Histórico

La operación de rescate de los rehenes en Entebbe cumple cuatro décadas

Una fuerza militar israelí viajó hasta Uganda para liberar a un grupo de más de 100 secuestrados. El segundo al mando en el terreno, el actual general retirado Matan Vilnai, recordó para La Tercera esa operación temeraria.

Pasadas las 11 de la noche del 3 de julio de 1976, una limusina negra Mercedes Benz, que parecía ser la del dictador ugandés Idi Amin, escoltada por vehículos Land Rover, se acercó al edificio del aeropuerto de Entebbe, cerca de Kampala, en Uganda, tal como lo había hecho el gobernante en los días anteriores para visitar al centenar de prisioneros que permanecía ahí. Pero en el interior no iba Amin, sino que parte del grupo de asalto del Ejército israelí que había llegado minutos antes, en forma completamente sigilosa. Su objetivo era liberar a los pasajeros y a la tripulación de un vuelo de Air France que habían sido secuestrados una semana antes por un comando conformado por extremistas palestinos y alemanes.

"En ese tipo de operaciones la posibilidad de predecir el éxito es especular. Por lo tanto, la decisión de actuar no se toma sólo por las posibilidades de éxito, sino que también se considera toda la situación y su importancia. En este caso, la evaluación más positiva daba un 20% de éxito. Yo era el más optimista y le daba 50%". Así recuerda Matan Vilnai 40 años después las estimaciones que hacían los militares israelíes antes de lanzar la llamada Operación Trueno de rescate en Entebbe.

Vilnai, actual embajador israelí en Beijing, era el número dos del comando, detrás del general que estuvo a cargo de la misión. "A pesar de las bajas expectativas de éxito, decidimos proceder con la operación, porque no teníamos otra alternativa y estuvimos obligados a actuar, ya que los terroristas amenazaron con empezar a ejecutar a los rehenes uno por uno, algo que no se podía permitir", dijo a La Tercera este mayor general en retiro.

El vuelo 139 de Air France, con 248 pasajeros y 12 tripulantes, había sido secuestrado el 27 de junio cuando se dirigía a París. Había despegado desde Tel Aviv (Israel) y había hecho una escala en Atenas. Dos palestinos del Frente Popular para la Liberación de Palestina y dos alemanes de las llamadas Células Revolucionarias llevaron el avión, un Airbus A300, primero a Bengasi (Libia), donde cargó combustible y fue liberada una pasajera, y luego hacia el Aeropuerto de Entebbe, cerca de la capital ugandesa. Ahí, al comando extremista se sumaron cuatro palestinos y cinco alemanes, y las fuerzas ugandesas les prestaron toda la colaboración.

Los secuestradores exigieron la liberación de 40 palestinos presos en cárceles de Israel y otros 13 detenidos en Kenia, Francia, Suiza y Alemania Occidental. Y dieron como ultimátum el 1 de julio, cuando comenzarían a matar rehenes. Instalados en el antiguo edificio del aeropuerto, los captores pusieron en un sector a los judíos e israelíes, y en otro al resto de los prisioneros. El 30 de junio buena parte de los secuestrados no judíos y no israelíes habían sido liberados, y al día siguiente los extremistas pospusieron el ultimátum hasta el mediodía del 4 de julio, en vista de la aparente disposición del gobierno israelí, liderado entonces por Isaac Rabin, de negociar.

Con este margen adicional, los militares israelíes, con el ministro de Defensa a la cabeza, Simón Peres, comenzaron a idear un arriesgado plan de rescate, que incluía viajar en secreto más de 3.800 kilómetros por espacio aéreo enemigo, llegar a un terreno desconocido rodeado de tropas hostiles, enfrentarse a los secuestradores, rescatar a un centenar de civiles, encontrar un país que les proporcionara combustible para regresar y volar otra vez hasta Israel. Contaban con algo de información: algunos de los rehenes liberados entregaron datos valiosos sobre los extremistas y una firma israelí que había construido años atrás el edificio donde se encontraban los secuestrados proporcionó el detalle del lugar.

La Operación Trueno se puso en marcha el 3 de julio. Dos centenares de soldados, cuatro aviones Hércules C-130 y dos Boeing 707 volaron desde Sharm el Sheij, en la península del Sinaí (entonces bajo control israelí) hacia el sur, por el Mar Rojo. Se voló a una altura inferior a los 30 metros para evitar ser detectados por los radares de Egipto, Arabia Saudita y Sudán. Ya llevaban un buen trecho del camino cuando el gabinete Israelí dio luz verde a la acción militar tras un arduo debate. Debían volar sobre territorio de Djibouti, Somalía, Etiopía, Kenia y luego sobre el Lago Victoria para aterrizar en Entebbe.

"Mi brigada era un tercio de las fuerzas sobre el terreno en Entebbe y éramos responsables del cordón externo de la terminal", explica Vilnai. Uno de sus grandes amigos, Yonatan Netanyahu -hermano del actual primer ministro israelí- también formaba parte de la operación. Lideraba la unidad de elite, Sayeret Matkal. "Crecimos en el mismo barrio de Jerusalén y estudiamos juntos en las mismas escuelas porque nuestras familias son muy cercanas. Incluso yo convencí a Yoni desde que nos enrolamos en los paracaidistas", contó el actual embajador a este diario.

El primero de los aviones Hércules aterrizó en la pista principal del aeropuerto y se acercó al edificio donde estaban los rehenes. Bajaron el Mercedes y los Land Rover y se dirigieron al objetivo. Irrumpieron en el lugar y ahí consiguieron matar a todos los captores. Sin embargo en el intercambio de disparos fallecieron tres rehenes. En el exterior se libraba otra batalla contra las fuerzas ugandesas y otro pelotón se encargaba de destruir una flota de 11 aviones Mig 17 para eliminar el poder de fuego de los africanos.

La situación parecía controlada y 103 rehenes ya habían sido evacuados a uno de los aviones cuando desde la torre de control uno de los secuestradores disparó contra los israelíes e hirió mortalmente a Netanyahu. "Su muerte tuvo un tremendo impacto en nuestro país porque él fue un típico héroe israelí. El lideró su unidad de elite en una misión lejos de casa y pagó con su vida para cumplirla", destacó Vilnai.

Sin mayores contratiempos, los aviones pudieron retornar a Israel, previa escala en Kenia para cargar combustible. Con la llegada de los secuestrados estalló una verdadera fiesta en Israel y la Operación Trueno se convirtió en una de las mayores victorias del Ejército israelí tan lejos de sus fronteras y en su combate contra el terrorismo. Precisamente con motivo de estos 40 años, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, viajará a Uganda y lo hará acompañado de algunos de los aviones C-130 y de veteranos que pelearon junto a su hermano.

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