PSU, punto de inflexión
Mientras el Cruch, el Demre y el gobierno se culpan por las dificultades que tuvieron los alumnos que debían rendir la PSU, una cosa quedó clara para las familias chilenas: a los jóvenes que interrumpieron violentamente el proceso para lograr sus espurios propósitos de causar desórdenes en el país les importó un bledo que 297.000 estudiantes rindieran la prueba bajo condiciones de máximo estrés o derechamente no pudieran hacerlo. Así, la izquierda, una vez más, se transformó en un implacable adversario de los chilenos. Operó para frustrar la ilusión de decenas de miles de familias de tener a uno de los suyos por primera vez estudiando en una universidad; puso en peligro el sueño meritocrático de muchos miles de jóvenes que ven en la educación el vehículo para mejorar su calidad de vida y recibir una formación que les permita mirar el futuro con más esperanza y menos precariedad.
El rector Valle señaló públicamente 24 horas antes de rendirse la PSU que no consideraba necesario tomar ninguna medida especial, y ahora culpa al gobierno. El gobierno no fue capaz de resguardar el orden público oponiendo la fuerza policial a los violentistas. Pero lo que quedará grabado con más fuerza en el corazón de esas familias es que los jóvenes que atacaron a sus hijos, aquellos que se jactan de pertenecer a la "primera línea" y reciben la atención cómplice de algunos medios de comunicación y de gran parte de la izquierda, son los enemigos de sus sueños.
Los partidos de Chile Vamos deben recordar a los chilenos esta miserable acción de los violentistas de la ACES y otras organizaciones que persiguen la insurrección a costa del bienestar del resto de los chilenos. El hecho de haber tenido a todas esas familias juntas sufriendo por sus hijos, capaz que haga reflexionar a muchos acerca del drama que han vivido otros desde el estallido de la violencia: comerciantes que lo han perdido todo por saqueos, incendios y otros actos vandálicos; hombres y mujeres de distintas condiciones a lo largo del país que han perdido sus trabajos por la destrucción de las fuentes productivas y lo seguirán sufriendo.
No es primera vez que la izquierda cae en este error al mostrar su desprecio por los sentimientos y opciones de los chilenos más modestos. En el gobierno de la Nueva Mayoría, las autoridades se ensañaron contra los apoderados de colegios particulares subvencionados, acusándolos de arribismo, de clasismo y de miopía por la opción que nada menos que el 50% de los chilenos había elegido para educar a sus hijos. La centroderecha debiera tomar nota de esta oportunidad, dejar de lado sus diferencias, volver a sacar sus banderas y defender el derecho a elegir, valorar el esfuerzo meritocrático y dejar al desnudo a una izquierda identitaria que se mueve por intereses de grupo y se ha olvidado de la gente.
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