"Sólo soy un libertario al que le gustaría terminar sus días como libertino". Así se definió hace tiempo el cineasta español Luis García Berlanga, que falleció a los 89 años, dejando un gran legado como el retratista de la España del siglo XX. De sí mismo, decía que era anarquista y burgués independiente, aunque para sus compatriotas fue sobre todo un gran cronista de un país marcado por la guerra civil.

Dentro de su trayectoria, se encuentra haber dirigido más de una veintena de películas, tales como Bienvenido, Mister Marshall, con la que retrata a su país en la década de 1950, aún afectado por la guerra. El film habría podido ser su gran aporte al cine español. Pero Berlanga siguió cosechando obras de arte, trabajando en muchas de ellas con Juan Antonio Bardem y con Rafael Azcona.

Este último estuvo a cargo del guión de Plácido (1961), la película con la que Berlanga compitió por el Oscar al mejor cinta en habla no inglesa, una comedia en la que critica cómo se intentan limpiar las conciencias burguesas. Y es que, pese a haber sido objeto de censura durante el régimen franquista, siempre logró colar sus juicios en sus películas.

En una ocasión, los censores le prohibieron hacer una toma de la Gran Vía madrileña, una decisión cuya razón no se llegaba a entender. Pero los censores habían pensado que tratándose de Berlanga, ¿quién garantizaba que no iba a poner tres obispos saliendo de la mítica sala de fiestas Pasapoga?

Volvió a trabajar con Azcona en El verdugo (1963), alegato contra la pena de muerte y retrato irónico de las contradicciones en las que estaba inmersa la España franquista. Y en "La escopeta nacional", retrato de la clase empresarial y política de finales del franquismo. Se reunieron en La vaquilla (1985), en la que muestra una visión absurda y descarnada de la guerra civil española.

"No entiendo la tendencia de los españoles a matarse por ideas. La guerra es una situación atroz, una pérdida de valores humanos como la amistad y la tolerancia", dijo en alguna ocasión sobre el conflicto armado en el que él mismo participó.

Hijo y nieto de políticos de la República, luchó en el bando antifranquista, pero después se alistó en la División Azul. Él lo explicó después: a su padre le amenazaba la pena de muerte y pensó que estar en la unidad de voluntarios españoles que sirvió en el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial podría ayudarle.

Otra razón fue "cierto espíritu de aventura que, a la vez, suponía escapar de una posible depuración por haber estado con los republicanos. Lo cierto es que acababa de tener un fracaso amoroso y estaba desesperado", contó.

Nacido en Valencia el 12 de junio de 1921, estudió con los jesuitas y en un internado de Suiza. Comenzó Derecho y Filosofía y Letras, pero dejó esas carreras para luchar en la guerra civil. En 1947, tras su experiencia en Rusia con la División Azul, ingresó en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, y allí se diplomó en 1950.

Fue miembro fundador de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, de la que actualmente era presidente de honor. "Cuando la fundamos pusimos dos condiciones: que no fuera reivindicativa y que la gente fuera a los Goya de esmoquin. No nos han hecho caso en ninguno de los dos casos", dijo en una ocasión.

A lo largo de su carrera fue distinguido con importantes galardones. En 1981 obtuvo el Premio Nacional de Cinematografía. Dos años después fue reconocido con la Medalla de Oro de Bellas Artes. En 1986 recogió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.

Además de con Plácido compitió por el Oscar con Patrimonio nacional (1981). Y en 1993 recibió el Goya al mejor director por Todos a la cárcel.

Su último largometraje fue París Tombuct" (1999). Y desde entonces vivió prácticamente retirado del mundo del cine, sufriendo Alzheimer. Su última aparición pública fue hace unos meses, cuando se inauguró en Madrid una sala que lleva su nombre.