Reparar la violencia sexual: ¿qué hacemos con el dolor?

Visión Nocturna y I May Destroy You son dos producciones que comienzan narrando la violación que sufren sus protagonistas, pero que tratan sobre lo que viene después. Recuperar la voz, elaborar un relato propio y hacer algo con la experiencia. Todo esto es parte del proceso de reparación, que ofrece a las víctimas la posibilidad de optar a una mejor calidad de vida.




Una noche, agobiada por la entrega del borrador de su próximo libro, Arabella se junta a carretear con un par de amigos. En un bar conocen a dos chicos con los que bailan y comparten tragos.

Corte.

Amanece. Arabella está frente al computador con una herida en la frente, la pantalla del celular rota e imágenes mentales de un hombre mirándola desde arriba. No ha dormido y no sabe si lo que ve en su cabeza es un recuerdo o un invento de su mente.

Así comienza I May Destroy You, serie de HBO creada y protagonizada por la inglesa Michaela Cole. Rápidamente la serie revela que Arabella fue drogada y violada por un desconocido. Sin embargo, reconocerse como víctima no es fácil y saber qué hacer con eso, tampoco. De esto se trata la serie; de la reparación.

Paula Saez es psicoanalista, dirige la escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Andrés Bello y tiene experiencia trabajando con mujeres víctimas de violencia sexual. Según ella, la reparación “tiene que ver con volver a humanizarte, volverte a tu lugar de persona, porque la violencia sexual implica que alguien te toma como objeto y te desconfirma tu lugar de humano”.

En I May Destroy You, Arabella, al denunciar que fue drogada, dice que tiene la imagen de un hombre en su cabeza y sus fosas nasales son grandes. La policía que la interroga le pregunta si ve a alguien más en ese “recuerdo”.

“No puedes llamarlo recuerdo. Tal vez no sea real. Yo soy la que lo veo y no estoy segura…”, responde Arabella, a la defensiva.

“Una de las dificultades es reconocer la violencia. La violencia sexual se manifiesta de distintas formas y la manera en que lo vive la mujer, despersonalizadamente, es complicado”, explica Paula.

En la serie, es la policía quien le hace ver a Arabella que la imagen de su mente sugiere una agresión. “Si estás en el suelo mirando a alguien, sus fosas nasales siempre se verán más grandes. ¿Lo ves?”, le dice la policía parándose frente a ella. Arabella en ese momento esconde el rostro bajo su polera y se pone a llorar.

“Reconocerse víctima es un paso enorme. Y no es necesariamente andar llorando, porque uno tiene mecanismos de defensa que te hacen continuar tu vida, negar lo que pasó, que para el afuera no son tan evidentes y es parte de los cuestionamientos. Esto se trata de entender que lo que pasó no debió pasar y de ahí en adelante, reparar”, explica Paula.

La vida después de la violencia

Visión Nocturna (2019, El Espino films), documental dirigido por Carolina Moscoso, narra su proceso de reparación tras ser víctima de una violación violenta por un desconocido en Papudo. La película, elaborada con el archivo personal de Carolina, contrapone el texto a las imágenes lo-fi. Mientras vemos a una persona botando la basura en un patio, sobre la pantalla se escribe: “me quedé en cama. Vi todas las temporadas de Sex and the city pensando que nunca volvería a salir a la calle”.

“La película muestra que la vida continúa y que esto está de fondo sucediendo. Quizás cuántas vidas hay así y no lo sabemos”, comenta Carolina. Su intención es mostrar a una víctima activa, ya que en Visión Nocturna la protagonista sigue una acción judicial y, además, se pregunta constantemente por el dolor que queda tras la experiencia.

“Trato de abordar lo que pasa después de la violación, lo que creo que es un cambio de perspectiva. Es un ir y venir de dolor, alegría, angustia y tranquilidad. Esta historia se trata de cómo quedamos heridas y cómo seguimos viviendo con esas heridas”, dice la directora.

Las primeras imágenes que grabó Carolina después de la violación son el registro de un viaje a Chiloé, la vista de la carretera mirada desde la ventana de un bus. En un momento, la cámara gira y Carolina enfoca a una amiga que mira para otro lado, incómoda por la cámara. “No pude contarle lo que había pasado”, dice el texto en la pantalla.

Según Paula Sáez, es un efecto natural dudar sobre la contención que puede otorgarte otra persona. “No sabes si el otro te va a contener, te va a dar el lugar de víctima”, expresa. En ese sentido, Vinka Jackson, psicóloga, autora de Agua Fresca en los espejos y sobreviviente de abuso sexual infantil de incesto y violación, señala que “es vital esa claridad sobre la plena responsabilidad del agresor, nunca de la víctima. Y también, saber que hay quienes acompañan a la víctima a consciencia y quienes, sin conocer su historia, igual están acompañando e incidiendo, para bien o mal, en procesos de reparación”.

