Columna de Paula Escobar: Monsalve y la mancha de petróleo
El Presidente cambió el tono esta semana, y habló de que el foco debe estar en proteger la denunciante (y no a Monsalve). Pero debe explicar por qué no pensó así desde el primer momento y por qué su gobierno no aplicó sus propios principios (y la legislación vigente, que lleva sus firmas).
“Le creo a la denunciante”, dijo el Presidente Boric el jueves, intentando enmendar el rumbo en el caso Monsalve, cuyo impacto se extiende como mancha de petróleo. Dijo que nadie está exento de que haya “traiciones” y que en casos como este la pregunta es “cómo reaccionamos”, y debemos hacerlo “firmes y sin privilegios”. El subsecretario Cordero dijo que esa era la postura institucional del gobierno.
El problema es que si eso fuera así, es evidente que el martes mismo en que el Presidente se reunió con Monsalve, este habría quedado a lo menos suspendido de sus funciones, despojado de todos sus poderes para interferir en la investigación y dañar a la denunciante, la cual también ese mismo martes debió haber sido protegida sicológica y físicamente. Y en vez de que detectives disfrazados de delivery la acecharan en su puerta; en vez de ver a Monsalve clamando inocencia en el patio de Los Naranjos, o conocer que el Presidente le dio tiempo y avioneta para que le fuera a “contar a su familia”. En vez de todo eso, si hubieran actuado “firmes y sin privilegios”, ese martes 15 Monsalve habría abandonado su oficina y quedado fuera de funciones mientras el sumario -que se debió iniciar en el acto- estableciera sus acciones y responsabilidades, en un breve plazo, en paralelo por cierto a la investigación de la Fiscalía.
Eso indica la Ley Karin (que aunque requiere denuncia en la institución, también permite actuar de oficio, como asegura el exfiscal Carlos Gajardo). Una ley que con orgullo firmó este gobierno y que, paradójicamente, también lleva la firma de Monsalve, en calidad de ministro del Interior subrogante.
Es cierto que ese martes no se sabía lo de hoy: detalles y hechos espeluznantes, incluidas graves amenazas. Pero con lo que había ese día, y siguiendo los mismos protocolos que la ley establece, se debió actuar de otro modo, y parte del dolor y miedo de la denunciante se habrían evitado. Además, por cierto, de haber evitado una grave crisis para este gobierno, justamente por la lentitud y confusión al enfrentarlo.
Porque el caso Monsalve afecta la promesa de Boric de respeto a las mujeres, de comprensión de las desigualdades que experimentan aún, en pleno siglo 21, en tantos frentes, incluida la amenaza de acoso y abuso sexual en el trabajo. Por ejemplo, con jefes que como Monsalve piensan que pueden disponer de sus subalternas, con tremenda asimetría de poder de por medio. Fueron las mujeres las que le dieron el triunfo a Boric: muchas por plena adhesión, pero otras por miedo a que un gobierno de José Antonio Kast pudiera significar un retroceso en materia de derechos. Kast quería eliminar el Ministerio de la Mujer (en su programa de primera vuelta) y eliminar el aborto en tres causales, entre otras materias. Nada sorprendente, pues el “antifeminismo” es uno de los puntos de convergencia de las ultraderechas en todo el mundo.
Boric, en cambio, prometía un gobierno conectado profundamente con la promesa de la igualdad de género sustantiva. Que un poderoso denunciado por violación siguiera caminando por La Moneda como si nada está lejos de esa promesa. Y si bien hay que respetar la presunción de inocencia y dejar que la Fiscalía complete su investigación, la gravedad de la acusación contra Monsalve, y lo que ya había reconocido haber hecho, eran suficientes para comprender quién estaba al frente del Presidente ese martes, y haber actuado firmes y sin privilegios frente a él. No era un hombre -como clama Monsalve- con miedo de haber sido extorsionado, que “no recuerda nada”, que avizora conspiraciones. Si fuera así, ¿por qué se demoró tres semanas en atinar a ver qué pudo haber pasado en ese borrón de diez horas? ¿Por qué no hizo una denuncia y lo hizo público ese día? ¿Por qué, en cambio, le pidió a la PDI -como si fuera su policía personal- una serie de diligencias, pero no estaba preocupado de qué le había hecho a la subalterna que amaneció sin recordar nada? Lo que el Presidente tenía al frente era un hombre muy poderoso acusado de violación, que en una posición de completa asimetría de poder “citó” a una subalterna a tomar tres pisco sours un domingo, que la llevó con ese nivel de alcohol a su hotel, que la vio amanecer desnuda, paralizada y con signos de daños físicos. Y que frente a eso no le dijo nada al Presidente ni a la ministra Tohá, su jefa, y en cambio mandó a la PDI revisar las cámaras del hotel.
Boric simplemente no vio lo que tenía al frente: un hombre que ya había traicionado los principios de su gobierno.
El Presidente cambió el tono esta semana, y habló de que el foco debe estar en proteger a la denunciante (y no a Monsalve). Pero debe explicar por qué no pensó así desde el primer momento y por qué su gobierno no aplicó sus propios principios (y la legislación vigente, que lleva sus firmas).
Debe reconocer su error. Se lo debe al país y a las millones de mujeres que votaron por él.