos como la fertilización asistida. Posteriormente, la evaluación de otros factores clínicos conforman un proceso más amplio.

En retrospectiva, Chile ha implementado exitosas políticas de planificación familiar y control de la natalidad, lo que ha permitido registrar las cifras más bajas de embarazos adolescentes entre 2017 a 2023.

“Se hicieron grandes campañas de anticoncepción, pero nunca se abordó con igual fuerza el tema de la pro-fertilidad”, dice el doctor Ricardo Pommer, jefe de la Unidad de Medicina Reproductiva de Clínica MEDS y expresidente de la Sociedad de Obstetricia y Ginecología de Chile.

Pommer, quien junto a su comunidad han advertido desde hace dos décadas la crisis de baja fertilidad, ve como alarmante el panorama actual, donde Chile registra entre 1,1 y 1,2 nacidos vivos por cada dos personas, una cifra muy por debajo del umbral de reemplazo poblacional, donde el mínimo debería ser 2 nacidos por pareja. “Es un desastre. Y si no fuera por la población migrante, estaríamos aún peor”, advierte Pommer.

Especialistas valoran el nuevo examen AMH en Fonasa, pero advierten que aún queda mucho por hacer para garantizar igualdad de oportunidades reproductivas.

La clave, según el especialista, está en entender que la maternidad tiene una ventana fértil limitada, especialmente para las mujeres: “No somos iguales. El hombre puede ser fértil por más tiempo, pero la edad de la mujer sí es determinante”.

Aquí hay que detenerse a comprender la infertilidad. Fiorella Squadritto señala que esta no distingue por género, orientación sexual, estado civil o nivel socioeconómico, y que a la hora de un proyecto de familia no debe verse como algo individual. “Es fundamental visibilizar que este diagnóstico requiere una mirada integral”, precisa.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la infertilidad afecta al 17,5% de la población mundial, lo que según estudios de la Fundación Fenn equivale a más de 250 mil mujeres en Chile en edad reproductiva.

Fiorella Squadritto, cofundadora de la Fundación Fenn, explica que la infertilidad es un problema de salud pública que necesita una ley que garantice diagnóstico y tratamientos integrales.

En junio de 2024, dicha organización realizó el estudio “Las Voces de las Pacientes”, donde encuestó a más de 1.300 mujeres chilenas que enfrentan la infertilidad.

Entre los hallazgos más relevantes se encuentra que la baja reserva ovárica es una de las principales causas de infertilidad diagnosticadas, especialmente en mujeres mayores de 35 años.

Por el lado masculino, inciden factores como la mala calidad del semen, ausencia de espermatozoides y alteraciones genéticas.

Muchas mujeres se enfrentan a la infertilidad sin saberlo hasta que ya es más difícil lograr un embarazo. “Un óvulo de 20 años tiene un 25% de probabilidad de éxito; uno de 40, apenas un 5%”, explica Ricardo Pommer.

Endometriosis y otros factores

El paso del tiempo no es el único factor en la infertilidad. Otro es la endometriosis. Una enfermedad crónica, benigna y compleja, que afecta a muchas mujeres en edad fértil y que se caracteriza por la presencia de tejido endometrial que recubre la parte interna del útero, en otros órganos del cuerpo, como los ovarios, el peritoneo o incluso el intestino. Este tejido responde al ciclo hormonal, pero al estar fuera del útero, genera inflamación, dolor y, en muchos casos, infertilidad.

La endometriosis, presente en hasta el 40% de las parejas con infertilidad, sigue siendo poco diagnosticada en Chile.

Hugo Sovino, ginecólogo especialista en medicina reproductiva y especialista en la enfermedad, aclara que se estima que podría afectar a unas 400 mil mujeres en el país. “La endometriosis está presente en un 30 a 40% de las parejas que consultan por infertilidad”, enfatiza, lo cual se define como la imposibilidad de lograr un embarazo tras 12 meses de relaciones sexuales sin métodos anticonceptivos.

