Opinión

La última ilusión

Riesgo país de Chile se ubica en su nivel más bajo desde febrero de 2018

Celebramos el 18 sin pensarlo mucho; ese país todavía común, en que no fuimos ni siquiera capaces de ponernos de acuerdo en una Constitución. No una vez, dos veces, caso único en el mundo. Una efeméride para reencontrarnos con la historia y el espíritu de nuestra Independencia; fecha que debiera servir para mirarnos en el espejo: la Constitución de 1833, impuesta por un gobierno cívico-militar, del bando conservador triunfante en una guerra civil. La carta de 1925, hija del ruido de sables, negociada en la incertidumbre de un estado de excepción por un Presidente destituido y una junta militar. Por último, la Constitución impuesta en dictadura, la “de los cuatro generales” como la llama Gabriel Boric, esa que los civiles tuvimos por primera vez la oportunidad de reemplazar en democracia y no pudimos.

Ahora celebramos la Independencia de Chile con el pedestal de Baquedano vacío y con los restos del Museo de Violeta Parra, como símbolos de este extraño presente. El nuevo país de las tomas y los campamentos, de la política social implementada por los narcos y el crimen organizado en los cerros de San Antonio, Alto Hospicio, Antofagasta y tantos otros territorios. El Chile que decidió dejar atrás esos treinta años de los cuales llegamos a sentirnos avergonzados; que se quedó sin liceos emblemáticos, incluido el Instituto Nacional, fundado precisamente en los tiempos de la Independencia. Nada mejor que bombas Molotov y overoles blancos para terminar de quitarle los patines a la educación pública.

El próximo 18 será el de octubre, cuando una parte de Chile conmemore con tristeza el estallido social y otra intente reivindicarlo. Una fecha más auténtica que el Día de la Patria porque retrata mejor el abismo que nos constituye desde siempre. El 18 que viene después, el de noviembre, habremos ya cruzado el umbral de la primera vuelta y tendremos entre manos un resultado que confirmará que estos no son tiempos de un país compartido. En un mundo polarizado, donde la excepcionalidad chilena no deja de hacer su aporte. El raro caso de un pueblo que no pudo ponerse de acuerdo en una Constitución; ejemplar también único en el planeta con una centroizquierda apoyando una candidatura comunista en pleno siglo XXI. Aunque con escasas posibilidades de ganar, el sólo hecho que exista una remota posibilidad merece al menos mención honrosa.

Uno tras otro, los 18 quedarán atrás y, con ellos, la ilusión de un Chile al que en los últimos años nos hemos esforzado por dañar hasta el límite de lo irreparable. Con seguridad, el próximo paso será negarle a la mayoría que resulte triunfante en las urnas en diciembre su derecho a gobernar. Y para quienes decidan hacerlo habrá muy buenas razones: muchas injusticias e inequidades, abusos e indolencias. En el fondo, todos sabemos lo que viene, porque la Patria hace mucho rato que dejó de ser una sola. Pero, aun así, la celebramos.

Por Max Colodro, filósofo y analista político

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