La soledad del poder
A contar del 11 de marzo comenzaremos un nuevo ciclo, seremos gobernados por el presidente más joven y más votado de nuestra historia, con las posiciones más de izquierda desde el retorno a la democracia y que encabeza una coalición que también lidera la Convención Constitucional. Estamos ante las puertas de que se haga realidad ese nuevo Chile que los vencedores vienen promoviendo desde hace años.
El Frente Amplio y el PC, la coalición que ganó la elección presidencial, tienen la convicción de que el nuestro es un país esencialmente injusto, marcado por el abuso de los que tienen más, que ha mercantilizado los derechos sociales y cuya desigualdad llevó al llamado estallido social. La solución a todos estos supuestos males está en el discurso pronunciado por el presidente electo Gabriel Boric el día mismo de la elección: equilibrar el valor del trabajo con el capital, subordinar la creación de riqueza al respeto al medioambiente y configurar una democracia sustantiva, en que la participación organizada compense la mera solución electoral a la que, seguramente, ven manipulada por el poder social que ejercería la derecha.
Conceptos como libertad individual, subsidiariedad, crecimiento económico, movilidad social o emprendimiento serán vistos como parte del pasado a superar o recibirán un reconocimiento meramente formal incompatible con las cargas y trabas de que serán objeto. Pero ni los países, ni las personas, progresan únicamente repartiendo la riqueza existente, sino creándola, y cuando el objetivo de repartir ahoga la creación, inevitablemente se entra al círculo vicioso de pobreza y pérdida de libertad en el que América Latina lleva más de un siglo empantanada.
Al final, de todo lo que pase en Chile en los próximos años, bueno o malo, habrá un solo gran responsable: el Presidente de la República. Así es nuestro sistema político, nuestra tradición y nuestra cultura, eso suelen olvidarlo quienes acompañan a los gobernantes, entre quienes se expresan generalmente con más fuerza objetivos ideológicos, su interés en futuras carreras personales o la equivocada percepción de que gobernar es una tarea colegiada, que no es lo mismo a que lo sea de un equipo.
Ya en esta primera semana se percibe que algunas de las personas más cercanas al nuevo gobernante adoptan públicamente definiciones que dejaron de ser compartidas, porque ya no son un comando, ni un colectivo que resuelve en asamblea. Ahora son, o están formando, un gobierno que tiene liderazgo, competencias y responsabilidades diferentes. Para los chilenos, para la historia y para nuestras instituciones hay un solo gran responsable de todo y en esa responsabilidad el presidente Boric está glaciarmente solo.
No espero nada bueno del nuevo Chile, pero tal vez, en la soledad del poder, en algún momento nuestro novel presidente sienta que la responsabilidad de todo lo que se destruya será suya y solo suya.
Lo último
Lo más leído
1.
2.
3.
4.
5.