College UC y los desafíos universitarios del Chile de hoy
Hace diez años la Pontificia Universidad Católica innovó de manera sustantiva al crear College UC, programa pionero en Chile que brinda acceso a tres licenciaturas generales: Artes y Humanidades, Ciencias Sociales y Ciencias Naturales y Matemáticas. Además, permite completar el primer ciclo formativo en cuatro años, obteniéndose un grado de Licenciatura que está separado de las habilitaciones profesionales. Estas últimas se obtienen en un segundo ciclo, de carácter profesional, con una duración que varía entre uno y dos años, dependiendo de los requisitos de las distintas carreras. Se trata de un modelo que se asemeja más al de ciertas universidades europeas y norteamericanas que al de planteles nacionales.
La creación de College constituyó una innovación importante y se adelantó a algunos de los debates que han surgido hoy a propósito de la formación universitaria. Por ejemplo, se separó el campo formativo inicial- a nivel de licenciaturas- del profesional, al que se puede articular sin que sea un requisito obligatorio. Innovó también en la flexibilidad curricular, al dar autonomía al estudiante al momento de moldear su perfil de titulación. Abrió espacios para que en los años iniciales los estudiantes exploren distintas áreas de estudio sin que esto los obligue a cambiarse de carrera.
La experiencia ganada nos permite aportar al debate sobre la duración de las carreras universitarias. La evidencia, en nuestro caso, indica que no sería deseable como fórmula y menos aún si es que la justificación tiene que ver con el problema del financiamiento y no con cuestiones relacionadas con el binomio enseñanza-aprendizaje. Los estudiantes deben adquirir herramientas que les permitan asumir el desafío de la formación continua de manera autónoma a lo largo de su vida profesional. Asimismo, requieren apropiar contenidos que les sirvan de plataforma para la adquisición de esas habilidades y les permitan sustentar su desarrollo profesional inicial. A esto se suma la necesidad de formar integralmente a jóvenes a partir de su exposición a contenidos y habilidades que entregan distintas disciplinas.
Lo anterior no descarta el diseño de perfiles de egreso que respondan mejor a nuevas necesidades sociales. Tampoco que, por innovación en docencia, se pueda llegar a concebir modelos curriculares diferentes o más breves, pero considerando la realidad actual de nuestros planteles, marcada por primeras generaciones universitarias y por estudiantes con significativas deficiencias formativas escolares, se hace difícil pensar que la reducción de la duración de nuestras carreras nos permita generar los profesionales que nuestro país requiere.
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