Las minutas de la reunión del Consejo de Gobierno del BCE del 14 de abril muestran la disposición de la institución a avanzar hacia la subida de tasas. En aquella cita, el BCE anunció el final de las compras netas de deuda en el tercer trimestre, tras lo que llegaría una subida de tasas que podría darse “semanas o meses después”, según apuntó entonces Christine Lagarde.

Pero desde entonces, la presidenta del BCE ha ido moldeando su discurso hasta apuntar ya abiertamente a una subida de tasas de interés en la zona euro ya en el mes de julio, que descuenta por completo el mercado. Las minutas del encuentro de abril muestran el debate interno sobre el ritmo y la secuencia que debe llevar el proceso de normalización monetaria, aunque se han quedado algo desfasadas ante la contundencia de las posteriores declaraciones de los miembros del consejo y también de todo el comité ejecutivo del BCE.

La expectativa generalizada de alzas de tasas en la zona euro, junto al incremento de las subidas en EE UU, han elevado las primas de riesgo y reactivado el temor a la fragmentación financiera, por la que se ensanchan las diferencias entre el costo de financiación de los países más endeudados frente a los menos. Pero, según muestran las minutas, ese riesgo de fragmentación no va a ser obstáculo para mantener la alza de tasas.

El texto reconoce que “es importante abordar un posible resurgir de la fragmentación en las condiciones financieras de la zona euro, si fuera necesario”. Y añade apunta al principio de “separación” por el que “una postura de política monetaria adecuada podría establecerse de forma independiente del uso de instrumentos de diseñados para evitar disrupciones repentinas de los mercados financieros”. Así, el BCE defiende que la “flexibilidad debería ser un rasgo permanente de las herramientas” de política monetaria. Y recuerda que, de ser necesario, la reinversión de los vencimientos de la deuda del programa PEPP, que se mantendrá al menos hasta finales de 2024, podría usarse para abordar posibles episodios de tensión en el mercado.

En el debate sobre el alzas de tipos, el texto también apunta la urgencia de algunos miembros del Consejo de Gobierno que ya en abril abogaban por una rápida respuesta, una posición que ahora parece compartida de forma unánime. “Actuar demasiado tarde podría conducir a la materialización de efectos de segunda ronda y podría tener un coste económico, de estabilidad financiera y de credibilidad si el Consejo de Gobierno se viera forzado a endurecer su política después de forma más agresiva para anclar las expectativas de inflación”, defendía el ala más dura.

Por entonces, el Consejo de Gobierno ya estaba de acuerdo en finalizar las compras netas de deuda ya en el inicio del tercer trimestre, aunque ese es ahora el momento que se espera para el alza de tipos. En todo caso, en la cita de abril, había consenso en reconocer que el alza de la inflación va a tener de forma inevitable efectos de segunda ronda, como el alza de los salarios, que el BCE considera “cuestión de tiempo”. “Los datos de inflación subyacente se han elevado a niveles por encima del 2% y se considera improbable que la inflación retorne al objetivo del BCE en el medio plazo”, reconocen las actas. En abril, el IPC de la zona euro fue del 7,5% y la tasa subyacente, del 3,5%, nivel récord.