“Un acompañamiento clave es el de terapeutas –y otros profesionales- que deben tener una ética del cuidado sólida y especialización en trauma complejo por violencias sexuales, de manera que no se revictimice. De seres queridos y redes cercanas, es importante que sean apoyados con información, saber qué esperar, ser comprensivos con los tiempos del proceso, sin presión, sin juzgar, y sabiendo que pueden cuidar límites propios y en la relación con las víctimas”, dice Vinka. Acompañar es desde lo incondicional y también con respeto mutuo. Ser víctima no significa inmunidad (y menos, impunidad moral), ni dejar de ser responsable de los propios actos o del trato a otros”.

En Visión Nocturna el lugar de las amigas y amigos es, para su directora, “uno de los espacios que salva. Pero un lugar donde también hay secretos. En muchas escenas estoy con amigas pero no saben, ni siquiera es necesario que sepan, solamente están. Son ese lugar donde llorar y el lugar donde reírse, y hasta el lugar donde olvidarse”, comenta.

Esto es ejemplo de las personas que acompañan y no saben que acompañan a las que se refiere Vinka Jackson. “Hay que relevar el peso que tienen. Cotidianamente cruzamos caminos con víctimas de violencia sexual y otros traumas, y los estándares de trato y las comunicaciones que establecemos pueden tener un efecto a favor o en desmedro de reparar el daño. Acá ilumina la pregunta diaria de cómo nos cuidamos mejor unos con los otros”, señala.

“La reparación tiene una dimensión relacional, porque la violencia sexual merma nuestra autoestima y, con ello, nuestras posibilidades de participación social”, dice Vesna Madariaga, socióloga y especialista en violencia de género y políticas públicas. En ese sentido, la reparación tiene que enfocarse en “cómo construimos los vínculos y cómo podemos estar vulnerables y expuestas a nuevos hechos de violencia”.

El rol de la comunidad y las posibilidades del entorno de restablecer derechos aparece ahí y apela directamente a la institucionalidad del Estado. Vesna recuerda que tanto el Sernameg como el Minmujeryeg tienen “la facultad de presentar querellas y acompañar psicológicamente y psicosocialmente a las mujeres víctimas”. Además, existen los Centros de atención de violencia sexual contra mujeres, los CVS, que despliegan una reparación en la línea integral.

¿Qué hago con el dolor?

Tanto Carolina como Arabella buscan una reparación judicial y también psicosocial. En ambas producciones el trabajo del relato que las víctimas se cuentan a sí mismas se ve como parte de este proceso. La voz de Carolina, que hasta la mitad de Visión Nocturna es un texto sobre la pantalla, de pronto aparece y continúa la narración de los eventos en off. En I May Destroy You, Arabella cambia su proyecto literario y llega a escribir un libro que titula “22 de enero”, en referencia al día en que fue violada.

“El hacer algo con la tristeza es lo que cambia, el activarse, porque con el mismo dolor seguimos haciendo las cosas. Sí, se puede volver a disfrutar. Y ojalá pudiéramos. Eso no debería nunca ser una causa de dudas”, dice Carolina.

Al respecto, Paula Sáez comenta que la reparación implica “elaborar la vivencia, simbolizarla, darle un lugar en la historia, porque eso es lo que puede permitir avanzar y generar nuevas experiencias que sean reparadoras”.

Vinka Jackson vivió un proceso de reparación para verbalizar una historia larga de abuso que no estaba resuelta. “Cuando inicié mi terapia fue una cuestión de vida o muerte, era mamá de una hija chiquita y tenía que estar bien para poder cuidarla. Sabía que el proceso podía ser largo, difícil, pero era indispensable para dejar de llevar una carga tan pesada y tener la posibilidad de una vida mejor elegir cómo quería vivir, disfrutar los años que siguieran”.

La trayectoria de reparación se despliega junto a la recuperación de la voz que fue silenciada en el abuso y en la violencia sexual. “Las condiciones para restituir esa voz y dar con las palabras que cuentan la propia historia, es vital. La palabra es la que sana y permite resignificar. No quiere decir que desaparece toda secuela de lo vivido, pero uno va sumando a su caja de herramientas otros recursos”, dice Vinka. “Pedir ayuda, derecho al tiempo, al placer y el autocuidado como autogobierno, poder decir ‘no puedo, o no quiero’. Esto es lo que más agradezco de la reparación: ejercer un consentimiento sanado y renovado”.

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