Opinión

Columna de Mauro Salazar: 50 años después, el progresismo Moulin Rouge

Dedvi Missene DEDVI MISSENE

Cuando la izquierda se apresta a “celebrar” los 50 años de la Unidad Popular, conviene recordar las “artes” de la Concertación para dibujar un allendismo renovado y maduro ante la tormenta de las modernizaciones. Un líder ajustado a la prudencia del realismo, apegado al sistema de partidos y desafiliado de promesas maximalistas que fueron vencidas por el martillo del tiempo. Salvo el PC y sus persistencias testimoniales, se ha impuesto un Allende distópico. La coalición de “los 30 años”, con mejores verbos, supo abjurar de las narrativas emotivas y aisló las distancias rebeldes (disidencias). A la sazón, el mundo alwynista fue capaz de administrar el órgano institucional del pinochetismo y abrazó, sin miramiento de pasiones, las premisas del emprendimiento y un Estado no intervencionista.

Más allá de este diagrama, deseable o no, la fuerza cultural que más tarde irrumpió (FA) nunca ha podido precisar con rigor el estatuto de su propio proyecto. Tras un primer deseo salvífico e insurgente, se alzó un inusitado “principio de realidad”, una pulsión de ibañismo, que hoy cedió al “paradigma de la administración”. Hay que admitirlo, cuando todo lenguaje es algorítmico, pedir un proyecto de sociedad a una coalición, puede ser una “chorrada” empapada de sordera e insensatez. Hoy solo es posible aproximarse a un marco gestional y perpetuar la delicadeza de diagnósticos sin proyecto. En suma, qué hay tras esta pregunta que nos persigue como quien no tiene lugar en esta época. Bajo este clima cultural, el FA, más que un proyecto en desarrollo, es una “zona demográfica” que ha devenido en ideología en los tiempos del streaming.

No es fácil señalar las continuidades o interacciones entre esta generación -que abraza la agenda securitaria- con el mundo MAPU y su vocación de tibio reformismo. Bajo otro tiempo histórico, tal élite, de la reforma, abrazó probadamente el libre mercado y la globalización cómo su más preciado tesoro político. El Frente Amplio, obviando una serie de empeños y limitaciones epocales ha devenido en la reorganización de la demografía concertacionista consumada en ideología, pero sin lenguajes ante el campo popular. Una demografía supone un conjunto de sujetos que cruzan creencias, modismos, estilos de vida, complicidades generacionales, rutinas de socialización y que, oportunamente, han sabido paladear con mal de Edipo aquel “tiempo vivo” que cultivaron aquellos padres y abuelos.

En suma, la irrupción de la generación estudiantil (2011) anudó discursos napoleónicos, memorias fugitivas y una “mesocracia reformista”. De paso, se inauguraba un horizonte crítico que pondría fin a los vicios modernistas, jacobinos y testimoniales de la izquierda, heredados del pequeño siglo XX. Tal convivencia, inicialmente transformadora, se dio en llamar Frente Amplio y decía portar un texto crítico-reflexivo para administrar nuestro presente aluvional. Con todo, bajo el apremio feroz de los indicadores de la economía (focalización, mercado de capitales, acuerdos de libre comercio), en los últimos meses, todo derivó en un pragmatismo que diluyó para siempre los pecados de la “dialéctica” y el “narcisismo mesiánico” de las transformaciones. Y así, hasta abrazar un infinito realismo.

La naciente coalición representa el último elenco del XX chileno -en sus formas institucionales y modos culturales- aunque no goza de relatos ni ideologías. La obligación del nuevo Acuerdo para otro “texto constitucional” -la arremetida de los expertos- ha puesto la lápida a la insurrección de 2019 y, de paso, develó eventuales alianzas delictivas entre agentes de partidos y pandillas esotéricas. La saga implica una “Convención Dislocada” cuya adolescencia cultural habría obrado desde la rabia erotizada -bajo el estallido social-. Tal sería la lección que nos lega velozmente la nueva demografía. Por fin, estaríamos ante el testamento hiper-realista de una generación que, sin embargo, de cuando en vez, se declara heredera del texto allendista y abraza con “tono nerudiano” el discurso de las Grandes Alamedas (1973). Contra todo, es muy probable que la celebración de los 50 años de la UP será similar a un “GAM carnavalesco” y rimbombante, que repondrá la capacidad de escándalo de la democracia. Ahí volverán los ritos de una decadencia voluptuosa que no es más que una deriva nihilista.

Más allá de lo interesante que resulta el FA como fenómeno epocal y nueva demografía del campo político, la coalición responde a una moral nominativa, centrada en un principio universitario y desprovista de disputa ideológica y articulación territorial. Un mundo de mesocracias (capitales culturales, relacionales y simbólicos). En suma, su condición mesocrática no es el problema, sino, su déficit imaginal y desconexión con las diversas demografías de lo popular. El “materialismo crítico” se interesó -alguna vez- por dialogar creativamente con el mundo popular y la vida cotidiana. Ello comprende una vocación hegemónica de lo político que, pese a todo, fue el expediente que representaba la UP. Ante la anorexia de narrativas y la ausencia de épicas, los riesgos se asemejan a los secuestros de Allende. En medio de un clima kafkiano -desértico- es posible que el progresismo, contra todo lo previsto, esté organizando la liturgia de la unidad nacional bajo los 50 años. Un museo sonoro de la “reconciliación nacional” que busca asemejarse al discurso de Patricio Aylwin en 1990.

Por fin, y en honor a la prudencia, cabe admitir que el FA se encuentra desbordado por una dimensión de los tiempos, a saber, todo estallido social queda capturado por una ineludible dimensión alogarítmica. Es más necesario que nunca releer el estallido (2019) como un movimiento cuya visibilidad se debe fuertemente a los soportes digitales. El octubrismo, en tanto crónica roja, fue la hora de los activismos digitales.

Ya lo sabemos. De un lado, Moulin Rouge -el cabaret- para un progresismo sin libido y, de otro, no hay estallido posible sin celulares de alta gama.

Por Mauro Salazar J., Doctorado en Comunicación, Universidad de la Frontera.

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