La Tercera PM

Piñera ante el “peak político” de junio: El doble examen del acuerdo y la tasa de letalidad

Durante las próximas tres a cuatro semanas el Presidente se someterá a dos pruebas. En la primera los suyos creen que lleva las de ganar si es que logra comprometer hasta el final a la mayoría de la oposición en el pacto político en desarrollo. La segunda es más incierta y dependerá de la lamentable cifra de muertes, tasa que es un bastión para él mientras no se dispare lejos del 1% que se ha logrado mantener.

El próximo martes 16 de junio, en unas dos semanas, vence el Estado de Catástrofe dictado por el Presidente a mediados de marzo y habrá de decretar una primera prórroga por otros tres meses hasta octubre. La decisión ya estaría tomada -según adelantan desde las entrañas políticas de La Moneda- y tal hito, además de ser una muestra de poder, caerá justo en medio de una franja en el calendario que ministros y cercanos a Sebastián Piñera admiten que será crucial para él y para el gobierno.

Durante las tres próximas semanas -a lo menos- coincidirán dos procesos. Uno es el acuerdo político para encarar esta crisis que el Mandatario se ha empeñado en liderar, a pesar de la resistencia inicial de la oposición. El otro es el inicio, quizás, del periodo más oscuro -parafraseando al ministro Jaime Mañalich- en términos sanitarios, con un casi seguro aumento en las muertes a causa del coronavirus que sentenciarán si el gobierno podrá o no seguir enarbolando una de las tasas de letalidad más bajas del mundo como insignia de su manejo de la crisis. Y que será el mayor indicador sanitario que quedará escrito en piedra, una de las varas que juzgarán históricamente su cometido.

En lo primero, los allegados a él insisten en que comparado con la crisis política y social del año pasado, Piñera, aunque no tiene nada aún en el bolsillo, tiene mucho más margen de maniobra. En Palacio subrayan que al menos ahora “la política está funcionando”, como remarcó ayer el ministro del Interior Gonzalo Blumel, y ahora la meta es concretar dicho pacto “rápido”, con un deadline que según integrantes del comité político de ministros expira durante el mismo junio.

A favor cuentan que Piñera ya parece haber despejado las dos primeras vallas, aunque queda trecho. La primera es neutralizar las pretensiones opositoras de que no figurara en la mesa de firmantes y que menos la liderara (como ocurrió para el pacto constituyente del 15 de noviembre). La segunda es que la mayoría de la oposición se haya allanado a acudir a dialogar. Con ese sector todavía buscando dónde quedan los puntos cardinales del mapa, en el gobierno hacen ver que ahora les será muy difícil bajarse de la conversación y quedar en el mismo bote que el Partido Comunista. Además, el gobernante no ha dejado pasar casi ningún día sin actividades oficiales.

Entre los colaboradores del dueño de casa afirman que la idea es que él mismo protagonice las dos “fotos” principales del proceso: una, que consagre que los firmantes “queden cazados” con el proceso, y otra con los resultados. La previa del primer lance será la cita con los jefes de los colectivos adversarios que Blumel sostendrá mañana por vía online, y se prevé que aunque el Presidente tiene el monopolio de enviar proyectos con cargo al erario público, éstos no se la van hacer demasiado fácil porque demandarán que el gobierno se meta la mano hasta lo más profundo del bolsillo, como ya lo intentaron infructuosamente durante la escaramuza por el Ingreso Familiar de Emergencia.

Pero las cifras demoledoras como la explosión del desempleo que conocimos ayer en la Región Metropolitana le ponen extra presión a esto. Con todo, “solo puede ganar en esto”, observa -pero con algunas reservas- Roberto Izikson de Cadem: “A la gente no le importa mucho la foto entre el gobierno y la oposición como fue en noviembre; hoy las personas están mucho más preocupadas de no morir y de susbsistir”. Y además hace ver que por muy estructural que sea el acuerdo (su raíz es un pacto económico que hay que amarrar políticamente), el mérito “no sería solo del gobierno sino que del Estado en su conjunto”.

“Pero sigo creyendo que es incierto si habrá alfombra roja al final de este camino porque en lo inmediato va a depender de los fallecidos”, advierte Izikson.

Cristián Valdivieso (Criteria Research) piensa algo parecido. Que “sin duda el gobierno se matricula con un punto si une voluntades con este acuerdo”, pero que, primero, “en este pacto todos tienen que salir ganando algo porque si no, no va a ser viable”. “Al mismo tiempo La Moneda va a tener que ceder algo de poder en términos presupuestarios”, dice, como por ejemplo aumentar el Ingreso Familiar de Emergencia u otras medidas.

