Opinión

Los liderados

Esta semana la oposición estuvo a punto de terminar resolviendo sus diferencias en tribunales. Solo una fuerte presión de su propio sector impidió que la candidata de Chile Vamos presentara una querella en contra del partido Republicano, por una supuesta campaña en redes sociales para socavar la imagen de su estabilidad mental. Evelyn Matthei desistió de la ofensiva judicial, pero no pudo borrar la idea de que a José Antonio Kast lo apoya una “banda de rufianes”, y el silencio frente a la posibilidad de respaldarlo en una eventual segunda vuelta.

Ya hay parlamentarios de Chile Vamos insinuando que si su candidata no remonta en las encuestas debiera desistir de la carrera presidencial. Un histórico ex presidente de RN salió a apoyar al líder republicano. Los partidos y candidatos de oposición dicen compartir la preocupación de tener al frente una candidata comunista, que no solo ha congregado ya el respaldo de la izquierda y la centroizquierda, sino también de la DC. Pero Kast, Matthei y Kaiser no han sido capaces de juntarse ni una sola vez para dar una señal de unidad y de compromiso común. Los representantes de una oposición que dice tener objetivos compartidos, en un momento crítico, son incapaces de conversar e intercambiar puntos de vista, y cuando se encuentran en algún debate apenas se saludan.

Parece broma: la gente que desaprueba al gobierno y no quiere su proyección, suplica unidad a sus candidatos presidenciales a través de cartas en los diarios. Y las fuerzas políticas de oposición ni siquiera han logrado acuerdos mínimos en materia de competencia parlamentaria. La tragicomedia a estas alturas ya ni siquiera es poner en riesgo la posibilidad de ganar, algo que todavía parece improbable. La verdadera interrogante es cómo, en caso de llegar a La Moneda, algún líder de la actual oposición podría articular una mayoría lo suficientemente consistente, para dar orden y gobernabilidad a una administración que deberá abordar desafíos enormes.

Pero el asunto no quita el sueño a los candidatos y líderes del sector. Los únicos que parecen tener claridad respecto de lo que está en juego en la próxima elección son sus propios votantes, cuyo sentido común los hace intuir que las disputas entre sus candidatos son absurdas y están poniendo en riesgo cosas muy relevantes. En rigor, en la actual encrucijada histórica los que están empujando el carro y ejerciendo el liderazgo son los propios ciudadanos, gente que mira la situación del país con sincera preocupación y cada día confirma que sus líderes políticos simplemente no están a la altura. Al contrario, su falta de generosidad solo devela una enorme desconexión.

Hay momentos en la historia donde los papeles se invierten, circunstancias en que la calidad de los liderazgos brilla por su ausencia. Son momentos donde los que se supone debieran ser liderados descubren que están solos, y que son ellos los llamados a imponer un mínimo de sensatez a sus propios representantes.

Por Max Colodro, filósofo y analista político

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