Opinión

Partidos políticos, derrota y desafíos

Por Alejandra Krauss, abogada, presidenta de Chile 21

Qué duda cabe, los partidos políticos son necesarios para una democracia. Su rol debiera ser el de un mediador entre el ciudadano, sus sueños, anhelos y valores frente al Estado, representándolos ante las estructuras de poder, buscando alcanzar el interés general.

Si concordamos que su finalidad es ser instrumentos que representen al pueblo en la tarea de concretar el bien común, y por cierto al servicio de ideales, respondiendo a los desafíos de cada época, abiertos a la comunidad, a las organizaciones sociales, territoriales, gremiales y de trabajadores, resulta paradójico cómo progresivamente se fueron alejando de aquellos fines. Muchos de los partidos no practicaron internamente lo que querían construir para el país, una sociedad donde todos tenían las mismas oportunidades. Han reducido su militancia, su adhesión electoral ha mermado, y cada día se han ido encapsulando más. Pareciera ser que los partidos políticos se han convertido en un fin en sí mismo, y dejaron de ser un medio para hacer realidad los principios y convicciones que declaran adherir y, lo que es más grave, han dejado de representar a los más necesitados.

En las últimas elecciones la ciudadanía reaccionó de manera clara y elocuente. Los resultados para los partidos, especialmente para los que habían sido gravitantes en los últimos 80 años, fueron desastrosos. Los partidos que han gobernado el país los últimos 35 años representan menos de la mitad de los constituyentes elegidos. Ese es un cambio gigante. Es también profundamente preocupante la participación electoral, que en forma persistente viene descendiendo desde la recuperación de la democracia. El año 1989, para la presidencial y parlamentaria, fue de 86,8%, hoy fue de tan solo 43,4%.

Las elecciones del 15-16 de mayo mostraron algo notable, el amor por Chile de miles de chilenos que estuvieron dispuestos a dejar todo por ser constituyentes y representar a sus vecinos, amigos y adherentes. Tenemos que recoger ese anhelo y canalizarlo. No hay democracia que funcione sin partidos, y la ciudadanía claramente nos está diciendo que la que tenemos no les está funcionando para ellos. Pero la solución no es eliminar los partidos sino mejorarlos y permitir que lleguen muchos más. Para ello, se deberá ser capaz de leer y escuchar muy bien el mensaje que la ciudadanía dio.

Habrá que asumir las responsabilidades que correspondan como actores políticos, por doloroso que sea. Y se deberá dar una señal pública y clara de cambio. Pero no simplifiquemos ni transformemos las decisiones en respuestas fáciles y populistas. El individualismo y despolitización que por largos años ha acompañado a nuestra sociedad, es una de las razones de esta derrota. Es por ello que el rol que jueguen los independientes junto a las instituciones políticas será clave. No debemos permitir que el sueño individualista de un sector de la sociedad se haga realidad ni que nuestra sociedad sea derrotada por él.

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