Licencias médicas y Dostoievski
Las licencias médicas me hicieron recordar a Dostoievski y su visión de los seres humanos como habitados por ángeles y demonios. Esta claro que caló mejor al ser humano que Che Guevara y su fe en el “hombre nuevo” y por cierto que quienes buscan vestir a los trabajadores del sector público o a los médicos, como dechados de virtudes. En todos los seres habitan ángeles y demonios, pero no se distribuyen al azar. Hay hechos, conductas y culturas éticas que favorecen el desarrollo de unos u otros.
Noticias recientes del sector público nos hablan de miles de licencias médicas defraudando recursos fiscales, cuantiosas horas extraordinarias con cobros adicionales que superan los $10 millones, ausentismos mucho mayores que en el sector privado mientras se alargan las listas de espera en salud y miles de niños pierden clases, evaluaciones de personal donde todos obtienen nota máxima hagan lo que hagan, trabas que hacen casi imposible despedir a un funcionario aunque robe o sea un inepto, sector público abarrotado de militantes demasiadas veces incompetentes, remuneraciones millonarias en gobierno y parlamento, uso indebido de bienes fiscales… y todo esto, incluso antes de mencionar los procesos por saqueo de recursos públicos destinados a los más pobres, perpetrados por fundaciones parapartidarias como Democracia Viva, con diputada ya en arresto domiciliario o Pro Cultura con su red de altos contactos gubernamentales ahora salidos a la luz pública. Sumemos, además, esos miles de funcionarios de los más diversos niveles y ámbitos que, por desidia, corrupción o boicot, tienen paralizados proyectos por decenas de miles de millones, mientras cínicamente dicen querer ¡más crecimiento económico!
Esta claro que no todos son una manga de tarados o corruptos. Hay algo en la gestión del recurso humano funcionario que está incentivando los demonios que todo ser humano lleva en sí mismo. La política laboral del sector público está funcionando tan mal, que provoca la degradación funcional y moral de su actividad. Para rectificar y modernizar el estado, lo más fundamental no es digitalizar, sino garantizar un funcionariado competente, profesionalmente preparado e íntegro moralmente. No hay que inventar nada, se sabe como hacerlo. Lo grave es que los responsables de aportar buena gobernabilidad a los chilenos vegetan en un mullido conformismo con el presente. Y cuando los gobernantes pierden su sentido de misión, ignoran que hacer u optan por profitar del Estado y sus recursos, no es extraño que la degradación termine enfermando a todo el aparato público. Si los políticos trabajan para si mismos, ¿por qué yo no?
Si queremos salir de la inercia mediocre en que caímos hace unos 10 años, necesitamos una política pública de recursos humanos radicalmente diferente a la actual en lo funcional y lo moral. La contralora abrió un camino.
Por Óscar Guillermo Garretón, economista
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