Los fantasmas de Michael Jackson
Devuelto a la discusión pública tras el estreno del documental Leaving Neverland, el antiguo rey del pop tiene todavía aristas por explorar en su relación con la fama, el ojo público y su vida privada. Entre ellas, quizás la más extraña y olvidada sea un mediometraje de 1996.
Existen los actos fallidos y después, en otra categoría (en otra galaxia, quizás) existe Ghosts, el videoclip/fantasía audiovisual que Michael Jackson financió de su propio dinero en 1996 para hablar del tema que le obsesionó toda su vida: por qué la gente no dejaba en paz a Michael Jackson.
El cantante de Thriller y Billie Jean nunca fue ajeno al mundo del cine. Su gran aparición en la escena pública, fuera del microuniverso de los Jackson Five, ocurrió en The Wiz, la adaptación del Mago de Oz en clave moderna que Sidney Lumet filmara en 1978. Fue ese el primer encuentro de Jackson con las películas y de ahí en adelante vinieron los legendarios videoclips ochenteros, el corto Capitán Eo dirigido por Francis Coppola y Moonwalker (1989) esa extraña mezcla de videoclips, cortos animados y seudo-fábulas sobre el precio de la fama.
Pero Ghosts (que hasta hace poco podía verse entero en Youtube) es otra cosa. Concebido a partir de una trama donde colaboró el mismísimo Stephen King y con dirección de Stan Winston, el video le debe mucho al mundo que por esos años había patentado Tim Burton con El joven manos de tijera.
El argumento incluso es similar. Se inicia con un grupo de adultos liderados por un obeso y cascarrabias alcalde, que los lleva hasta la mansión del "fenómeno" que está alterando la paz en la ciudad. Los acompañan algunos niños, lo que es clave en la historia, porque el nerviosismo de los adultos en verdad gira en torno a la fascinación de sus hijos por el hombre que vive en la mansión.
El hombre, desde luego, es Michael Jackson. Y su mansión es al mismo tiempo la Casa Encantada, el Estudio de Baile y el Set de Televisión. Es el lugar del sueño y la pesadilla. Es un sitio donde las reglas de la física no funcionan, porque el anfitrión es alguien capaz de volar, de cambiar de forma, de habitar otros cuerpos y de hacer el moonwalking como sólo una persona pudo hacerlo.
El drama aparente es relativo a la intolerancia. Pero jamás se menciona, por ejemplo, que la molestia de estos adultos con Jackson sea de origen racial. Lo que les perturba es que el dueño de la mansión es un extraño, un freak, un flautista de Hamelin que tiene cautivados a los niños del barrio.
Ahora que están ahí, atrapados en un salón digno de Versalles, Jackson no deja que se vayan. Lo que de hecho es un eco premonitorio muy interesante del argumento de Teddy Perkins, el brillante episodio de la serie Atlanta que hace una pesadillesca lectura del propio mito jacksoniano.
En vez de echarlos a patadas, este anfitrión gótico les propone un desafío: el que se asusta primero, se tiene que ir de la ciudad para siempre. Lo que viene después es un festival de efectos especiales, música, un cuerpo de baile de muertos vivientes e incluso un homenaje a Ray Harryhausen cuando el anfitrión se quita la piel y baila convertido en esqueleto.
Todo esto sirve de excusa para montar un espléndido número musical alrededor de Ghosts, una canción que interpela a los medios y al mundo entero sin mucho matiz: "¿Quién les dio derecho a asustar a mi familia/ quién les dio derecho a sacudir mi árbol familiar/ Me ponen un cuchillo en la espalda / Me disparan una flecha / Dime ¿eres el fantasma de los celos?"
Ante el carnaval de monstruos, calaveras y zombies, los adultos del grupo se aterran. Los niños, en cambio, gozan el espectáculo. Ellos –nos dice la narrativa- comprenden al dueño de la mansión. Entienden que debajo de todos esos colmillos y transformaciones sólo se esconde un chico con ganas de divertirse, un niño como ellos. Entienden (muy en la onda de los '90) que la figura de la mansión embrujada con el mago ermitaño es un cliché de viejos que sólo puede ser tomado a la broma. Nada es real, nada es en serio, nadie va a salir dañado.
Excepto el alcalde gordinflón, quien es la verdadera amenaza para el protagonista en tanto es incapaz de rendirse a la fantasía y a la diversión. El viejo no ve nada más que a un tipo extraño y peligroso, al que quiere echar a toda costa. Así que Michael Jackson le da una lección que sólo podría impartir Michael Jackson.
La estrella pop se posesiona del cuerpo de su enemigo. Le manipula como un títere, le obliga a bailar el ritmo de la canción, a repetir sus pasos e incluso le deforma el rostro. El alcalde, le muestra Jackson a los niños, es el verdadero monstruo. El viejo debe irse, salir arrancando de ese salón de lujo donde el mundo está al revés.
Con el líder del grupo fuera de la historia, es ahora el turno de los padres de caer fascinados ante el mago de la mansión. "¿No ha sido divertido?" les dice. Todos lo aclaman. Los adultos lo han aceptado y los niños lo adoran. El hechicero del pop se ha revelado no sólo como un personaje inofensivo. Además ha resultado ser alguien capaz de poner en los padres la chispa de asombro y magia que antes sólo sus hijos podían ver en la mansión.
Es un final feliz a excepción de una breve coda: nada menos que la Parca se le aparece a Jackson, quien por un momento pierde el aplomo hasta que descubre que la presencia espectral de su verdadero enemigo (la Muerte, la vejez y la sombra que tiende sobre el mundo adulto) no es más que un par de niños gastándole una broma.
Sin embargo, ninguna confesión –y Ghosts es una confesión, aunque en la superficie parezca un alegato de defensa- está completa sin una vuelta de tuerca. En este caso, la máscara. No la del hombre de la mansión, sino la del alcalde. Ese villano malvado, blanco, obeso, viejo e intolerante, esa caricatura que el cantante hizo de sus críticos y acosadores, está interpretado por el propio Jackson, bajo kilos y kilos de maquillaje. "¿Quién es el monstruo ahora?" es una pregunta que el hombre se hace a sí mismo, de una máscara a otra.
No hay respuesta salvo la fuga. El alcalde termina saltando por una ventana. Y el hombre de la mansión, ese demiurgo bondadoso que sólo quiere estar rodeado de niños, termina aceptado y querido por quienes al principio fantaseaban con lincharlo.
Ghosts se estrenó en Cannes en 1997 e incluso pasó al VHS. Hoy día se lo menciona muy poco. Thriller es, sin duda, el mejor videoclip de la carrera de Jackson como solista. Pero Ghosts es el centro perdido, el hoyo negro de su obra audiovisual. Es el momento en que bajó la guardia. Hoy día, a pesar de toda su brillante artesanía, es un material muy incómodo de ver. Nada de lo que ofrece puede ya lucir inocente a nuestros ojos.
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