Voto y malestar
SEÑOR DIRECTOR:
El auge del populismo no es un accidente, sino el síntoma de un malestar profundo. Como advirtió Freud, toda cultura implica represión, y cuando las instituciones pierden legitimidad, ese malestar retorna en forma de rabia, desconfianza y polarización. Ortega y Gasset lo llamó “la rebelión de las masas”: el momento en que el ciudadano, empoderado pero sin dirección ni autocrítica, desprecia el saber, exige soluciones inmediatas y vota no para construir, sino para castigar.
En Chile, como explicó Tomás Moulian, hemos vivido una despolitización disfrazada de participación. Se vota rápido, sin compromiso y con una expectativa imposible de satisfacer. Por eso el desencanto llega antes que el gobierno se termine de instalar. La frustración y la distancia social suben con cada elección, siendo un terreno fértil para nuevas formas de populismo.
Hoy cuando el desencanto con el “modelo” se materializa en apoyo a las opciones extremas, el riesgo no es solamente electoral sino civilizatorio. Urge volver a ciertos mínimos democráticos antes de actuar: el respeto por el otro, el valor del saber y la responsabilidad del voto. De otra manera, volveremos a votar por el mal menor, que nuevamente nos mantendrá entrampados.
Gonzalo Andrés Vidueira Mociño
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