El desafío del nuevo gobierno alemán
El nuevo Canciller logró armar una inédita coalición tripartita, donde confluyen intereses diversos. Su objetivo ahora es asegurar estabilidad y transmitir la confianza que caracterizó a su antecesora.
Después de 16 años, Angela Merkel abandonará esta semana oficialmente la Cancillería alemana y dejará en su lugar a quien fuera su ministro de Finanzas y vicecanciller del país. Pero pese a ello lo que comienza no será un gobierno de continuidad, sino que marca en varios sentidos un giro con lo sucedido desde 2005. No solo porque la Unión Cristiano Demócrata dejará de estar al mando del gobierno, sino porque ni siquiera formará parte de la nueva coalición gobernante. Y, además, será la primera vez desde la postguerra que el poder recaerá en una alianza tripartita, denominada “semáforo” por la prensa germana por los colores de los partidos que la integran: el rojo de los socialdemócratas del nuevo Canciller Olaf Scholz, el verde del partido ambientalista de Annalena Baerbock y el amarillo de los liberales del Partido Democrático Libre. Combinación que muchos veían difícil por la aparente contradicción de intereses, pero que logró concretarse.
La coalición que liderará Olaf Scholz logró así dar el primer paso, y según muchos el más difícil: ponerse de acuerdo para formar el gobierno. Pero ello no asegura una fácil convivencia. Si bien los tres partidos tienen puntos en común, como la promoción de una política de drogas más permisiva y un compromiso con una economía descarbonizada y digital, es claro que las prioridades, en especial de verdes y liberales, divergen. Si para los primeros las medidas para combatir el cambio climático deben ser centrales, para los segundos la prioridad debe estar en la facilidad para los negocios y la economía. Por eso, los primeros asumirán una cartera reforzada de Economía y Protección del Medio Ambiente y los segundos la de Finanzas. Y ambas operarán al mismo nivel, por lo que no se descartan roces entre ambos partidos, aunque el líder de los liberales mostró su compromiso con la agenda ambiental del gobierno y los verdes cedieron en flexibilizar el plazo de descarbonización, fijado inicialmente para 2030.
Pero al margen de lo anterior, el nuevo gobierno asumirá en un escenario especialmente desafiante tanto para Alemania como para la Unión Europea. Con una abierta amenaza a la seguridad por parte de Rusia, con su presión militar a Ucrania, el rol que asuma Berlín será decisivo. Ante la ausencia del liderazgo europeo de Merkel, el nuevo Canciller deberá ser capaz de tomar la posta. Un rol que adquiere aún más relevancia considerando el complejo momento económico y las dificultades que está volviendo a generar la pandemia tanto en el continente europeo como particularmente en Alemania, que enfrenta la mayor tasa de casos diarios desde el inicio de la emergencia. En ese escenario, que podría eventualmente complicar la apuesta de las nuevas autoridades por dinamizar y reestructurar la economía alemana, será clave asegurar la estabilidad del gobierno y transmitir confianza tanto interna como externamente. Ese es probablemente el principal desafío que enfrenta hoy Olaf Scholz.
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