Se impone el hombre de familia
<img height="15" alt="" width="50" border="0" src="http://static.latercera.cl/200811/193770.jpg " /><br /> El prototipo masculino pareciera estar cambiando. Hoy emergen hombres que necesitan involucrarse emocionalmente con su familia. Y la virilidad de estos machos no se cuestiona.
En uno de los capítulos de la exitosa serie Los 80 de Canal 13, un incómodo y enojado Daniel Muñoz debía quedarse a cargo de sus hijos mientras su mujer viajaba a Mendoza para comprar ropa y venderla en Chile. Ella quería ayudar con la economía familiar, pero había algo que le molestaba profundamente a este hombre honesto y trabajador: eso de que ella estuviera trayendo el dinero a la casa y, por lo mismo, distrayéndose de la crianza de los niños. El amigo (interpretado por Daniel Alcaíno), sin intención alguna de alivianarle el peso de "su cruz", lo trataba de algo así como "mandoneado".
La imagen que proyectaban entonces los hombres ha ido variando. No sólo en lo que se refiere a compartir los gastos ni los deberes de la casa, sino en el nivel de compenetración que están teniendo ellos con sus familias. José Manuel (36 años, ingeniero) es ejecutivo de una importante empresa y papá de un niño de 3 y otro de 1 año: "Se me están dando hartas posibilidades de ascender en el trabajo, pero estoy en la duda, porque también quiero pasar más tiempo con mis hijos y en mi casa", dice.
Hay imágenes que hoy recorren el mundo: la de un Brad Pitt que adopta hijos y que se retrata junto a sus mellizos recién nacidos con un trasfondo lleno de mamaderas. El antes considerado icono de los metrosexuales (hombres excesivamente preocupados de ellos mismos), ahora es un homo sapiens al que le faltan manos para cargar a sus guaguas.
Algo parecido sucede con el electo presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Lejos del retrato de un George Bush involucrado en las guerras y que apenas se fotografiaba con su familia, él aparece en su campaña abrazando con ternura a sus hijas, les regala un cachorro, habla de su mujer como "su mejor amiga" y, de paso, se convierte en uno de los hombres más creíbles.
Maribel Vidal, publicista y directora de planificación estratégica de McCann Erickson, explica: "Varios hombres han empezado a hacer cosas que no vieron en sus padres. Muchos entre los 30 y los 40 comentan: 'Hago cosas con mis hijos que no hacían conmigo, porque los patrones de conducta eran otros'. Las reglas del juego cambiaron, ahora están más conectadas con lo emocional".
Josefina (37, publicista) cuenta el sistema que tiene implementado con su marido Sebastián (38, ingeniero) para cuidar a sus dos hijos de 5 y 3 años: "Somos bastante salomónicos. Ganamos más o menos lo mismo y nos dividimos los gastos por igual. La diferencia es que yo estoy contratada y él trabaja de manera independiente, así es que puede manejar más los tiempos. Pasa todos los días por la casa, almuerza con los niños, se preocupa de que coman, pero más que nada de estar con ellos. También habla con la nana cuando le parece que hay un problema. A veces se queda trabajando desde la casa y, a la vez, le enseña a escribir a la mayor. Es súper preocupado por los niños y estar con ellos es lo mejor que le puede pasar. A mí me encanta que sea así, me hace quererlo mucho más y me enamora ver lo que les entrega. Nosotros queremos que ellos estén bien en el sentido más amplio, no sólo preocuparnos por lo académico o de tener plata para una mejor casa o mejores vacaciones. Y eso pasa por poder estar con ellos lo más posible. Ni siquiera nos cuestionamos que uno no vaya a las reuniones de apoderados; asumimos que es un tema de los dos", cuenta.
MENOS HIJOS, MÁS TRABAJO
Varias cosas confluyen para que este fenómeno esté surgiendo. José Olavarría, sociólogo, doctor en ciencias sociales e investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo de la Mujer (Cedem), explica: "Hay menos redes de apoyo en torno a las familias. Se trata de parejas jóvenes con uno o dos hijos, están en la etapa de los niños pequeños. Tal vez cuando entran al colegio pueden dedicarse más al trabajo".
Maribel Vidal agrega: "Antes, las familias de clase media tenían la posibilidad de que alguien los ayudara con las cosas domésticas, la mujer estaba en la casa y podía criar más hijos. Los colegios no eran tan caros, las distancias eran más cortas… Con la misma plata de hoy antes se hacía más. Ahora existe un montón de gastos considerados imprescindibles: internet, televisión por cable, celular. Los niños tienen cosas que las generaciones de antes ni soñaban". Esto, según la publicista, provoca que el presupuesto familiar alcance para menos y, por lo tanto, tiene que haber dos ingresos. "En vez de tener muchos hijos, ahora las familias tienen dos o tres, pero a ellos les dan los mejores colegios, la mejor universidad, etc. Además, tampoco existe la lógica cotidiana de la nana todo el tiempo, entonces el hombre ha tenido que involucrarse más", agrega.
José Olavarría afirma que esta forma del hombre de involucrarse con la familia es algo nuevo y está creciendo. Según el sociólogo, independiente de la realidad de la mayoría de los chilenos –con jornadas laborales extensas–, esto se está incorporando como un valor. "Son formas nuevas de ejercer la paternidad; aunque no es algo que esté generalizado todavía, es validado socialmente", afirma.
