Histórico

Jaime Collyer y su nueva novela: "Es un viaje a la locura"

El autor de Gente al acecho publica Fulgor, sobre un hombre que cree ver una supernova.

Hace cinco años, Jaime Collyer intentó volver en el tiempo. Intentó reinstalarse en Madrid. Todos los 80 los pasó allá, con un matrimonio en marcha y una carrera literaria en sus primeros pasos. En su memoria no había dudas: la década madrileña había sido feliz. En 2006 quiso volver. Consiguió trabajo como traductor para Seix Barral, un departamento y llevó consigo dos proyectos de novelas. Algo no cuajó. Madrid no era la misma, sus amigos ya no estaban, su matrimonio había terminado, su hijo pequeño no jugaba en las plazas. "Fue una sensación de descalabro total", cuenta.

Volvió a Chile al cabo de un año, después de que su padre falleciera. La "vía de escape" que Madrid representaba para el autor de El infiltrado ya no existía más. Tenía un poco más de 50 años y no pocas veces, al ver un atardecer, pensaba: "En algún momento esto se va acabar. Se va a fundir". No el día, él, Jaime Collyer.

Volvió a hacer clases, a dictar talleres. Siguió escribiendo. En 2009 publicó La fidelidad presunta de las partes, una novela que hacía eco de la situación política del mundo después del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, y una de las que trabajó en España. La otra que se llevó, más íntima y sicológica, le demoró un poco más. Ahora llega a librerías.

Se llama Fulgor y, de soslayo, atrapa el ánimo de Collyer en su fallida recaída con Madrid: es la historia de Nicolás Fonseca, un meteorólogo en crisis que acepta un trabajo en la cordillera, al lado de un centro de esquí, y pasa un año entero sin bajar a Santiago. Solo. "Tiene problemas eréctiles, problemas conyugales, de aislamiento, de adaptación, falla en su labor como meteorólogo. Vive la gran crisis de madurez", cuenta el escritor.

El delirio

Todos los días, allá en la estación de Valle Escondido, Fonseca debe mirar el cielo y enviar a Santiago el pronóstico meteorológico. Pero es una sola cosa la que le preocupa: la disfunción eréctil que le dejó una operación en la ingle para extirpar una hernia. Casi pasado un año, algo cambia la rutina: un fogonazo repentino en el cielo. Fonseca está seguro de que se trata de una supernova, pero en ningún otro observatorio ha quedado registro de un evento de esa magnitud.

"Mi idea inicial está en eso de que alguien ve algo que los demás nunca llegan a ver. Eso que está ahí, ¿está o no está? Por esa vía, la novela se me convirtió en un viaje a la locura. A Fonseca se le empieza a desdibujar la realidad y empieza a perder los parámetros. Por la vía de la supernova presunta empieza a experimentar un descalabro", cuenta Collyer.

Fonseca, entonces, avizora lo irracional. Lo inquieta la presencia de un vagabundo que merodea por su cabaña: el Yeti, ex jefe de obras de un complejo turístico en la nieve que dejó todo para llevar una vida salvaje y solitaria. Fonseca se ve tentado a seguir su camino. Algo más: cerca de su cabaña, se levanta un hotel que, terminada la temporada de nieve, queda solo. Lo empieza a visitar, fascinado por los restos de viajeros. Allí imaginará -y vivirá- otra vida.

Es el eco de la supernova, dice Collyer. También es una constante en sus obras: un intelectual que se ve invadido por lo irracional. "Tiene que ver conmigo", dice el escritor. "Como académico, siempre he sentido una fascinación mucho mayor por el lado de allá. Me fui de la sicología porque empecé a experimentar una empatía total con los locos. Me pasé a la literatura, donde tienes que enfrentarte a realidades no estructuradas, trabajar con el delirio. Como decía Donoso, hay que instalarse en la fisura. En la escritura me encuentro con eso y me lo permito", dice.

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