Columna de Alberto Texido: Mejores puertos, mejores ciudades
Después de años de propuestas, los puertos chilenos siguen enfrentando el desafío de resolver su crecimiento. En un acuerdo mayoritario se ha reconocido ampliamente la urgencia de expandir plataformas y muelles, y al mismo tiempo, la necesidad de reconocer impactos en cada entorno, para resolverlos previamente con mejores diseños y emplazamientos. Esto ayuda no solo a dar respuesta a las transferencias de carga o a la generación de empleos, sino que también produce nuevos beneficios desde estas iniciativas.
En los últimos días, Valparaíso acogió una nueva versión del Seminario Internacional de Ingeniería y Operación Portuaria, espacio en que autoridades, empresas y expertos se encontraron para compartir experiencias y desafíos que se han propuesto resolver.
Esta vez el contexto ha cambiado: la crisis climática, sanitaria y socioeconómica combinadas, con sus propios ciclos, han modificado urgencias, retrasado crecimientos y enlentecido los anteriores pronósticos de colapso, dando lugar al necesario ajuste y replanteamiento, instalando reflexiones que pasaron de ser ajenas a una renovada pertinencia.
En este marco, cabe señalar entonces tres ideas que se han ido generando desde instituciones académicas y ciudadanas.
La primera es reconocer que en el diseño y emplazamiento de un proyecto portuario siempre hay más de una alternativa de solución. Por tanto, pueden regularse más o menos los impactos, anular o potenciar también otras oportunidades de desarrollo, como turismo, espacio público resiliente, cruceros, pesca, defensa, deportes náuticos o la contemplación recreativa.
La segunda es la de aceptar la necesidad de coordinación intersectorial y búsqueda de asociatividad público-privada que complemente los proyectos. Se debe reconocer que en la mayoría de los casos, la oportunidad de elevar estándares urbanos deficitarios o ambientales dañados, está en acompañar las inversiones con porcentajes -estimables entre el 3% y 4% de ellas-, redirigidos hacia proyectos de amortiguación, recuperación y mitigación.
La tercera se refiere a asumir que toda expansión portuaria tendrá impactos, por lo que al decidir emplazamientos siempre será más conveniente intervenir sobre áreas ya impactadas, que cuentan con accesos viales y ferroviarios, única decisión que evitará intervenir bahías naturales, que pueden seguir siendo protegidas, incluso con apoyo de la misma industria.
Estas acciones aportarían a resolver la complejidad urbano-patrimonial de Valparaíso; avanzar en la solución ambiental y urbana de San Antonio; resolver el desafío medioambiental de Quintero o solucionar los accesos en Talcahuano, ciudades portuarias donde, entre múltiples interacciones, podemos ir resolviendo la descarbonización, el déficit de vivienda y la adaptación al cambio climático.
Los tiempos del diálogo se han reiniciado. Las ideas están sobre la mesa y la tendencia global respalda una nueva manera de llevarla a cabo. Se requiere creatividad, generosidad y claridad de objetivos, expandiendo beneficios más allá de un recinto o una tarea única. Tarde o temprano, puerto y ciudad trabajan juntos y se reencuentran.
Por Alberto Texido, arquitecto, consejero del CPI
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