¿Qué hay detrás del acto de regalar?




Esta no pretende ser una columna sobre el sentido de la Navidad. No creo que haya un solo sentido, ni si necesariamente tenga uno. Para mí la Navidad no sólo tiene el sello de reunirse con la familia y comer hasta el hartazgo, sino que su principal característica son los regalos.

La RAE define regalo como “dar a alguien, sin recibir nada a cambio, algo en muestra de afecto o consideración o por otro motivo.” Respetada RAE, no sé si estoy tan de acuerdo contigo, cuestiono tu “sin recibir nada a cambio”. Ahora te cuento por qué.

Siempre he sabido qué es un regalo, no recuerdo haber preguntado de qué se trataba ese gesto. Mi familia extendida vive en otros países y cada reencuentro venía con un regalo bajo la manga. Subirse a un avión, para mí era sinónimo de regalo y vaya que lo esperaba. Era un rito, lo que fuera era bienvenido, pues entendía que habían pensado en mí en mi ausencia, que habían averiguado qué me gustaba y eso me hacía muy feliz.

En la vida cotidiana, casi en piloto automático, hacemos regalos. Nace una guagua, corremos a comprar un regalo. Alguien cumple años, obsequiamos algo. Tuviste una buena noticia, recibes flores. Te gradúas, regalo. Parece que, ante situaciones significativas de la vida, recurrimos al regalo como una forma de demostrar algo. Muchas veces es afecto, pero otras tienen que ver con el reconocimiento o incluso con sentirnos arrepentidos.

Con los años me fui dando cuenta de que el acto de regalar no sólo se trata de un gesto altruista y generoso, sino que vamos revelando mucho lo que estamos siendo. En ese regalo aparece algo de mí para el otro: ¿me esfuerzo en buscar un regalo que sea significativo y por lo tanto, recordado?, o más bien, compro lo primero que se cruza en mi camino, para quedar bien y así cumplir con mi compromiso; ¿hago un regalo en retribución a otro regalo que no me esperaba, y así estoy en un constante loop de regalos retributivos?

Pero, ¿por qué regalamos? O más bien ¿para qué lo hacemos?

Regalar no sólo implica demostrar afecto, sino que también evidencia una manera de vincularnos con los otros, mostrar que sabemos que lo conocemos, que sabemos qué es lo que le gusta, en definitiva es una forma de decir “te veo, porque me importas”.

No obstante, regalar también nos regala algo: de pronto una sonrisa, una expresión de sorpresa o incluso agradecimiento. Ese ritual nos genera satisfacción (¡sobre todo si le achuntamos!), lo que nos ayuda a sentirnos bien, pues nos vemos siendo generosos con otras personas y nuestra autopercepción mejora.

Los regalos, a su vez, tienen un increíble valor comunicacional, especialmente en lo que refiere al lenguaje no verbal. Con el objeto comunico cómo te veo y qué siento por ti, lo en ocasiones no seré capaz de decir con palabras, un objeto lo resume elocuentemente. Con un regalo puedo comunicar que te admiro o simplemente demostrar que eres significativo en mi vida.

Entonces, ¿qué es lo bueno de regalar? Y es que nuestro cuerpo y cerebro experimentan una fiesta, pues regalar nos ayuda a conectar con otros, generando y fortaleciendo vínculos con personas significativas. En el acto de regalar, se liberan algunas sustancias químicas conocidas como neurotransmisores como dopamina, oxitocina, serotonina y endorfinas, entre otras.

La dopamina –en palabras simples– provoca sensación de placer y te mantiene motivado para seguir haciéndolo; la liberación de la oxitocina es importante en la construcción de la confianza y de las relaciones, es la misma que se libera cuando recibimos un abrazo, que se libera cuando entregamos un regalo; la serotonina, es un neurotransmisor relacionado con la regulación de nuestro estado del ánimo y particularmente del estrés, por eso, cuando regalamos, hacemos que la otra persona se sienta importante y por tanto aumente su sensación de felicidad; por último, las endorfinas, analgésico natural de nuestro cuerpo, ayudan a provocar una sensación de bienestar y sobre todo, de atenuar el dolor.

Conclusión: pareciera ser que regalar no sólo es un acto que haces para complacer o regalonear otra persona, sino que también es un gesto de autocuidado y de fortalecimiento de vínculos.

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