Opinión

Alcances del último debate presidencial

Quedó a la vista que la moderación ha sido uno de los ejes de esta segunda vuelta, pero la duda ahora es cuán creíbles resultan estas posturas ante el electorado.

Esteban Felix

El último debate presidencial televisivo antes de los comicios de este domingo entregó una serie de luces acerca de cómo han evolucionado las candidaturas de José Antonio Kast y Gabriel Boric luego de haber triunfado en la primera vuelta en noviembre pasado. Fue evidente que en este debate primó un tono de mesura, sin demasiados episodios de tensión, y donde cada candidato, si bien trató de hacer presente las debilidades de su contendor -Kast poniendo de relieve las múltiples volteretas en que a su juicio ha incurrido el abanderado del Frente Amplio, mientras que Boric enfatizando el retroceso para la sociedad y la democracia que implicaría Kast-, también cada uno buscó transmitir certezas al electorado más de centro. Se confirmó así que el sello que cruzará esta campaña será más bien la moderación, buscando acercar los programas hacia condiciones más realistas, que permitan alcanzar acuerdos en un futuro Congreso donde ninguna de las fuerzas tiene la mayoría.

Es lamentable que no haya sido posible ahondar más en temáticas altamente sensibles para la ciudadanía, como por ejemplo cómo se aterrizará la reforma de pensiones que ambas candidaturas proponen -donde los zigzagueos han sido la tónica, en particular en la propuesta de Apruebo Dignidad-, los temas de seguridad ciudadana y la inmigración, así como de qué manera se avanzará en la agenda de reformas sociales que cobraron particular fuerza luego de los sucesos de octubre de 2019, cuya discusión previsiblemente volverá a reactivarse una vez que se retome con fuerza el debate de la nueva Constitución.

Aun así, es decidor que Boric no tenga problemas en que su programa de gobierno se caratule como “socialdemócrata”, y que en esta ocasión, a diferencia de otros debates, no haya enarbolado el eslogan de “no más AFP”, sino que haya dejado abierta la puerta para que las administradoras sigan existiendo, aunque con roles distintos a los actuales. Kast, por su parte, también se encargó de tomar distancia de aquellas voces dentro de su partido que han sido críticas de la diversidad sexual, e insistió que la propuesta original de rebajar en diez puntos el impuesto a las empresas sería un objetivo para el largo plazo, pero no para una etapa inicial. También fue llamativo que ambos candidatos expresaran admiración por figuras de los “30 años” -Patricio Aylwin, en el caso de Kast, y la expresidenta Bachelet, en el caso de Boric-, un período que ha sido denostado por muchos, pero que ahora parece encontrar un tardío reconocimiento.

Los esfuerzos de moderación son señales positivas para el país, sobre todo cuando los programas en disputa representan visiones de país muy distintas. Por lo mismo, la gran interrogante que flota es cuán creíbles resultan estas posturas ante el electorado, tal que efectivamente sean el reflejo de convicciones y no meras maniobras tácticas. En la medida que más del 40% de quienes votaron en primera vuelta lo hicieron por opciones distintas a Kast y Boric, defraudar las expectativas que se han creado en esta segunda vuelta podría tener efectos en la futura gobernabilidad, ante una rápida pérdida de confianza si en definitiva se insiste en enfatizar posturas más radicalizadas.

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