Carla Ljubetic, de Fundación Niñas Valientes: “Las niñas están creciendo en un contexto que podría, en el futuro, abrir oportunidades que quizás antes eran impensadas”




Antes de 2020, los planes de Carla Ljubetic (30), psicóloga de profesión y actual directora ejecutiva de la Fundación Niñas Valientes, eran claros: irse a España para estudiar un máster en Salud Mental Comunitaria en la Universidad de Barcelona. Después de haber ejercido su carrera en el ámbito clínico y haber trabajado como coordinadora de proyectos de salud comunitaria en TECHO-Chile; quería seguir profundizando sus conocimientos en dicho ámbito. Sin embargo, el camino se puso cuesta arriba: después de seis meses y con las restricciones de la pandemia, Carla decidió volver.

Aunque fue solo un cambio de escenario -el máster lo finalizó de manera virtual-, retornó a Chile con las ganas de reinventarse y buscar un espacio profesional que le permitiera desarrollar sus dos pasiones: la salud mental y el bienestar de las comunidades. Fue así como retomó un contacto que había establecido el año anterior con la ingeniera comercial Emilia Vergara, quien junto a la psicóloga Nerea de Ugarte, crearon la Fundación Niñas Valientes, una iniciativa que tiene como objetivo promover la equidad y prevenir la violencia de género a través de la educación en la primera infancia.

“Ahí empezamos a reflexionar más a fondo sobre cómo podríamos desarrollar un modelo para trabajar con las comunidades educativas, y con las niñas, niños y adolescentes en general. Un sistema que nos permitiera, a través de la educación, prevenir las distintas formas de violencia, especialmente aquella que tiene que ver con los estereotipos y los roles de género que se van instalando desde edades muy tempranas”, sostiene Carla.

De ese trabajo surgió el primer borrador de lo que más tarde serían las 10 Propuestas para una Educación No Sexista y la Equidad de Género en la Educación, una hoja de ruta que se transformó en el punta pie inicial de Niñas Valientes. “Desde ahí empezamos a desarrollar un modelo de intervención con diferentes programas dirigidos a escuelas y comunidades educativas, donde trabajamos temáticas que van desde el liderazgo hasta la autoestima. Todo con el objetivo de mejorar el problema social de las violencias y desigualdad de género desde la niñez”, relata.

La Fundación se creó el mismo año que el movimiento feminista se tomó la agenda en las universidades. Desde ahí se instalaron temáticas a partir de las voces de la nueva generación, como el fin del abuso sexual. ¿Cuál fue el impacto de esa lucha que dieron las jóvenes?

Tiene que ver con un despertar que es abrupto por los casos de violencia grave que se visibilizaron y que nos permitieron tener una conciencia común de la deuda que teníamos como país en estos temas. Al inicio, fue desde la denuncia, que justamente hicieron las nuevas generaciones, quienes además tomaron una posta que venía de otras olas feministas. Ellas volvieron a poner esto sobre la mesa. Ese movimiento impactó a las universidades, que tuvieron que empezar a hacerse cargo de algo que habían ignorado; pero también permeó en el ámbito de la salud, de la justicia y finalmente en todas las áreas de desarrollo social. Gracias a este movimiento, se instaló la idea de trabajar y mirar desde el enfoque de género para avanzar en equidad.

Ese contexto de movilización, ¿generó un cambio de mentalidad de las niñas y adolescentes?

Sí, fue muy importante y me encantaría ver, en un futuro, cómo eso impacta en las que vienen después. Y es que las niñas y jóvenes están creciendo en un contexto donde un montón de dinámicas que antes eran vistas como ‘normales’, se han desnaturalizado y ahora se perciben como situaciones de violencia. Eso genera una aproximación muy diferente a cómo vamos construyendo sociedad. O sea, si dejamos de naturalizar determinadas conductas o estereotipos, no solo vamos a disminuir las cifras vinculadas a la violencia, sino que también vamos a poder potenciar el desarrollo de estas niñas y adolescentes. Van a abrirse nuevas oportunidades que quizás antes eran impensadas.

Aunque se han instalado estas conversaciones, has comentado que las infancias siguen enfrentando problemáticas relativas a la desigualdad de género. ¿Cuáles son esas barreras?

Sí, creo que los avances hasta ahora se han centrado más en el mundo adulto y en visibilizar situaciones de violencia explícita. Sin embargo, siguen existiendo un montón de dinámicas y creencias que se internalizan en edades muy tempranas y que permiten sostener, más adelante, esas mismas formas de violencia explícita. Me refiero a todas estas normas sociales vinculadas a los roles y estereotipos de género, que siguen operando en el cotidiano y, que si no tenemos una educación al respecto, nos van a hacer seguir agudizando las desigualdades.

Por ejemplo, en contextos educativos, se observa que se dan tratos diferentes a niños y niñas asociados a los estereotipos. Hay estudios que han mostrado diferencias de género en cuanto a las expectativas que tienen los equipos educativos sobre el rendimiento de sus estudiantes. Ahí se ha visto que a los niños se les desafía más y se les presentan problemas más complejos que a sus pares, por estas mayores expectativas en su desarrollo. Esto va en desmedro de los resultados de las niñas, porque se les estimula menos. Sabemos también que a los seis años las niñas ya se perciben como menos inteligentes que sus compañeros y se alejan de determinadas asignaturas relacionadas a ciencias y matemáticas. Y es que si no construimos esa autoconfianza, obviamente van a rendir peor.

Hay otros ejemplos más sutiles, como la diferencia entre el uniforme de las niñas y los niños que también afecta a su desarrollo. Que ellas tengan que usar falda implica que no pueden moverse libremente en el patio o jugar de manera tranquila. De ahí hay una desigualdad que impacta en el movimiento, que es sustancial para el desarrollo en esas edades.

¿A qué referentes están mirando hoy las niñas y adolescentes?

Hemos tenido un buen avance en la visibilización de referentes en distintos ámbitos. Veo en las niñas y adolescentes mucho interés en figuras que trabajan en el ámbito del cambio climático, como Julieta Martínez o Greta Thunberg -a nivel internacional- o divulgación científica, como Teresa Paneque. En los deportes también se han ido abriendo nuevos caminos y en la política se han dado cambios interesantes. Hoy, se puede ver a mujeres liderando espacios que históricamente han sido masculinizados, lo que da pie a imaginar posibles desarrollos desde un espacio más jóven.

¿Cómo visualizan el legado que ustedes, como Niñas Valientes, van a dejar a nuevas generaciones?

Nos imaginamos entregando los “lentes valientes”, que son finalmente herramientas que permiten observar la realidad desde una perspectiva de la equidad; donde podemos ver esas creencias que nos limitan. Este es el trabajo que buscamos realizar hoy con las comunidades con las que colaboramos, especialmente en el ámbito educativo. Nuestro aporte es acompañar a los colegios a mirar desde esta perspectiva porque si no apuntamos a las edades tempranas, vamos a seguir viendo diversas formas de violencia en el futuro. Y lo mismo con el grupo de estudiantes, niñas y adolescentes. Que ellos y ellas puedan observar sus experiencias e historias desde esta perspectiva les ayudará a comprender que no están limitados por su género y que, finalmente, pueden ser y hacer lo que quieran en su vida, sin ningún tipo de limitación asociada a estereotipos.

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