Columna de Luis Larraín: ¿Tendremos nueva Constitución?
Una semana de intenso trabajo ha tenido el Consejo Constitucional. Sus comisiones están votando los artículos que irán al Pleno el próximo miércoles 6 de septiembre, que tendrá un mes para votar el primer texto completo. Como es tiempo de negociaciones, las versiones van y vienen, y se especula acerca de su contenido. Mi impresión es que, pese a versiones interesadas en contrario, ha habido más acuerdo de lo que se preveía. Persisten claro diferencias. Lo lógico es que las distintas fuerzas representadas en el Consejo elijan sus temas prioritarios, pues nadie logrará una Constitución de todo su gusto. Así, habrá que entregar algunos puntos para asegurar otros, como en toda negociación. Posiciones cerradas y muchas líneas rojas no se sostendrán, especialmente si las respaldan un número exiguo de consejeros. En democracia quien tiene más representantes tiene una legítima aspiración a lograr un resultado afín a sus posiciones, pero debe tener la ductilidad para apreciar los límites que no debe traspasar para no espantar a los electores.
La opinión pública tiene un sentimiento en principio desfavorable a una nueva Constitución. Las encuestas muestran hastío con un proceso que lleva ya más de tres años. Muchos se sienten engañados: una nueva Constitución no es el Nirvana que les prometieron. Los problemas cotidianos: inseguridad, deterioro de la economía familiar y falta de oportunidades parecen más importantes. ¿Cómo podría revertirse esa sensación?
Es difícil a mi juicio. Los políticos tienen varias elecciones por delante y es costoso aparecer como perdedor en este proceso. Así, el proyecto no tiene grandes defensores hasta ahora y queda poco tiempo. Algunos creen que si hay un consenso muy amplio de las fuerzas políticas podría superarse este orden de cosas, pero acuerdos de manitos tomadas pueden ser más bien sospechosos para los votantes que ven a los políticos con gran desconfianza. Un mayor conocimiento de los contenidos en estos días puede ayudar a subir la opción “A Favor”.
A partir de allí, un liderazgo jugado podría intentar incorporar en la Constitución cuestiones apreciadas por la población, en materia de orden público, por ejemplo. ¿Aparecerán esos liderazgos? Repetir la mayoría del Rechazo, esta vez para aprobar, será difícil. No obstante, una importante presencia de la sociedad civil podría ayudar. Organizaciones como No más Violencia; Soy del campo; Con mi plata No; Salud libre, podrían influir para llegar a una buena y apreciada Constitución. Intentar que se apruebe es, a mi juicio, lo que corresponde a la centroderecha. Si no se logra, igualmente se puede reformar la actual más adelante. El oportunismo (llamar a votar En Contra al percibir que es la opción mayoritaria) será castigado en futuras elecciones y los partidos políticos debieran tenerlo en cuenta.
Por Luis Larraín, presidente del Consejo Asesor de Libertad y Desarrollo
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