Estaba en trabajo de parto cuando me avisaron que era Covid positivo

Falso positivo parto Paula



"Como mi primer hijo nació por cesárea, para este, mi segundo embarazo, me preparé para que las cosas fuesen distintas. Deseaba un parto lo más natural posible, así que busqué un equipo que hiciera partos humanizados y con ellos me preparé durante meses. Pero cuando aparecieron los primeros casos de coronavirus, inevitablemente supe que mis planes iban a cambiar. Casi al llegar a la semana 38, en la clínica donde me atendía me avisaron que el protocolo era que llegado el momento del parto me iba a atender el equipo médico de turno, que yo no podría elegir. Por eso decidí buscar opciones y me fui a otra clínica donde pudiese llevar a mi matrona, con la que acordamos –dados mis antecedentes con el parto anterior–, esperar hasta la semana 41.

El nuevo ginecólogo me ordenó un examen de PCR para detectar Covid-19. Era el protocolo de la clínica. Cuando me lo pidieron jamás pensé que podría estar contagiada. De hecho me complicaba más tener que salir y exponerme en un laboratorio, así que aproveché un día que me tocaba monitoreo para hacerlo. Estaba ya en la semana 40 y al día siguiente comenzaron las contracciones. Cuando me junté con la doctora en la clínica tenía tres centímetros de dilatación. Eran las 16 p.m., así que ella me pidió que volviera al día siguiente. No me sentía capaz de aguantar tanto dolor, así que acordamos que me quedaría en la clínica para hacer allí el trabajo de parto.

Me quedé con mi pareja en la pieza y mientras esperaba que me trajeran algunos analgésicos fui al baño. Estando ahí boté parte del tapón mucoso y mucha sangre, así que pedí que me examinaran. Mientras venían a verme me metí a la ducha para tratar de calmar el dolor de las contracciones que a esas alturas eran cada dos minutos. La sala estaba ambientada para el trabajo de parto, tranquila y con una luz tenue, pero mientras me bañaba sentí que toda esa calma se acabó. Miré hacia la pieza, vi que habían prendido la luz abruptamente y había entrado gente vestida de aislamiento. Mi pareja entró al baño y me dijo que el examen PCR había salido positivo. Eran las 10 p.m.

La matrona me revisó. Ya estaba con seis de dilatación así que me dijo que nos iríamos a pabellón. A mi pareja le pidieron que se fuera de la clínica porque tenía que hacer cuarentena. Yo rogué porque se quedara conmigo en el parto, pero no me lo permitieron. Había leído que si una mujer es asintomática puede entrar al parto acompañada por su contacto más estrecho, si este también es asintomático, pero finalmente no lo dejaron, solo le dieron la opción de quedarse en la pieza. Me vinieron a buscar en una silla de ruedas y me fui sola a pabellón. Pensé que llegaría a una sala de parto acondicionada para seguir con libre movimiento y mi trabajo de parto como había pedido en un comienzo, pero habían armado un pabellón para pacientes Covid con una camilla y nada más.

Cuando me pusieron la anestesia, no pude contener el llano. Y no era solo por el dolor, era impotencia. La matrona me decía que ya lo estaba logrando, haciendo alusión a que iba a poder tener un parto natural que era lo que tanto deseaba, pero ya me daba lo mismo tener un parto vaginal o una cesárea. Llegué a esa instancia para poder estar en un ambiente libre de movimiento, con mi pareja y poder recibir a mi guagua. Esto era todo lo contrario.

Apenas estuve lista, entró el doctor y comencé a pujar. La matrona me ofreció grabar el parto para que mi pareja pudiera verlo, pero no lo hemos vuelto a ver porque me da pena. Cuando mi hija salió le pude tocar el pelo y se la llevaron.

Volví a la pieza y ahí me estaba esperando. Eran las 5 a.m. Me preguntó cómo estaba y nos abrazamos porque nada había salido como planeamos. Ninguno de los dos conocía a nuestra hija. Durante la mañana nos fue a ver el pediatra y nos explicó que hasta ahora no había evidencia ni protocolos tan establecidos de qué hacer con los recién nacidos cuando la mamá es Covid positiva. Me dijo que en algunos países aislaban a las guaguas y en otros hacían apego igual, que eso último es lo que se estaba tratando de implementar en Chile, pero que ellos sabían de dos guaguas que se habían contagiado y estaban con ventilación mecánica. Me sugirió como profesional que mantuviera el aislamiento, pero que una vez que me fuera de la clínica la decisión era mía.