Sin embargo, dice que es muy difícil de adoptar en hombres que están haciendo carrera en una empresa. "Tenemos estudios de empresas transnacionales en Chile, en los que se ve que si los hombres no tienen la seguridad de que hay alguien que se haga cargo de la familia (su mujer), no pueden ascender en el trabajo. No es que ellos no quieran cercanía con sus hijos, pero tienen que darle prioridad a lo otro. Pasa tanto en el sector privado como en el público", afirma.
Josefina concuerda: "Que los hombres cambien pañales no se discute, es el mínimo en cualquier pareja. Pero la dedicación a la familia es mucho más difícil en hombres en trabajos formales y mujeres con sueldos menores. No existen fórmulas mágicas", afirma ella. En tanto, José Manuel, el ingeniero, tiene clara su decisión: "Sé que voy a terminar aceptando los desafíos que se me están presentando en mi trabajo. Aunque esto implique estar menos tiempo con mi familia. Mi señora es profesora, por lo tanto los ingresos dependen mucho más de mí", dice.
Olavarría agrega que también han aparecido más trabajos, oficios o profesiones sin contrato o con mayor movilidad. "Empieza a surgir en parejas treintañeras una dedicación de tiempo a la familia. Y por parte de los hombres, un espacio significativamente mayor al que tenían hasta ahora. Papás que pueden llevar a los niños a la plaza a las 3 de la tarde o que se quedan acompañando a los hijos mientras la mujer está en su trabajo. Eso es algo llamativamente creciente, al menos en lo que hemos visto en Santiago", dice. Agrega que estos son hombres que "no se sienten disminuidos en su calidad, sino que se sienten muy a gusto con eso".
Por eso, afirma que se trata de un tema de opciones. "Lo que están haciendo los muchachos más jóvenes es optar. Muchos prefieren la cercanía con los hijos, el cariño, el afecto, pero quedan fuera del nivel de ingresos mayores", dice.
Maribel Vidal concuerda que en Chile todavía falta un sistema que pueda soportar estos cambios: "En los países más desarrollados, donde ese equilibrio está más incorporado, está súper demostrado que son sociedades más sanas. Lo que falta es un sistema que le dé un soporte a eso. Estos giros tienen que ir acompañados de cambios estructurales como menos horas de trabajo, labores compartidas o más posibilidades de estar con los hijos recién nacidos", afirma.
LA IMAGEN QUE TODOS QUIEREN
Para Maribel Vidal, este cambio tiene una explicación ligado a algo global, porque ahora se estarían valorando condiciones humanas que antes se asociaban más a las mujeres. "Hace más de 10 años se empezó a hablar de la inteligencia emocional: los grandes líderes empezaban a incluir otros temas, como sacar lo mejor de su gente, distinguir las habilidades… Son cosas que se parecen más a lo que hace una mamá", afirma Vidal. "Se ha instalado esta necesidad de incorporar valores más emocionales o espirituales. A lo mejor, al principio a algunos hombres esto no les gustó, pero mi impresión es que les aportó mucho", dice.
La publicista agrega que estos valores no son exclusivos de las mujeres. "No existe lo femenino y lo masculino, ambos géneros pueden hacer cosas que antes eran exclusivas de uno de los dos. Por eso, los hombres ahora pueden involucrarse más con sus hijos", afirma.
La publicidad, que olfatea rápidamente las tendencias, bien se ha apoderado de este cambio, y desde algún tiempo la mirada de ese hombre más integrado está presente en la pantalla: "Pasa desde el papá jugando con los niños hasta el concepto de que el tiempo es un lujo para estar con la familia", dice Vidal. "Antes, mientras más ocupado un hombre, más importante. Hoy se valora que sea capaz de organizarse para hacer deportes, estar con la familia o con los amigos. Todo eso tiene que ver en la búsqueda de un ser humano más integrado. Piensa, pero siente. Trabaja duro, pero se da tiempo para descansar".
Cita como ejemplos los comerciales de las compañías que trabajan con comunicaciones (celular, por ejemplo) en los que el "quality time" (calidad de tiempo) se ha introducido como un valor. En el área financiera, los bancos están poniendo énfasis en el beneficio familiar más que en el producto.
Vidal agrega que esta integración de valores también se relaciona con la conciencia por el planeta. "Todo lo nuevo tiene que ver con la madre naturaleza, con cobijar, con hacerse cargo, con cualidades de contención, de protección, tradicionalmente asociadas a algo más femenino", recalca.
"Hoy, tan importante como que recuerden tu marca es el que te quieran: 'top of heart', en vez de 'top of mind'", dice. Y los estudios de las marcas que la gente quiere, explica, tienen que ver con lo femenino: "La gente valora a las marcas que la entienden, que la escuchan, que si se equivocan lo dicen, que son vulnerables. Quiere a las marcas que tienen las mismas vulnerabilidades que ella", grafica.
Cierra con el ejemplo de Obama: "Su lenguaje es muy conciliador. Parte diciendo que éste no es el país ni de los republicanos ni de los demócratas ni de los blancos ni de los negros: es el país de todos. Entiende que por ahí va la mano. Al pedir que le digan lo que tiene que hacer para ganarse la confianza de los que no votaron por él, se muestra también con una vulnerabilidad. No tiene miedo de decirlo. Es lo que los tiempos necesitan", afirma.
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