La política, el lobo y la grulla
La moraleja no puede ser más simple, no te metas con malvados.
Leí con emoción el documento que Óscar Guillermo Garretón presentó al PS poco antes de renunciar a ese partido. La vergonzosa situación de las últimas elecciones y lo que hemos conocido que ocurrió en San Ramón me llevaron nuevamente a recordar el libro de fábulas de la abuela Irene. Esta vez, la historia del lobo y la grulla, que más o menos es así: un lobo se había atragantado con un hueso y desesperado buscaba ayuda. Encontró a la grulla y le prometió que si le ayudaba a salir del trance, le daría un premio. No sin algo de susto, introdujo la grulla su cabeza en la boca del lobo y logró retirarle el hueso. Le pidió entonces al lobo que le pagara el premio prometido. El lobo le respondió: "Date por pagada, amiga grulla, porque te dejé sacar la cabeza de mi boca".
La moraleja no puede ser más simple, no te metas con malvados, traficantes y viles, porque si lo haces de verdad, nada obtienes y agradece que sigues vivo.
Uno mira lo que ocurre frecuentemente en nuestra política y en la de nuestros vecinos y claramente se ve que nadie les leyó en su niñez estas sencillas lecciones de vida a algunos de los políticos que se afanan por dirigirnos.
¿En qué está pensando un líder de un partido que permite que su base militante la llenen delincuentes que le dan los votos que no puede conseguir de ciudadanos honestos? ¿Puede imaginar que la efímera victoria electoral será sin costo?
¿Y el militar o carabinero que deja que un agente de viajes o un proveedor de armamento lo seduzca con un reembolso o un viaje? ¿Y el trabajador de Codelco que asigna un contrato a la empresa X que formó su señora y su cuñado?
¿Y el juez de Rancagua que resuelve a favor del amigo?
¿Y el ministro que nombra a un incompetente en un cargo pagado por todos los chilenos?
La lista es larga y transversal. Los que entran en la boca del lobo terminan mal, bien porque se los come, bien porque no reciben lo que esperan.
Más preocupante, si les "va bien", suelen convertirse en lobos. Sujetos malvados y viles, acostumbrados a vivir al margen, favoreciendo delincuentes y coimeros, a sabiendas, buscando una recompensa.
El poder mal habido es un desastre personal para quien lo tiene y una tragedia para los ciudadanos. Para el primero, es su perdición, bien que se sepa públicamente o no, su corrupción se produce y difícilmente se recupera. Para los súbditos, porque en vez de usarse sus recursos para lo que de verdad se necesita, se desperdician en favores que cuestan caros. ¿Cuántos niños o ancianos de San Ramón podrían alimentarse mejor con el sueldo municipal de los narcotraficantes que ayudaron a elegir a dirigentes varios del PS? ¿Cuántos crímenes se han cometido al amparo de los favores del poder en esa comuna?
Se debe agradecer la valentía de Óscar Guillermo Garretón al decir fuerte y claro ¡ya basta! Nos recuerda lo más básico, que en política uno no entra para esto y que no se puede estar entre delincuentes. Así de simple, como la grulla y el lobo.
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