Rodaje e incertidumbre
A 12 días de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, el 62% de la ciudadanía ha internalizado que el próximo Presidente de la República será J.A. Kast. Con ello, muchos apuestan a que transitaremos hacia un periodo de mayor estabilidad. Sin embargo, al menos en el corto plazo, el escenario se ve más incierto.
Un primer elemento de incertidumbre está asociado a la alta dispersión y baja articulación política que se proyecta en el Legislativo, que erosiona la capacidad de alcanzar acuerdos. Tras las últimas elecciones parlamentarias, las tendencias de fragmentación y discolaje, producto en parte de un sistema político cuya reforma sigue pendiente, posiblemente se recrudecerán. Se deben fraguar nuevos ordenamientos: los parlamentarios elegidos provienen de 17 partidos y debutará una nueva configuración de fuerzas -el Partido Republicano y el Frente Amplio como las tiendas con más diputados de sus sectores-. Se suman, coaliciones tradicionales como Chile Vamos, que deben redefinirse ante el peligro de su extinción, y un Partido de la Gente que -aunque obtuvo más representación parlamentaria que antes- es improbable que asuma un rol de bisagra en el Congreso, considerando el déficit de orden que exhibe hasta ahora.
Kast deberá enfrentar esta pulsión hacia la dispersión política no solo en el Congreso, sino también en su propio gobierno. El asumirá como jefe de una nueva administración no asentada en una coalición propiamente tal, sino que en un conjunto de partidos que hasta hace poco eran rivales. Que la derecha optara por no ir a primarias, pudo ser un acierto para obtener más atención, rédito electoral y proyectar su diversidad, pero les impidió tener una experiencia, programa y un triunfo común como bloque, que se forjara en meses de trabajo conjunto.
Hoy, en las derechas, las diferencias son tanto ideológicas como de trayectorias vitales disímiles. Hay grandes distancias no solo entre los sectores de corte liberal, más del tipo “técnico-empresarial”, y los grupos de regiones, más de base y terreno, sino que sobre todo respecto a quienes entienden que la política es la trinchera privilegiada para dar la “batalla cultural”. Kast deberá conducir esa heterogeneidad, para lo cual ya no le servirá tanto el ejercicio de un liderazgo incubado en la disciplina de quienes comparten sus mismos valores y credos. Tendrá que ir más allá.
Construir un nuevo equipo para gobernar es una labor de meses. Hay una etapa de rodaje. Pero Kast no tendrá ese tiempo. No más del 25% de la ciudadanía votó por él en primera vuelta, su electorado de base; el resto, se repartirá entre quienes le cobrarán rápidamente la cuenta ante las altas expectativas sembradas en campaña y los que, fieles a Boric y Jara, serán oposición desde el primer día. En este escenario, una última incertidumbre persiste: ¿Kast optará por atrincherarse en su núcleo de apoyo -tal como lo hizo su sector en el proceso constitucional del 2023 cuando fue mayoría-, o bien, mirando el largo plazo, apostará a conducir un conglomerado más amplio y a conectar con un Chile más diverso?
Por Magdalena Browne, decana de Comunicaciones y Periodismo, Universidad Adolfo Ibáñez
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