Consecuencias de un proyecto ideologizado
Esta semana se conoció la decisión por parte de la Intendencia Metropolitana de cancelar el proyecto "Nuevo Eje Alameda Providencia". Esta decisión, sin duda difícil, con costos económicos, políticos, de credibilidad, etc., es consecuencia de haber intentado llevar adelante un proyecto que en su base tenía una componente ideológica muy fuerte: corredor de buses a toda costa.
La señal de tener que echar abajo un proyecto como éste es mala. Sí. Normalmente, las iniciativas de alto impacto a nivel urbano suelen tener ciclos de desarrollo, ejecución y puesta en marcha bastante más largos que los ciclos políticos del Chile actual. Por lo tanto, para que los proyectos de esta escala sobrevivan los períodos de gobierno deben ser lo más flexibles y libres posible. Flexibles en su capacidad de adaptarse a proyectos paralelos, a nuevos usos, costumbres y tecnologías, y libres en el sentido de no deberse a alguna ideología política o técnica.
La "Nueva Alameda-Providencia" no nació como un proyecto de intervención urbana para el siglo XXI, sino que como un corredor segregado de buses por el eje de la avenida Bernardo O'Higgins. Aunque se diga otra cosa, ese fue el origen. Con eso en mente, se fue transformando en una muy buena oportunidad para ser un proyecto de renovación urbana de primer nivel, y, de buena fe, el exintendente Orrego empujó el proyecto con la energía que lo caracteriza, pensando más en lo segundo que en lo primero. Sin embargo, el corredor por el centro siempre debía mantenerse. Así estaba en las bases de licitación del concurso internacional que se convocó para su diseño. El corredor de buses prácticamente no se podía tocar, como tampoco sus dimensiones, de lo contrario, los concursantes eran descalificados. Y, de hecho, así ocurrió, dejando fuera propuestas muy interesantes y mucho más viables.
Imaginemos cómo han aumentado los modos alternativos como bicicletas o scooters en los cuatro años que han pasado desde que se convocó el concurso. Sin embargo, propuestas que consideraban darle más importancia a esos modos alternativos perdían terreno frente a los que no tocaban el espacio reservado para los buses. Por otro lado, iniciativas que proponían un corredor convertible de buses a tranvía, tampoco fueron bien consideradas.
Es verdad que un corredor de buses aumenta la calidad de servicio de ese modo de transporte, pero salvo honrosas excepciones (a mi juicio, ninguna en Chile), también segrega y divide los barrios y ciudades, siendo en general el peatón el principal perdedor. Probablemente, un corredor central de buses hubiera terminado de matar urbanísticamente el ya debilitado costado sur de la Alameda, por ejemplo.
También, este enorme e intocable corredor de buses nos hubiera despojado del principal escenario de conmemoración cívica del país, como ha quedado demostrado con las manifestaciones pacíficas del 8M, por nombrar la más fresca en la memoria.
Adicionalmente, la anunciada línea 7 de Metro hace totalmente innecesario un modelo de corredor segregado de buses como el que el proyecto obligaba, pero la misma línea sí podría haber sido complementaria con la existencia de un tranvía en la superficie. De nuevo: las bases del concurso explícitamente no lo permitían.
En resumen, pareciera que la decisión de no seguir adelante con la nueva Alameda-Providencia es más culpa de un proyecto poco flexible y cargado ideológicamente que de la sana alternancia política.
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