Sovino considera que se habla de fertilidad “con mucha ligereza”, cargando de estigmas a la mujer. “No se entiende bien que la infertilidad no es solo femenina”.

En el caso de las mujeres, existen múltiples factores: alteraciones en las trompas, problemas uterinos, endometriosis, baja reserva ovárica, trastornos en la ovulación, entre otros. Cuando se suman más de uno, la dificultad aumenta. “En consulta, uno comparte con las parejas esa angustia, ese duelo constante. Es una situación muy dura”.

“Ser madre no es solo un deseo, es también una responsabilidad social que el Estado ha invisibilizado”, recalca el doctor Ricardo Pommer al destacar la ventana fértil femenina.

Precios inaccesibles para todas las familias

La postergación del embarazo por razones profesionales o personales ha hecho que aumente el número de mujeres que deciden preservar su fertilidad al congelar óvulos en edades más fértiles.

Cuando se agotan las opciones, también está el tratamiento in vitro. Se trata de un proceso de fecundación hecho en laboratorio, cuyo costo puede ascender a $8.000.000 de pesos, lo cual resulta “financieramente inalcanzable para la gran mayoría de las familias”, según Squadritto, tan solo considerando que un sueldo mínimo llega a conseguir ese monto en aproximadamente 14 meses de trabajo sin considerar los gastos diarios.

Sovino enfatiza que los tratamientos son costosos, sobre todo cuando se incorporan tecnologías de punta. Con acceso principalmente en Santiago, se cuentan con laboratorios de última generación, con incubadoras avanzadas y software de inteligencia artificial, orientados a mejorar las tasas de éxito.

“Evidentemente, eso encarece los procedimientos”, complementando que solo el valor de las hormonas necesarias para la estimulación ovárica puede oscilar entre los 2 y 3 millones de pesos. A eso se suma la extracción de óvulos, la fertilización, el seguimiento clínico y, muchas veces, más de un intento.

Congelar óvulos en edades fértiles surge como alternativa frente a los altos costos del tratamiento in vitro.

La cofundadora de Fundación Fenn agrega que, si bien existe la cobertura estatal para tratamientos de fertilidad, incluyendo Inseminación Intrauterina (IIU) y Fertilización in vitro (FIV), esta es limitada y se ofrece en dos modalidades.

Una es la Modalidad de Atención Institucional (MAI), para parejas heterosexuales que, tras cumplir ciertos criterios de inclusión, acceden a tres inseminaciones artificiales en el servicio público y a un ciclo de fecundación in vitro. Los usuarios de Fonasa B, C y D pueden acceder a la compra del Plan de Atención de Fertilidad (PAD), que cubre tres inseminaciones anuales en centros en convenio y dos ciclos de fecundación in vitro a lo largo de su vida.

Dichos tratamientos disponibles en FONASA no son inmediatos ni efectivos, requieren exámenes, diagnósticos, ecografías, y muchas veces varios intentos fallidos. “Muchos se desencantan tras el primer fracaso, sobre todo cuando ya se superaron los 35 años, y las posibilidades son más bajas”, señala Sara Parada.

El doctor Hugo Sovino considera que se habla de fertilidad “con mucha ligereza”, cargando de estigmas a la mujer.

Para quienes sí pueden costear estos tratamientos, recae un umbral de incertidumbre a la hora de esperar la efectividad de la intervención. Por ejemplo, Pommer relata que hay un momento del tratamiento que pocos comprenden en su real dimensión: la llamada betaespera. Es ese periodo de dos semanas entre la transferencia embrionaria del tratamiento in vitro y el resultado del test de embarazo.

La espera comienza tras una serie de etapas intensas como la punción ovárica, la esperanza de que los óvulos extraídos sean maduros, el anhelo de que fecunden, que sobrevivan al laboratorio, que sean estructural y genéticamente viables. Y luego, el acto final: la transferencia.

