La cuenta regresiva: Kabul sería la primera gran ciudad en quedarse sin agua
Si las cosas siguen como están, la capital afgana se quedará sin el vital recurso para 2030. Johannesburgo y Ciudad de México han estado cerca de crisis similares.
Cincos años para el primer “día cero”. Un informe reciente señala que en 2030, la capital de Afganistán, Kabul, se quedará definitivamente sin agua, convirtiéndose así en la primera gran ciudad en el mundo en perder el abastecimiento de este recurso. La ONG Mercy Corps afirmó esto luego de ver los niveles de las napas subterráneas de la urbe, de seis millones de habitantes, y comprobar un fenómeno del que se culpa tanto a los efectos del cambio climático como a la sobreextracción.
En la última década, el nivel de los acuíferos de Kabul ha retrocedido entre 25 y 30 metros, y la extracción de agua supera la recarga natural en 44 millones de metros cúbicos al año, según el informe publicado en abril de este año. Así, si la tendencia actual continúa, las napas de Kabul se secarán para 2030, lo que representará una amenaza grave para la capital afgana.
Se teme que el agotamiento del agua signifique el desplazamiento de cerca de tres millones de afganos. La situación empeora cuando se considera que Unicef ya prevé hoy que casi la mitad de los pozos subterráneos de la ciudad están secos.
La escasez hídrica en Kabul se ve empeorada por la contaminación: más del 80% del agua subterránea, se cree, no es apta al consumo, siendo alta en aguas residuales, arsénico y salinidad. Para peor, el cambio climático juega un rol clave en la sequía. En los últimos años, se ha observado una reducción significativa de las precipitaciones en todo el país.
“Los tres ríos -el Kabul, el Paghman y el Logar- que abastecen las aguas subterráneas de Kabul dependen en gran medida de la nieve y el agua de deshielo de los glaciares de las montañas Hindu Kush”, señala el informe de Mercy Corps. “Sin embargo, entre octubre de 2023 y enero de 2024, Afganistán solo recibió entre el 45% y el 60% de la precipitación promedio durante la temporada alta de invierno, en comparación con años anteriores”.
Según Assem Mayar, experto en gestión de agua de la Universidad Politécnica de Kabul, este tipo de crisis expone muy bien la división de clase que se vive en la capital afgana. “Los residentes más ricos pueden permitirse perforar pozos más profundos, lo que limita aún más el acceso a agua de los más pobres. Así, la crisis afecta primero a los más pobres”, asegura.
Las señales de esta división son evidentes en las largas filas que se hacen frente a los grifos públicos o a las tomas privadas de agua, afirma Abdulhadi Achakzai, director de la Organización de Formación y Desarrollo para la Protección Ambiental (EPTDO), una ONG de protección climática con sede en Kabul, en declaraciones a la cadena Al Jazeera.
Los residentes más pobres, a menudo niños, se ven obligados a buscar constantemente fuentes de agua. “Todas las noches, incluso tarde, cuando regreso a casa del trabajo, veo niños pequeños con pequeñas latas en las manos buscando agua... parecen desesperados, recogiendo agua para sus hogares en lugar de estudiar o aprender”, comentó Achakzai al medio.
Los expertos locales señalan que hay una combinación de factores detrás de la crisis hídrica: el cambio climático, las fallas de gobernanza y la creciente presión sobre los recursos existentes, en una ciudad que ha crecido, de menos de un millón en 2001, a aproximadamente seis millones en la actualidad.
Dos décadas de intervención militar liderada por Estados Unidos en Afganistán también influyeron en la crisis, ya que obligaron a más personas a mudarse a Kabul, mientras que la gobernanza en el resto del país se vio afectada. Sobre 2030 como un “día cero”, Mayar detalla: “La predicción se basa en la creciente brecha entre la recarga de aguas subterráneas y la extracción anual de agua. Estas tendencias se han observado de forma constante en los últimos años, lo que hace que el pronóstico sea creíble”.
Kabul no es la primera ciudad que se ha visto amenazada, en estos tiempos, por el agotamiento de agua. En febrero de 2018, los habitantes de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, pasaron semanas amenazados bajo el espectro de un futuro agotamiento del recurso. Después de una larguísima sequía, el gobierno local decidió limitar el consumo de agua a 50 litros diarios por persona. Al final, luego de una mezcla de ahorro hídrico y la tan esperada llegada de la lluvia, el gobierno municipal pudo anunciar en julio de ese año que la catástrofe se había evitado.
Ese mismo año, Ciudad de México sufrió una crisis similar, con las reservas de agua de la capital acusando un agotamiento severo. Las noticias llegaron a poner una cuenta regresiva hasta la total desaparición de las reservas hídricas, y camiones empezaron a repartir agua potable en avenidas residenciales. La ciudad de 22 millones de habitantes pudo evitar la catástrofe también, con una lluvia que terminó salvando la situación, que se esperaba se volviera desastrosa en junio.
De todos modos, ambas ciudades están lejos de haber ahuyentado el peligro definitivamente, y las políticas de ahorro de agua siguen. Solo el año pasado, en medio de otra gran sequía, 550 barrios de la capital mexicana tuvieron que, en algún momento, cerrar su suministro del recurso.
Otra ciudad que está teniendo problemas con el agua es la capital de Indonesia, Jakarta. Como muchas urbes costeras, ya sufre el problema del aumento de los niveles del mar y, de hecho, proyectos para trasladar de ubicación la capital han nacido de esta situación.
Además, la metrópolis de 10 millones de habitantes tiene problemas con la distribución de agua potable, porque menos de la mitad de los residentes tiene acceso a ésta. En cambio, la otra mitad se las arregla haciendo pozos ilegales, lo que termina secando los acuíferos subterráneos.
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