¿Cómo las drogas y el alcohol pueden afectar nuestra vida sexual?




Tener sexo con alguien por primera vez es una experiencia en donde muchas veces desnudamos nuestras más profundas inseguridades. En ese espacio de intimidad, nos sentimos vulnerables a que se juzguen nuestros cuerpos, nuestra performance o el nivel de nuestro deseo. Algo que para algunos puede resultar en una importante fuente de ansiedad.

La excitación sexual es un proceso complejo que involucra al cerebro, las hormonas, las emociones, los nervios, los músculos y los vasos sanguíneos. En algunos casos, cuando ese nerviosismo –saludable y natural– previo a tener sexo con alguien resulta inmanejable, para algunos, parece una opción razonable consumir algo que nos permita dehinibirnos del pudor que se apoderó de nosotros. Ya sea para estar más tranquilos o enérgicos durante la experiencia sexual, muchos consumen alcohol o drogas pensando en que será solo un beneficioso afrodisiaco. Pero esto es en realidad un arma de doble filo, dicen los especialistas.

Según reveló la última versión de la Encuesta Mundial de Drogas, las drogas que más se utilizan a la hora de tener relaciones sexuales, independiente del género y las preferencias sexuales, son el alcohol, que se usar para desinhibirse al momento de conocer a alguien, ir a una cita o tener sexo; la marihuana, usada para lograr conectar con la sensualidad de los cuerpos; y el éxtasis, que era utilizado en mayor medida por hombres para poder durar más en la cama.

Consumir algún tipo de sustancia para ponerse más “simpático”, que en el fondo tiene que ver con qué tan deshinibidos nos sentimos, no solo está culturalmente validado, sino que además es en ocasiones recomedado por profesionales de la salud para, erróneamente, tratar disfunciones sexuales con “una copita de algo”, dice la psicóloga y sexóloga, Carola Fernández (@carola.fernandezn).

El tabú detrás de las disfunciones sexuales

Sumado a la confusión de no saber con certeza la razón detrás de nuestra anorgasmia o disfunción eréctil, la carga social que tener una disfunción sexual representa, es altísima, dice la psicóloga, terapeuta sexual y de parejas, Claudia Ferrer, (sexualidadfeliz.cl). Por eso, muchos buscan en silencio soluciones rápidas en internet y pocos son los que tratan el problema de raíz en terapia.

“Socialmente, aprendemos un modelo de sexualidad cuyo protagonista es la penetración. Donde “la normalidad sexual” propone seguir un guión de 3 pasos: 1) preliminares 2) coito 3) eyaculación y orgasmo. En ese contexto, la exigencia del guión sexual imperante hace que los hombres se sientan menos hombres si eyaculan antes de tiempo, no logran tener una erección o la pierden, conocido como “tener un gatillazo”, y las mujeres menos atractivas si ven que ellos no la lograno si ellas no logran orgasmar”, asegura la terapeuta.

Porque el tabú es tanto, muchos viven en silencio la ansiedad por “no rendir bien” en la cama. “Creemos que somos los únicos que estamos pasando por estas dificultades, por eso lo ocultamos. No queremos ser tildados de “anormales”. Si están en pareja, lo viven puertas adentro. El resto se recrimina en su fuero íntimo, culpándose y exigiéndose cumplir el rol aunque no tenga deseo sexual. Es en ese contexto que el uso de alcohol, drogas y algunos fármacos como viagra, ansiolíticos y antidepresivos puede transformarse en una solución parche, provocando así un círculo vicioso que puede desembocar en disfunciones sexuales”, explica Ferrer.

La química del placer

“Las dos sustancias que más se utilizan son el alcohol y la marihuana que, al igual que todas las otras sustancias, tienen un impacto en la respuesta sexual porque son depresores del sistema nervioso central. En el caso del alcohol hay evidencia que muestra que interfiere sobre la producción de hormonas que son súper importantes de la respuesta sexual, que se demuestra en alteraciones que van desde la disfunción eréctil a la anorgasmia. Las repercusiones negativas sobre la excitación y el orgasmo suelen ser más grandes en hombres que en mujeres para ambas sustancias”, explica la sexóloga Carola Fernández.

Y es que si bien en el caso de las mujeres con altas ingestas de alcohol y uso prolongado de marihuana, se observa que puede haber disminución de la lubricación, también se reporta una sensación de mayor disfrute, agrega Fernández. “Tiene que ver con que perciben con más fuerza estímulos táctiles y auditivos, algo que genera una sensación de mayor disfrute y orgasmos que incluso se pueden percibir más intensos. Pero eso no ocurre porque fisiológicamente está ocurriendo algo distinto, sino que es porque la percepción cambia”, asegura.

Si bien el disminuir la ansiedad antes de tener relaciones sexuales es un factor importante para el consumo habitual de alcohol y drogas, el Dr. Rodrigo Santis, jefe de la Unidad de Adicciones de la Red UC CHRISTUS dice que otro de los objetivos de los consumidores es obtener una mayor sensibilidad en el caso del éxtasis y una mayor potencia sexual en el caso de la cocaína.

“En general esta expectativa que tienen los consumidores es de corta duración. Habitualmente se consiguen estos efectos en los primeros consumos, pero en la medida en que el consumo tanto de alcohol como de drogas se hace repetido, disminuye la respuesta sexual normal, disminuyendo también el deseo, dificultando la erección o la capacidad de tener eyaculación u orgasmo”, explica. Santis.

Consumo emocional, ¿adicción desatada?

Si bien conseguir un estado de tranquilidad calmando nuestra ansiedad después de haber consumido alcohol o marihuana sí ayuda en la sexualidad porque nos permite conectar con el otro y estar más presentes, no es la solución para erradicar una disfunción sexual, concuerdan las especialistas. “Desde la psicología identificamos que el consumo del alcohol y otras drogas tiene una funcionalidad emocional. Es decir, la persona busca sentirse segura, relajada y poder atraer a su compañero sexual a través de su uso. Pero esto, también se puede conseguir sin estas drogas ni afectar tu salud”, explica Ferrer.

“Las disfunciones sexuales, especialmente cuando ya llevan mucho tiempo, requieren de tratamiento con especialistas. No es fácil salir de ellas por las de uno mismo porque incluso cuando ya te recuperas, hay veces que el miedo a no rendir y a que te vuelva a pasar lo mismo continúa”, dice Fernández.

Sin embargo, cuando la motivación del consumo de alcohol y las drogas deja de ser reacreacional y atiende a un factor emocional y de “necesidad”, se ve como un gran peligro, explica la sexóloga. “Una de las motivaciones más riesgosas para una posible dependencia a las sustancias es cuando consumo para sentirme mejor porque siento que si no consumo esta sustancia voy a estar muy mal”, cierra.

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