El repertorio de Itzhak Perlman da para todo. Desde Bach y Mozart hasta los más modernos Béla Bartók y Alban Berg. Del jazz a la música folclórica china y de las composiciones de John Williams hasta la tradición judía. El violinista israelí no se atraganta con los géneros y apellidar a la música como clásica, popular o jazzística le parece semántica inútil. Por eso, cuando el próximo martes y miércoles toque en Chile por segunda vez hará lo que mejor saber: mezclar, como si trabajara con una licuadora de armonías.

"Toda mi vida he tocado lo que me gusta. Eso es lo que mueve a un músico: mientras haga lo que gusta, uno estará bien. Y debo decir que a mí me gusta mucho lo que hago. No toco a John Williams o jazz por seguir alguna moda. Sólo lo hago porque me interesa. Soy, fundamentalmente, un músico de formación clásica que tiene inquietudes por lo nuevo que se está haciendo en el mundo", explica desde su habitación de hotel en Ottawa (Canadá), donde este lunes ofreció un recital junto al pianista Rohan de Silva.

El programa de Canadá es el mismo que tocará en el Teatro Municipal. Consiste en la Primera Sonata para Violín, de Beethoven; la Sonata para Violín, de Franck; la Sonata El Trino del Diablo, de Tartini, y un apartado especial dedicado a obras que el mismo Perlman llama "sorpresas". En Ottawa se trató de piezas de lucimiento del virtuoso austríaco Fritz Kreisler, cada una de ellas comentada por Perl-man antes de la ejecución respectiva. En Chile puede cambiar: tal vez jazz, sound-tracks de películas o la música popular judía conocida como klezmer.

"Aún tengo grandes recuerdos del concierto con música de John Williams al aire libre en Chile", dice Perlman, sobre aquel show gratis que ofreció en el 2010 en el Parque Bicentenario. "Todo fue inusual para mí en esa oportunidad: una audiencia cálida como pocas en mi vida, un lugar al aire libre muy curioso y, bueno, una serie de piezas de John Williams con pantalla gigante en el fondo", agrega Perlman, quien a los 67 años acumula 15 premios Grammy y cuatro Emmy.

Ahora, de retorno al país, recurre a su amplio apetito musical para ingresar más en lo clásico. Por lo menos, en lo que se conoce del programa. "Siempre es bueno sorprender con algo. Generalmente lo decido en el último minuto", explica Perlman, con su grave voz de barítono. "La primera pieza, la sonata de Beethoven, es una composición de juventud, antes de la sordera. Es casi como si fuera de Mozart, sin la tensión o el drama con que uno asocia normalmente a Beethoven. La composición del belga César Franck es muy elegante y muy romántica, con un leve toque francés. Y bueno, la obra de Giuseppe Tartini es barroca, virtuosa. Sabe, nunca toco algo que no quisiera oír. Trato de ponerme en los zapatos del auditor", argumenta.

¿Recientemente grabó un disco de música judía?

Es el tipo de música que yo escuché siempre de pequeño en Israel, en Tel Aviv. Se toca en las sinagogas y también, en las plazas. Tiene un carácter religioso, pero también popular. Hicimos el disco porque encontré a este gran cantor judío que se llama Yitzchak Meir Helfgot, un tipo con una voz excepcional. Creo que el violín y su voz hacen una combinación perfecta. Tal vez salgamos en una gira juntos y visitemos Sudamérica.

¿Qué opina de la gran cantidad de músicos chinos en boga: Lang Lang, Yundi Li, Jiang Wan, etcétera?

Creo que es un fenómeno real. Me ha tocado trabajar en programas de enseñanza en China y es impresionante la cantidad de talentos que se desarrollan. El punto es: ¿qué hacer cuando todos estos chicos llegan los 18 años, que es cuando realmente se ve si un talento va a ser excepcional o sólo correcto? Ahí está la diferencia. Por lo demás, en el mundo musical hay ciclos: en un momento, la mayoría de los intérpretes venía de Rusia, luego de Israel y ahora llegan desde China, Corea del Sur y Japón.