Inquieto está el economista Sebastián Edwards con los últimos acontecimientos de Chile: no anticipa ni mayor crecimiento, ni inversión y observa con pesar que el gobierno no ha cumplido sus expectativas.

En lo personal, ha decidido replegarse y después de 20 años de estar presente en nuestro país con sus columnas, decidió detenerse y dedicarse a su trabajo como profesor en la UCLA y a terminar dos libros sobre economía que está escribiendo.

¿Cuánto ayuda a las expectativas la aprobación de la idea de legislar de la reforma tributaria (RT)?

-Es muy importante, porque indica que estamos en movimiento, ya que en algún momento dio la impresión de que estábamos estancados, y eso incidió en que se postergara mucha inversión. Ahora, como dicen los sajones, hay que probar la torta para saber si quedó bien horneada.

¿Por qué, de qué duda?

-No sabemos qué tipo de reforma va a salir del Congreso. La semana pasada se decidió jugar el partido, pero todavía falta casi todo el primer tiempo, y el segundo completo. Es posible que al final tengamos una reforma aceptable, pero también es posible que, como han insinuado algunos, terminemos con un adefesio, con algo peor que lo que tenemos.

¿En qué aspectos observa ese peligro?

-El sistema tributario es una maquinaria compleja, un reloj suizo sofisticado. Para que funcione bien, las distintas partes tienen que calzar perfectamente, moverse en forma coordinada, tirar en la misma dirección. Cambios ad hoc sobre la marcha pueden generar grandes distorsiones. Esta es un área en que no se debe improvisar.

¿Ve improvisaciones, en qué?

-Si uno se guía por lo que sucedió en la Cámara, es muy posible que durante el resto de la discusión parlamentaria se le cuelguen a este proyecto una serie de iniciativas contradictorias que tengan un efecto negativo sobre la economía. Si no tenemos cuidado podemos terminar con un Frankenstein tributario.

¿Entonces concuerda con quienes creen que se ha desvirtuado el proyecto?

-El sistema fiscal chileno deja mucho que desear, es ineficiente, castiga la inversión y el crecimiento, permite elusiones significativas y es muy poco equitativo. No cabe ninguna duda de que hay que hacer una reforma profunda y muy seria.

Desafortunadamente, la reforma propuesta por este gobierno es tímida, parcial, muy siglo XX. Y casi tan grave, o peor aún, es que la oposición no entiende que nuestro sistema está anquilosado y que sin cambios profundos vamos a seguir retrocediendo en términos relativos. Ya nos superó Panamá, y ya pronto lo hará Uruguay.

¿Cómo calificaría el desempeño de los actores en esta discusión?

-Si tuviera que ponerles nota: al gobierno y a la DC les pondría un 4,5, y al resto de la oposición, la reprobaría. Mirado desde fuera, todo este proceso ha sido extremadamente bizarro, surrealista, lo que habla de la pobreza actual del sistema político chileno. Eso creo es lo más grave: un sistema político crecientemente disfuncional, con muy pocos actores racionales, con visión de largo plazo, que ponga el bienestar del país por encima de intereses mezquinos.

Más en lo político, ¿cuál es su evaluación del gobierno considerando su caída en las encuestas?

-Creo que hay una palabra que resume todo: lento. Ha sido un gobierno sorpresivamente parsimonioso, que en vez de sorprendernos por su gran capacidad de gestión y por la rapidez en que se incrementaban las iniciativas, ha tomado mucho tiempo. Además, ha sido un gobierno tímido: los proyectos se quedan a mitad de camino y no plantea soluciones profundas acordes al siglo XXI. En definitiva, hasta ahora, un gobierno de más ruido que nueces.

¿Es pesimista de lo que viene?

-Lo clave está en lo que sucederá con las reformas de pensiones y laboral. Sin cambios profundos en estas dos áreas será difícil que este gobierno pase a la historia como un gobierno importante. Si la reforma tributaria es un botón de muestra, las cosas no se ven muy positivas.

En lo económico, ¿cuál es su perspectiva de crecimiento para este año?

-Este año veremos una desaceleración en la economía mundial, con una expansión entre 3,1% y 3,3%, bastante menor que el 3,6% del año pasado. El Fondo Monetario Internacional predijo una recuperación en 2020, al 3,6%, yo soy mucho más escéptico y creo que apenas estará por encima del 3%. Para Chile espero un crecimiento este año entre 3,3% y 3,5%, con un pequeño repunte el próximo.

El Banco Central (BC) y los expertos han ajustado sus estimaciones, ¿concuerda o es pesimismo?

-Más que pesimismo, se ha asentado el realismo. No hay ninguna razón objetiva que justifique una tasa de crecimiento sostenida cercana al 4,5%, ni siquiera al 4%. La lentitud con la que se ha movido la agenda de reformas, y la falta de claridad respecto de muchas de ellas, han terminado por matar los "espíritus animales" de Keynes. Nadie debiera sorprenderse que hayamos vuelto a ser "alumnos de nota 3". Ahora, un 3,3%, es mucho mejor que un 1,5% del gobierno anterior.

Aún así, el BC aumentó su expectativa de inversión a 6,2% para 2019.

-Me parece un tanto optimista. Me parece prematuro cantar victoria. El resultado final dependerá de cómo se vayan dando las políticas económicas y las reformas en los próximos meses.