Lo primero que descorazona es constatar que es cada vez más difícil organizar eventos políticos en público sin que terminen en trifulcas y exhibiciones de mal gusto. No importa si al estrado se suben Piñera, Frei o el Viejito Pascuero, siempre hay entre los asistentes -que pueden ser simples ciudadanos, pero también autoridades electas- un grupito que va solamente a gritarle al orador (insultos o alabanzas, da lo mismo), a desplegar pancartas y, en general, a hacerse notar por su falta de educación y modales.
Un espectáculo que, a fuerza de incidentes como el ocurrido el jueves durante el II Congreso Nacional de Concejales -donde los representantes concertacionistas impidieron a gritos la intervención del abanderado presidencial de la Alianza-, es cualquier cosa, menos edificante.
Lo segundo que decepciona -y sorprende- es ver que, ante dicho episodio, una senadora de la República reacciona echándole leña al fuego, debilitando en el proceso su autoridad moral para encarar a los responsables por su falta de decoro. Fruto de aquello, ahora se discute si la parlamentaria rasguñó o no en el rostro a uno de los enardecidos concejales oficialistas. Qué lindo.
¿Era necesario, senadora Matthei, ponerse a forcejear con tan poco glamour? ¿No era mejor demostrar una fría y distante indignación? Total, "desgañítense ustedes, si quieren -pudo haberles dicho-, mi candidato está estancado en el primer lugar". Sí, esa hubiera sido mejor respuesta que sacar garras y dientes. Si no, fíjese como salió la foto. (MOJ)