La intensa vida santiaguina de los artistas

Pearl Jam, Franz Ferdinand, The Hives y Passion Pit fueron algunos de los grupos presentes en la cita que aprovecharon sus horas libres nocturnas para otras ocupaciones, desde compartir con los otros músicos, hasta improvisados shows paralelos.




Los acordes de Yellow Ledbetter aún no se evaporan del Parque O'Higgins y ya en el cierre definitivo del show de Pearl Jam de la noche del sábado, Eddie Vedder baja del escenario por una escalera trasera, le tiran una toalla para aplacar el sudor y se sube raudo a una van polarizada, mientras Perry Farrell y Josh Homme, los dos aliados que lo acompañaron por unos minutos en escena, se montan en otras dos camionetas con rumbo al hotel Ritz-Carlton.

El plan es claro: abandonar rápido a la multitud para encontrar un espacio privado donde brindar como compadres y amigotes. El contexto es favorable: tanto la noche del viernes como la del sábado, los invitados de Lollapalooza Chile contaban con chipe libre para armar una agenda a su antojo, por lo que Santiago se llenó de ilustres del circuito anglo que querían hacer y decir algo más que "Hola Chile" sobre el Parque O'Higgins.

De hecho, cuando Pearl Jam y los suyos llegaron al recinto de Las Condes, en uno de los salones principales se desarrollaba un concurrido matrimonio. En el bar, la presencia de músicos de varios grupos era evidente incluso para los que fueron a presenciar el sí de la novia: cerca de la una de la madrugada, dos bateristas, el de The Hives y Queens of the Stone Age -Chris Dangerous y Jon Theodore, respectivamente-, salieron a fumarse un cigarro y compartieron de manera improvisada con los comensales de la boda. Aquí, unos de gomina y una veinteañera que horas antes había capturado el ramo; allá, otros de pelo enmarañado y que horas antes habían tenido a 70 mil personas bajo su dominio.

Adentro, en el Ritz, los miembros de Pearl Jam junto a los de Queens of the Stone Age y The Hives charlaban en mesas comunes, aunque Vedder, uno de los grandes protagonistas del debut, optó por acostarse temprano ante un leve dolor de oídos.

Los que nunca pensaron en recluirse a primera hora fueron los músicos de Franz Ferdinand. Ese mismo sábado a la medianoche, pero en el otro polo de la ciudad, en la legendaria discoteca Blondie, dos de sus cuatro miembros -entre ellos, el vocalista Alex Kapranos- arribaban a una de sus pistas para oficiar como DJ. El vínculo se logró luego de que el mismo cantante, en 2011, fuera hasta el lugar para ensamblar distintos temas y quedara maravillado con el estilo y la historia del mayor enclave capitalino del pop británico. "Estaban muy entusiasmados", cuenta Ariel Núñez, DJ histórico de Blondie, agregando que, para esta vez, optaron por una paleta sonora que fue de Velvet Underground hasta música más vernácula.

Igual de entusiasmados se vio a los hombres de The Hives, quienes llegaron hasta el hotel W el pasado viernes para calzarse traje de DJ y disparar una selección que fue de Elvis hasta Chubby Checker. Más moderno, Jeff Apruzzese, bajista de Passion Pit, repitió el ejercicio 24 horas después con remixes más variados. Como coincidencia, los propios Hives los aplaudieron desde el público.

Menos estresado y sin pensar en máquinas estuvo Taylor Hawkins, baterista de Foo Fighters que ayer apareció en el Kidzapalooza con su banda Chevy Metal. Invitado por el mánager de la marca de ropa Patagonia, el percusionista, uno de los más reputados del circuito, llegó hasta Pichilemu para surfear y liderar una fiesta privada donde desplegó sus pergaminos tras las baquetas. "Quedaron fascinados con el pueblo por lo tranquilo y porque nadie los molestaba ni pescaba", cuenta el surfista Ramón Navarro, invitado de honor de la cita.

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