Columna de Alberto Texido: Mejores puertos, mejores ciudades

SAN ANTONIO:  Imágenes del Puerto durante el paro de camiones
FOTO: CHRISTIAN PAVEZ CISTERNA/AGENCIAUNO


Después de años de propuestas, los puertos chilenos siguen enfrentando el desafío de resolver su crecimiento. En un acuerdo mayoritario se ha reconocido ampliamente la urgencia de expandir plataformas y muelles, y al mismo tiempo, la necesidad de reconocer impactos en cada entorno, para resolverlos previamente con mejores diseños y emplazamientos. Esto ayuda no solo a dar respuesta a las transferencias de carga o a la generación de empleos, sino que también produce nuevos beneficios desde estas iniciativas.

En los últimos días, Valparaíso acogió una nueva versión del Seminario Internacional de Ingeniería y Operación Portuaria, espacio en que autoridades, empresas y expertos se encontraron para compartir experiencias y desafíos que se han propuesto resolver.

Esta vez el contexto ha cambiado: la crisis climática, sanitaria y socioeconómica combinadas, con sus propios ciclos, han modificado urgencias, retrasado crecimientos y enlentecido los anteriores pronósticos de colapso, dando lugar al necesario ajuste y replanteamiento, instalando reflexiones que pasaron de ser ajenas a una renovada pertinencia.

En este marco, cabe señalar entonces tres ideas que se han ido generando desde instituciones académicas y ciudadanas.

La primera es reconocer que en el diseño y emplazamiento de un proyecto portuario siempre hay más de una alternativa de solución. Por tanto, pueden regularse más o menos los impactos, anular o potenciar también otras oportunidades de desarrollo, como turismo, espacio público resiliente, cruceros, pesca, defensa, deportes náuticos o la contemplación recreativa.

La segunda es la de aceptar la necesidad de coordinación intersectorial y búsqueda de asociatividad público-privada que complemente los proyectos. Se debe reconocer que en la mayoría de los casos, la oportunidad de elevar estándares urbanos deficitarios o ambientales dañados, está en acompañar las inversiones con porcentajes -estimables entre el 3% y 4% de ellas-, redirigidos hacia proyectos de amortiguación, recuperación y mitigación.

La tercera se refiere a asumir que toda expansión portuaria tendrá impactos, por lo que al decidir emplazamientos siempre será más conveniente intervenir sobre áreas ya impactadas, que cuentan con accesos viales y ferroviarios, única decisión que evitará intervenir bahías naturales, que pueden seguir siendo protegidas, incluso con apoyo de la misma industria.

Estas acciones aportarían a resolver la complejidad urbano-patrimonial de Valparaíso; avanzar en la solución ambiental y urbana de San Antonio; resolver el desafío medioambiental de Quintero o solucionar los accesos en Talcahuano, ciudades portuarias donde, entre múltiples interacciones, podemos ir resolviendo la descarbonización, el déficit de vivienda y la adaptación al cambio climático.

Los tiempos del diálogo se han reiniciado. Las ideas están sobre la mesa y la tendencia global respalda una nueva manera de llevarla a cabo. Se requiere creatividad, generosidad y claridad de objetivos, expandiendo beneficios más allá de un recinto o una tarea única. Tarde o temprano, puerto y ciudad trabajan juntos y se reencuentran.

Por Alberto Texido, arquitecto, consejero del CPI

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