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Cinco años después del fuego iglesia La Asunción abre sus puertas

Durante el primer aniversario del estallido social, un incendio destruyó el templo ubicado en Vicuña Mackenna. Aunque aún no termina su restauración, este domingo, 1.680 días después, volverá a recibir feligreses en una misa encabezada por el cardenal Chomali.

El 18 de octubre de 2020, al cumplirse un año del estallido social, el fuego consumió una de las iglesias más antiguas de Santiago: la Parroquia La Asunción, construida en 1876. El incendio, provocado tras una jornada de protestas en los alrededores de Plaza Baquedano, no solo redujo a escombros su techumbre, sino que también destruyó el altar y el histórico campanario.

El párroco Jaime Tocornal, quien ha acompañado a la comunidad desde antes de los ataques, tiene un recuerdo vívido de lo ocurrido. “La iglesia se quemó en el aniversario del estallido social, lo que para nosotros fue un acto programado. Mientras celebrábamos misa, nos tiraban piedras. No era una rabia cualquiera”, asegura.

Casi cinco años después el templo ubicado en Vicuña Mackenna volverá a abrir sus puertas. Lo hará este domingo 25 de mayo, coincidiendo simbólicamente con el Día del Patrimonio, en una misa que oficiará el cardenal Fernando Chomali.

“Lo que quedó en pie tras los hechos vandálicos fue solo un esqueleto de muros vacíos, pero la fe de sus fieles permaneció firme”, recuerda la sección chilena de la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN), entidad que financió parte importante de las obras.

Hoy el templo no está completamente restaurado, pero su estructura fue reforzada, se instalaron nuevas techumbres, puertas y ventanas, y se ejecutaron reparaciones eléctricas y de pintura que permiten su uso comunitario. Se trata, como lo define el equipo arquitectónico, de una “puesta en marcha”.

La rehabilitación estuvo a cargo de la oficina Infante Poblete Montt, liderada por uno de los arquitectos -Gerardo Infante-, quienes ya han trabajado en la reconstrucción de otras estructuras patrimoniales, como la Iglesia de Santa Olga tras los incendios de 2022.

“Antes del incendio ya habíamos revisado la iglesia para una remodelación menor, porque había sido vandalizada en reiteradas ocasiones durante 2019. Pero luego del fuego todo cambió: se desplomó el campanario y hubo que replantear el proyecto desde cero”, explica.

Uno de los daños más sentidos fue la pérdida de una pintura del altar principal, obra de un artista italiano, de la cual no existe copia. Sin embargo, Tocornal recuerda un hallazgo simbólico durante la remoción de escombros: una pieza de la campana caída del techo, que tenía inscrita la palabra “esperanza”.

Pese a la destrucción, la comunidad no se detuvo. “Nunca suspendimos las misas. Seguimos en un salón al lado. Esta es la reapertura del templo material, pero el espiritual nunca se cerró”, agrega Tocornal.

El desafío fue complejo. Uno de los principales obstáculos fue la condición patrimonial del inmueble, que requería múltiples autorizaciones. Según relata Infante, recién a comienzos de 2024 se obtuvo el permiso necesario para iniciar las obras.

El proyecto fue autorizado por el Ministerio de Vivienda como inmueble de conservación histórica, pero enfrentó otra dificultad: no existían planos ni registros. El equipo debió trabajar basándose en una tesis universitaria que detallaba las medidas estructurales del edificio del siglo XIX. En palabras del arquitecto, el objetivo fue “dejar la iglesia en pie con lo mínimo, pero con sentido”.

Con un presupuesto acotado se optó por una solución provisoria: se levantó una techumbre tipo galpón, se reforzaron los muros con riesgo de derrumbe, se recuperaron las puertas originales y se pintó el interior de blanco para unificar visualmente los espacios dañados. “No es una restauración formal, es una reapertura funcional”, aclara.

Incluso las puertas laterales, valiosas patrimonialmente, pero riesgosas por su exposición, fueron transformadas en ventanas protegidas con estructuras metálicas, diseñadas especialmente para prevenir actos vandálicos.

Aun así, como plantea el arquitecto, este es solo el primer paso hacia una reconstrucción más profunda, que requerirá nuevas fuentes de financiamiento.

Una de ellas, explica el párroco Tocornal, será a través de acciones de autogestión, como venta de sopaipillas, completos y otras iniciativas para recuperar bancas, mobiliario y elementos litúrgicos. Pero también hay un juicio que, creen, traerá resultados: una demanda contra el Estado por negligencia en la protección del inmueble patrimonial.

Si la Corte Suprema falla a favor, en la iglesia aspiran a que parte de lo demandado -recursos que alcanzan los $3 mi millones- puedan destinarse a la restauración definitiva del campanario y de las obras de arte perdidas. “El estudio de abogados que tomó el caso encontró que hubo negligencia grave. De ganarse, se deberá conversar con el arzobispado en qué amerita gastarse”, adelanta el párroco.

Pero antes de eso, este domingo, a las 10 de la mañana, se llevará a cabo la esperada misa de reapertura. Consultado al respecto, Chomali afirma que “la Iglesia está viva y muy activa porque logramos recuperar el templo. Es darle a la sociedad entera, esperanza”.

Al cierre también reflexiona sobre el daño causado en el lugar. “Hay razones difíciles de reconocer, pero también hay una razón teológica: a muchas personas les molesta la presencia de Dios en la vida de un país. La Iglesia representa lo contrario a la anarquía”, afirma.

Junto con La Asunción, este fin de semana la Parroquia de La Veracruz -otra que sufrió daños en el estallido- será parte del Día de los Patrimonios tras ser reabierta en marzo de 2024.

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