Opinión

El día D

Aton Chile LUIS QUINTEROS/PHOTOSPORT

Mañana domingo, cerca de 15 millones y medio de personas —la inmensa mayoría de ellas independientes— tendrán la posibilidad de decidir cuál será la candidatura presidencial que representará al pacto oficialista en las elecciones generales de noviembre.

Las primarias legales —una oportunidad que todos los partidos políticos pueden utilizar— buscan alejar de las cúpulas la definición de los liderazgos y delegar esa responsabilidad en la ciudadanía a través del voto popular. De esta forma, al presentar candidaturas, tanto las personas que asumen este desafío como los partidos que las respaldan se exponen al escrutinio público, a exponer las diferencias entre los tipos de liderazgos y, por supuesto, a los roces propios de una contienda electoral.

Por eso, lo primero que destaca en estas primarias es la ausencia de dos importantes bloques políticos (Chile Vamos y la llamada Nueva Derecha). Mientras el oficialismo —con todas sus disputas internas— fue capaz de organizar unas primarias, la fragmentada oposición no lo hizo, a pesar de tener varias precandidaturas bien posicionadas en las encuestas.

Y claro: tomar la decisión de ir a primarias supone un riesgo. Por un lado, entrega legitimidad y fuerza a la candidatura vencedora, pero también aumenta la incertidumbre, exposición y potenciales daños de todos quienes participan. Chile Vamos conoce bastante esto. Una visita rápida al archivo nos permite recordar que en 2013 el precandidato Allamand (RN) pavimentaba el camino a la renuncia de su contendor, el independiente Laurence Golborne, apoyado por la UDI, al encararlo públicamente tras el fallo de la Corte Suprema respecto a negociaciones unilaterales llevadas a cabo por Cencosud con sus clientes cuando este último era su gerente general.

Otro ejemplo: el año 2017, en pleno debate presidencial del mismo sector, el expresidente Sebastián Piñera llamó “ignorante” y “mentiroso profesional” al senador Manuel José Ossandón, para rematar diciendo: “Quédese en el barro nomás, señor Ossandón, le quedan pocos días de candidato”. Como recordarán muchos, este último no se quedó callado y le reprochó a su contendor que “estuvo escondido porque lo habían declarado reo, y no lo declararon reo por lindo”.

A la luz de estos lentes, las tensiones presentes en las primarias actuales de Unidad por Chile parecen de guante blanco, aunque no por eso hay que minimizar las grietas que generan y la importancia de lo que viene después de las primarias.

Si bien el domingo es el día de definiciones —cuánta gente votó, qué porcentajes sacó cada candidatura—, es desde el día lunes cuando se pondrá realmente a prueba el nombre de la coalición a la que sus dirigentes firmaron ante el Servel.

Un aspecto determinante para el estado de ánimo de la coalición será la convocatoria. Si esta es menor a los 1,7 millones de personas de las primarias de 2021, sería sin duda un retroceso; mientras que alcanzar 2,2 millones de votantes convertirían a Unidad por Chile en el pacto más votado de la historia reciente.

Pero la gran prueba se testea en función del resultado. Por un lado, en el liderazgo, apertura y altura de miras que tenga quien triunfe para convocar al resto e incorporar sus preocupaciones y prioridades dentro de un paraguas más amplio. Por el lado de las candidaturas derrotadas, poner a disposición sus capacidades de convocatoria para construir unidad y fuerza en torno a objetivos comunes.

A veces, en medio de la contienda, se pierden de vista precisamente los objetivos comunes de justicia, igualdad y libertad que han movilizado a la coalición estos últimos años y que llevaron a la realización de estas primarias. Y más aún se nos olvida cómo enfrente tenemos liebres que se acercan velozmente a la meta. Lo importante el lunes será recordar que aún no termina la carrera y que sólo en unidad hay posibilidades de ganarla.

Por Giorgio Jackson, ex ministro de Desarrollo Social.

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