Gerardo Joannon: "Yo ayudé a que no murieran niños y ahora se legisla para matarlos"
El religioso dice que regresó a Chile producto de la enfermedad de su hermana y critica el proyecto sobre despenalización del aborto en tres causales.

En la década de los años ochenta, un sacerdote de la congregación de los Sagrados Corazones (SS.CC.) llegó a misionar a la provincia de San Felipe, en la Región de Valparaíso. El religioso desplegó un trabajo extenso en la zona rural, por lo que su retorno, este sábado último, 30 años después, sorprendió sólo a algunos. Su nombre: Gerardo Joannon Rivera.
Conversando con residentes en la plaza central de San Felipe, casi todos ya saben de su llegada o han escuchado de ella, pero nadie conoce demasiado su historia reciente. En abril de 2014, Joannon, en ese momento párroco de La Anunciación, en Santiago, fue vinculado a presuntas adopciones irregulares que ocurrieron en Chile, en las décadas de los años 70 y 80.
La investigación religiosa preliminar de los SS.CC. concluyó que el religioso “participó activamente” en dos casos. La justicia civil sobreseyó la causa, por encontrarse prescrita, y una indagatoria del Vaticano determinó que no había delito canónico en sus acciones, pero dejó en manos de su superior en Chile las posibles sanciones.
La congregación, entonces, en abril de 2015, lo envió a Merlo, Argentina, para un proceso de reflexión y oración, pero el presbítero regresó a fines del año pasado y pidió un “permiso de ausencia”.
Ahora, a sus 79 años, Joannon, acaba de ser acogido por el obispo de la diócesis de San Felipe, Cristián Contreras Molina. El sábado pasado ayudó a celebrar misa. Y recibió a La Tercera en los jardines de su nueva casa, la Parroquia Inmaculada Concepción de Santa María.
Oficialmente, ¿cuándo volvió a Chile?
En septiembre (de 2015), mi hermana estuvo muy enferma unos meses y falleció hace uno. Ese acontecimiento fue crucial para decidir volver a mi país.
Su caso fue prescrito por la justicia civil, pero los SS.CC. lo trasladaron a Argentina...
Yo no fui enviado como castigo, no soy una guagua, me sacaron del asedio periodístico.
¿Cómo fue recibido por su congregación tras el regreso?
Mal, mi superior tuvo una actitud muy poco humana, no respondió como un hermano que debía ayudar a otro; por eso pedí un año de licencia, que es un derecho.
¿Pensó en abandonar la orden?
Pude jubilarme, tengo más de 50 años al servicio de la Iglesia, pero creo que Dios me ha hecho instrumento de él y he ayudado a muchísima gente; y no quiero dejar eso.
¿Cómo llega a la diócesis de San Felipe?
Reconozco que antes acudí a otra, cerca de Santiago, pero me tramitaron mucho, hasta que conversé con el obispo Cristián Contreras Molina.
¿Tuvo alguna condición para ingresar?
Ninguna, (el obispo) fue extremadamente cariñoso, fue un padre para mí, lo que yo esperaba que un superior pudiera ser.
¿Tiene expectativas de los fieles?
Que sepan que era mentira todo lo que se dijo de mí.
¿Qué era mentira?
Que yo buscaba padres para que adoptaran guaguas, o que buscaba padres para que dieran en adopción.
¿Reconoce haber cumplido algún rol en los casos de adopción irregular investigados?
Yo sólo cooperé con los padres que se acercaban, porque querían abortar, y les recomendaba médicos y lugares donde podían dar en adopción. Después llegaban familias a bautizar guaguas adoptadas conmigo, pensé que eso era a modo de agradecimiento, pero yo no tomaba decisiones por nadie. Nunca recibí dinero, porque nunca sabía qué familia se quedaba con una guagua.
La sociedad está escéptica. ¿Usted espera que le crean?
Con mi regreso, espero demostrar mi compromiso con la misión. Siempre he sido un sacerdote que ha estado entre ricos y pobres. Tengo mucha llegada con los jóvenes. Y voy a tratar de ayudar espiritualmente a alguien que quiera abortar para que no lo haga, porque es un daño irreparable. No conozco a nadie que haya abortado y se haya recuperado. Es muy duro y ahora con el proyecto del Congreso es peor.
¿En qué sentido?
No podría tolerar ninguna de las tres causales del proyecto. Por más maravillosas que sean las mujeres, no pueden decidir por otra vida. Yo ayudé a que no murieran niños y ahora se legisla para matarlos. Todas las causales son malas, la de violación es la peor.
¿Cómo enfrenta los cuestionamientos a la credibilidad de la Iglesia por casos de abusos?
Uno siempre lleva la Iglesia detrás y tenemos que trabajar para hacerla lo más comunitaria posible y menos manipuladora, abordando a todos los sectores.
Pero, ¿considera que sus pares que cometen abusos sexuales deben ir a la cárcel?
Es una pena, yo creo que sí, sobre todo para su vida interior, es un medio para purificarse y pedir por la gente.
¿Cree en quienes lo han negado?
Bueno, al sacerdote John O’Reilly lo conozco de toda la vida, creo en su inocencia. Yo estoy de acuerdo con la cárcel para ese tipo de crímenes, pero a él le creo, porque para qué joderse la vida con la trayectoria magnífica que tiene, es una pena.
¿Mantiene contacto con él?
Hace como tres meses estuve con él, está bien afectado, no reconoce los hechos.
¿Qué le aconsejó en ese encuentro?
Tenemos confianza, así que le dije “cómo puedes ser tan pajarón”. Lo siento un hombre muy ingenuo, demasiado transparente.
¿Por qué le cree?
Porque no me lo imagino metido en eso, menos en ese colegio. Teniendo una obra tan bonita, no me calza.
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