En Palacio uno de los ministros consultados hoy para esta nota admitía que es probable que deban lanzar otro IEF con este horizonte de salida sanitaria lejano e incierto. No lo han decidido ni conversado a fondo, pero la UDI ya lo ha pedido.

“Esto no puede ser solo un win-win para el gobierno”, redondea Valdivieso, porque aunque Piñera figure ahora mejor que lo que estaba en el verano, “sigue estando arrinconado, en una posición incómoda y con las dos pandemias, la sanitaria y la económica”.

Pero uno de los hombres más cercanos a Piñera hace notar que éste ha ido reforzando sus posiciones para lo que viene, y fija un par de hitos. Uno, que el Presidente pasara de estar casi exclusivamente reaccionando a lo más inmediato de la crisis -asegurar ventiladores, aviones con insumos y camas- a pasar hacia la iniciativa y “reagrupar fuerzas”, instalando en casillas claves del tablero a gente suya como el exsubsecretario de Interior, Rodrigo Ubilla (a cargo del operativo Cajas de Alimentos y también participando en el de residencias sanitarias), y el también exsubsecretario de Salud, Luis Castillo. “Eso tiene que ver con pasar a liderar agendas", grafica esta voz.

El segundo hito, rescata esta misma versión, es que desde su cadena nacional de hace dos domingos ha ido encarando esto con mejor pie porque parece haber sorteado la arriesgada prueba de las Cajas de Alimentos, si es que miran las últimas encuestas y que hasta “alcaldes de izquierda” pasaron de criticar la medida a valorarla y hasta a repartir las unidades junto al intendente metropolitano Felipe Guevara.

Pero a todos les inquieta lo que ocurra con la temida tasa de letalidad. Hoy las cifras fueron mucho más duras: 86.943 casos totales y 890 fallecidos. Eso da, según la fórmula que ha remarcado el gobierno, una tasa de letalidad del 1,02%. España, uno de los países que peor ha gestionado esto y que más la ha sufrido, declaraba hoy 236.769 casos y 27.118 fallecidos, que da una tasa de letalidad del 11,45%.

En simple, en La Moneda dan casi por hecho que las muertes aumentarán, pero que si la tasa se eleva cerca del 3% o tal un poco más, podrán soportar la hecatombe. Pero si ya se empina al rango del 8% y se acerca a los dos dígitos, serán muy malas noticias que dominarán la agenda. En el gobierno dicen que se están preparando para eso pero no entregan muchos detalles, aunque declaraciones del mismo Piñera y Mañalich remarcando que han considerado peores escenarios con muchos más de 100 mil contagiados simultáneos han sido una señal. Por lo mismo está esa intención que comparten voces influyentes del gobierno de apelar al temor de la población para que cumplan las medidas sanitarias.

Y en ese cuadro, insiste un fiel piñerista, es que “de ninguna manera” se debería volver a hablar de “retorno seguro” ni de “nueva normalidad”. Algo por lo que distintas voces en La Moneda han estado insistiendo de forma interna pero también en público, cuando el fin de semana la ministra vocera Karla Rubilar admitió que esos dos conceptos pudieron incidir en el aumento de contagios. Habrá que ver si eso último se cumple, aunque una pista es el cambio de tono del Presidente y el ministro Mañalich, que ni ayer ni hoy han vuelto a insistir en la idea.

“Nadie recordará más adelante cuántos ventiladores donó la CPC ni contagiados hubo, sino que la tasa de fallecidos, esa es la variable crítica para el gobierno. Si nos acercáramos a niveles de Italia sería pésimo”, remarca Izikson. Pero además vaticina que después de eso vendrán “otras decisiones difíciles, como resolver qué va a pasar con el año escolar y con el plebiscito. Esta crisis requiere de mucha empatía, de un gobierno que se abra a escuchar, porque nada garantiza que se vuelva a encender la llama del descontento social".

Valdivieso coincide que con tantas variables esta es “una película más que una foto”, y que cuando mañana se mire hacia atrás pesará mucho "cuántas muertes hubo, cuántas pudieron haberse evitado y eso siempre comparativo al resto del mundo. Pero también se medirá por la economía y el empleo. Puedes tener muy pocos muertos, pero de poco servirá si siete meses después el hambre campea por Chile”. Y que, más que números, también pesarán “el relato y la narrativa”.

Las huestes del Presidente siempre vuelven a rescatar que “el mejor Piñera” aparece cuando está contra las cuerdas. Pero Valdivieso cierra advirtiendo que “esto no es el rescate de los mineros, no es en torno a un hito en particular. Es más complejo incluso que el terremoto del 2010: entonces armaste un plan de reconstrucción, pero acá no sabemos qué va a pasar mañana. Tienes que mirar al largo plazo pero solo puedes administrar el corto”.

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