Los embriones transferidos miden 150 micrones, los cuales no son visibles a simple vista, mientras que en dicha espera no hay síntomas certeros ni señales confiables que anticipen el resultado. Una espera donde no existen licencias médicas ni herramientas para aliviar la angustia común de las familias.

Si en dicho intento no resulta, aparecerá la culpa. Frases como ‘me estresé’, ‘me moví demasiado’, ‘algo hice mal’ aparecen, a pesar de no tener fundamento clínico dice Pommer. Muchas mujeres se enfrentan en soledad a su pena.

“La maternidad no está respaldada por políticas públicas reales”, señala la obstetra Sara Parada, quien llama a una red de apoyo efectiva. Rudy Munoz

Hacia una ley integral de fertilidad

Para Sara Parada, el problema no está solo en la medicina reproductiva, sino en cómo el país concibe la maternidad. “No hay una corresponsabilidad real. Ni en la crianza, ni en las condiciones laborales, ni en la salud”, defiende. Si bien valora avances como el postnatal de seis meses o la ley de pensión de alimentos, “aún estamos lejos de tener una red de apoyo efectiva”.

En año electoral, los candidatos deberán abordar este tema con la profundidad y urgencia que merece. “La maternidad se ha invisibilizado. Y mientras no exista una política pública que acompañe con decisión a quienes desean tener hijos, la baja natalidad seguirá siendo un problema sin respuesta”, dice la obstetra.

Fiorella Squadritto de Fundación Fenn relata que han impulsado una ley de fertilidad integral, como ocurrió en junio de 2024, cuando la senadora Paulina Núñez (RN) junto a un grupo transversal de parlamentarios presentaron tres propuestas de ley que buscan abordar los problemas de infertilidad al Ministerio de Salud.

La senadora Paulina Núñez impulsó una ley de fertilidad en 2024 que exige cobertura estatal para los tratamientos. KARIN POZO/SENADO

“Chile está muy por debajo del número de ciclos de tratamiento que debiera ofrecer según los estándares internacionales”, señala Squadritto, tomando en cuenta que países vecinos, como Argentina o Uruguay, han avanzado en el tema, mientras que en la Unión Europea la reproducción asistida está ampliamente cubierta.

Hugo Sovino considera que desde el punto de vista de las políticas públicas, sería ideal implementar programas de preservación de fertilidad, como que una mujer joven pueda congelar sus óvulos si desea postergar la maternidad. “Esto es mucho más económico que un tratamiento de fertilización in vitro completo”, proyecta.

Los entrevistados valoran que el país cuenta con una buena base profesional y técnica en medicina reproductiva. Pero para que esto tenga un impacto nacional, no basta con tener excelentes especialistas, centros bien equipados o experiencia acumulada. “Necesitamos voluntad política y social para ampliar el acceso”, argumenta Sovino.

Ante este desafío colectivo, Ricardo Pommer también fija su atención en la discriminación cultural que existe hacia las mujeres que buscan ser madres. “Falta una política pro-familia real, no solo en salud, sino también en el mundo laboral y educacional”, relata.

“Ser madre no es solo un deseo: es una responsabilidad social. Pero en Chile no hay ningún beneficio estatal concreto asociado a la maternidad: ni en ropa, ni en alimentos, ni en medicamentos”, manifiesta, y sentencia que hay que mirar el problema de manera integral, no solo culpando al Estado, sino entenderlo como un esfuerzo conjunto del mundo privado, la sociedad civil y también de los hombres, ante una “actitud pasiva frente al tema”, por sobre las mujeres.

Sin beneficios concretos ni incentivos reales, la natalidad seguirá cayendo. Pommer alerta sobre la falta de políticas que valoren la maternidad como un aporte social, no solo individual.

Si la respuesta es afirmativa ante la pregunta “¿Queremos que nazcan más niños en Chile?”, la tarea está en crear las condiciones para que eso suceda, pensando que la natalidad no se trata de aumentar los números por mera estadística, sino pensando en el devenir del país y sus familias.

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