Deterioro, improductividad, vulnerabilidad: ¿Por qué tenemos tantos prejuicios frente a las personas mayores?




Chile envejece aceleradamente. Las cifras superan incluso todos los pronósticos: Para el 2050, las personas mayores de 60 años llegarán a ser un 32% de la población de nuestro país, frente al 20% actual. El crecimiento va a la par con el ritmo mundial que muestra que a mediados de siglo, el porcentaje de mayores de 60 años se duplicará, pasando del 11 al 22%, según datos de la Organización Mundial de la Salud.

Sin embargo, las personas mayores sufren a diario estereotipos, prejuicios y discriminación por parte del resto de la sociedad. Muchos tienen una imagen negativa de la vejez, asociada a deterioro, improductividad, vulnerabilidad. Y esto se refleja en las encuestas: Al menos el 18% de los chilenos y chilenas ven a las personas mayores como una carga para la sociedad, siendo uno de los países que más acepta este tipo de prejuicios, según un estudio elaborado por la Universidad Católica. Y, según la Encuesta de Calidad de Vida en la Vejez (ECV 2019), el 33% de las personas mayores ha sentido siempre o alguna vez un trato injusto por su edad en el sistema sanitario. Todos, prejuicios que se engloban bajo el término “edadismo”, uno que surge cuando la edad se utiliza para categorizar y dividir a las personas por atributos que pueden generar situaciones injustas, daños y desventajas.

¿Desde dónde se genera? Según Sara Caro, académica de Trabajo Social de la Universidad Católica e investigadora del Observatorio del Envejecimiento, esto viene de una visión contemporánea donde se valora primordialmente la juventud y su factor productivo. “Estamos pensando en un cuerpo lozano, en actividad física, mental y social. Es una sociedad donde es muy importante producir, tener una vida activa laboral y económicamente. Homologamos la vejez con una etapa en la vida donde todo eso desaparece”, explica.

Jorge Browne, médico geriatra de la Universidad Católica, ve este tipo de prejuicios todos los días. “La vejez es tan heterogénea como las personas, pero nos hemos quedado con un estereotipo de la vejez que está caracterizada por la enfermedad, por la dependencia, por la pasividad del rol social, que básicamente estaría enfocado a un rol familiar de abuelos”, dice. El médico asegura que, al igual que las personas de cualquier edad, los adultos mayores pueden sufrir limitaciones, enfermedades e incluso barreras. Pero que ninguna de ellas es imposible de levantar. “Tenemos que realmente reimaginarnos que en la vejez no somos solo abuelos, no necesariamente tenemos un rol pasivo ni estamos cargados en la enfermedad”, explica Browne.

Un informe de Naciones Unidas publicado el año pasado, calculó que una de cada dos personas en el mundo tiene actitudes edadistas, lo que según la organización empobrece la salud física y mental de las personas mayores, además de reducir su calidad de vida.

Las personas mayores –junto a las más jóvenes– se ven desfavorecidas en el lugar de trabajo, en el acceso a la educación y formación especializada. Esa desigualdad también está latente en muchas esferas: salud, vivienda y política.

Según Caro, este fenómeno tiene un impacto significativo en la elaboración de políticas públicas enfocadas a este segmento. “Tenemos políticas públicas que no tienen en cuenta una imagen de la vejez más realista y heterogénea. Las políticas de salud, de cuidado, de participación tienen un sesgo. También el ocio, la recreación, los nuevos espacios de educación y de toma de decisiones. Ahí estamos pensando que las personas mayores no pueden pensar, crear, analizar, criticar y solo pueden pintar, descansar y pasear. Esos son los derechos a los que más rápido pensamos cuando pensamos en los mayores”, dice Caro.

La experta asegura que es especialmente preocupante la imagen que se tiene de los mayores a la hora de elaborar programas sociales para ellos. “Las proyecciones se quedaron cortas en cuanto al envejecimiento de la población en Chile, pero eso no tiene un correlato en los programas sociales. Vemos que los presupuestos siguen igual o a veces se restringen”, asegura.

“La discriminación por edad no la hacemos las personas naturales, también la hacen los Estados a través de las políticas y la hacen las instituciones. Si seguimos a esta idea de que las personas mayores son anacrónicas, desvalidas, enfermas, contribuimos a que las instituciones se muevan por esa lógica”, explica Caro.

Para Browne, el edadismo está infiltrado profundamente en todas las áreas, no solamente en las políticas públicas. “Como sociedad, no hemos entendido a las personas mayores, sus capacidades y necesidades. Tampoco han tenido una voz, pero no lo restringiría solo a la falta de políticas públicas. Si queremos avanzar en una sociedad menos edadista, tenemos que poner a las personas mayores al centro”, dice.

Lo primero, asegura, es dejar de diferenciar a las personas según su edad. “El mensaje es: no miremos la edad, miremos a las personas. Van a haber personas con muchas capacidades y otras con menos, al igual que cuando miramos grupos de personas de treinta años”, dice Browne.

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