Pitch perfect
En Hollywood, se le dice pitch a la instancia donde se describe en pocas palabras el argumento de una ficción. Sonará simple y muy práctico, pero la idea de saber desde el inicio cuál va a ser el final suele ir en contra de la más honda naturaleza humana.
Como citara en Twitter el crítico Pablo Marín, una de las cuñas más interesantes de la cineasta argentina Lucrecia Martel reza de esta forma: "Si una película se puede pitchear, no vale la pena filmarla". El concepto de "pitch" (una palabra extranjera que a muchos les remite a tardes de bar mirando fútbol) suena oscuro pero es usado para definir algo que todos hemos hecho: describir una idea de forma en que otra gente quiera convertirla en realidad.
"Dos hombres pasan veinte años en el desierto buscando a una niña secuestrada por los indios". Ese fue el pitch de Más corazón que odio (1956), recogido por la autora Polly Platt en su libro sobre John Ford. "Un robot indestructible y con apariencia humana viaja desde el futuro para matar a una mujer", podría ser el pitch de Terminator. Tal vez sería más vendedor agregar "para matar a la madre del futuro líder de la resistencia". Pero entonces tal vez el pitch sería muy largo.
Ese es otro factor clave del famoso pitch: se espera del texto que sea breve y al mismo tiempo cautivante, que describa y deslumbre. Que evoque en la cabeza de un señor muy aburrido y con muy poco tiempo la imagen de una película, serie o libro que todavía no existe.
Sin embargo, no es necesario trabajar en Hollywood para creer en el pitch. Un padre que les describe a su familia su idea para las próximas vacaciones está pitcheando una mezcla de realismo económico y utopía emotiva: "Va a ser entretenido, va a ser increíble, lo vamos a pasar estupendo aunque hemos ido a esa playa cinco años seguidos".
Más extendido aún: todos, en distintos momentos de nuestra vida sentimental o laboral, hemos descrito con mucha fe un proyecto que en verdad no sabemos si llegaremos a realizar. Un concepto que sólo existe en nuestras cabezas y que requiere de la colaboración y fe de otros. "Mi proyecto para el área contempla desarrollar un programa que implemente sesenta nuevos puestos dentro de la empresa" o "vamos a irnos a vivir juntos y en un par de años nos casaremos y de ahí pensaremos en comprar una casa".
El problema del concepto de pitch aplicado a la ficción es que supone que todos los escritores o guionistas saben cómo termina la historia antes de sentarse al computador. La Martel es lúcida cuando recuerda que el pitch viene de la publicidad y cumple un solo objetivo: describir aquello que hace único al producto dejando fuera todo lo demás.
"Todo lo demás" es lo que hace singular al cine de personas como Lucrecia Martel o a novelistas como Sergio Bizzio o a productores de televisión como el equipo que hizo Hora de Aventura. "Todo lo demás" es esa enorme parte del iceberg que no se menciona en el pitch porque suele estar hecha de inseguridad, auto-destrucción, ideas inconexas, confusión y enormes secciones de pensamiento mágico.
Eso es lo malo del pitch, a la larga: obliga a meter en una síntesis racional conceptos que suelen emerger de zonas muy irracionales. Por ejemplo, el pitch original de la gran serie Breaking Bad era: "Esta es la historia de cómo un hombre pasa de ser un profesor bonachón a Caracortada". Es sencillo, es intrigante y sugiere una narrativa pero no alude al millón de gestos, diálogos y detalles que en verdad hicieron de la serie el objeto de culto que fue.
El fallecido Raúl Ruiz se manifestó más de una vez en contra de los pitchs y sesiones de venta por una razón similar a la que defiende la directora de Zama: a veces uno no sabe de qué se trata de la historia hasta que la cuenta. Ruiz esquivaba la idea de hacer un guión al estilo gringo y más seguía una ruta. Había un inicio, un vago objetivo al final y en el medio podía ocurrir infinitos accidentes que desviaran la acción. ¿Pero "y el viaje del héroe" le preguntaron a Ruiz en una conferencia. "¿Cuál héroe?" contestó "¿y cuál viaje? ¿Cómo sabe uno cuál es el viaje que se está haciendo en la película hasta que la ves en la pantalla?".
Gran cine se ha hecho desde la planificación y el cuidado extremo, por supuesto. Pero ni las películas, ni la literatura ni la vida en general pueden evitar todo el tiempo el caos, la improvisación y la zona ciega. A veces no sólo sabemos el final de la historia cuando la contamos. A veces, sobre todo en el mundo real, sólo sabemos que hay una historia cuando decidimos vivirla.
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