No quisimos arriesgarnos, así que buscamos con quién dejarla. Como vivimos con diez familiares más, entre ellos mi mamá y mis hermanas, decidimos que cuando dieran de alta a nuestra hija se iría a la casa de una prima. Y eso hicimos cuando al día siguiente nos llamaron para avisarnos que nuestra guagua había dado negativo. El examen también se lo hizo mi pareja, toda mi familia y yo me lo repetí. Todos dimos negativo.

No entiendo muy bien qué pasó. Sé que la clínica tomó las medidas con el objetivo de cuidarnos a nosotros y también a su personal médico, porque aun los protocolos no están claros y las informaciones van cambiando a diario. Aun así, pienso que las cosas se pudieron hacer de mejor manera, pero tuve la mala suerte de parir en un momento como éste. Cuando supimos de los resultados negativos algunas personas me sugirieron que completara la cuarentena igual antes de ir a buscar a mi hija, pero yo estaba desesperada. Llevábamos seis días lejos, así que la fui a buscar. Y fue uno de los momentos más emocionantes de mi vida. Y de los más tristes también. Pensé que no me iba a reconocer, pero no fue así. Incluso logré retomar la lactancia”.

Rocio Belén Rios, 29 años.

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En el sitio web de la Organización Mundial de la Salud (OMS), específicamente en la sección de preguntas frecuentes sobre Covid-19, embarazo, parto y lactancia materna, se establece que aún se están investigando la transmisión del virus entre madre e hijo. “Todavía no sabemos si una mujer embarazada puede transmitir el virus a su feto o bebé durante el embarazo o el parto. Por ahora, no se ha detectado el virus en muestras de líquido amniótico o leche materna”, dice.

A pesar de ello, dentro de la comunidad científica existen dudas, específicamente después de una publicación de la Journal of the American Medical Association (JAMA), en la que científicos chinos reportaron -el jueves 26 de marzo- que es posible, aunque raro, que las mujeres embarazadas que sufran la enfermedad Covid-19 transmitan la infección a sus bebés. El equipo siguió la evolución de 33 mujeres embarazadas de Wuhan, ciudad en la que se identificó la enfermedad por primera vez, y encontró que tres guaguas estaban infectadas con el coronavirus al nacer. Una tasa de 9%, aunque en una muestra muy pequeña. En la publicación escribieron: “Por el estricto control infeccioso y los procedimientos preventivos implementados en el parto, es probable que la fuente del virus encontrado en los tractos respiratorios o anos de los neonatos hayan sido de origen materno". Aunque no pudieron aclarar si la transmisión de madre a hijo podría ocurrir a través de la placenta o durante el proceso de parto.

En Chile, el 18 de marzo, la Subsecretaría de Salud Pública y de Redes Asistenciales del Ministerio de Salud entregó un protocolo de manejo de casos Covid-19 en gestantes y puérperas. Este documento se basó en otro anterior -del 12 de marzo- que entregó la Sociedad Chilena de Pediatría (Sochipe), específicamente su rama de neonatología. Gonzalo Leiva, matrón y Jefe de las Salas de Atención Integral de Parto del Hospital de la Florida y parte del equipo del Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO Chile), cuenta que dicho protocolo fue muy conservador y encendió las alarmas respecto de cómo se iban a manejar las cosas, específicamente la vulneración de derechos durante el nacimiento, ya que algunos estándares básicos de cuidado del recién nacido -como acompañamiento, contacto piel con piel y lactancia- se ponían en duda.

OVO Chile reaccionó rápidamente y emitió un comunicado en el que manifestó su preocupación por la forma en que esta pandemia está afectando los cuidados relacionados con las etapas de la gestación, parto y post parto. “Al igual como se observa a nivel mundial, en nuestro país se están aplicando protocolos que en muchos casos revierten los avances alcanzados durante los últimos años en relación al parto personalizado y respetado”, dice.

Leiva cuenta que la Sochipe sacó la tercera versión del documento el 30 de abril y que “éste es muy enfático en decir que la separación después del parto de madres sospechosas de Covid positivo debiese limitarse a situaciones específicas, como recién nacido de pretérmino y madres que estén con deterioro, es decir patología más que leve. Pero las madres que sean positivas y que estén asintomáticas o con sintomatología leve, deberían poder hacer contacto piel con piel, y amamantar a sus bebés”.

“Los efectos de separar a las madres de los recién nacidos son complejos, pues al verse interrumpida o suspendida la lactancia materna, se priva a los recién nacidos de recibir protección inmunológica de vital importancia en el contexto actual. Esto, junto con impactar en el establecimiento del vínculo primario que es la base de su desarrollo integral, exponiéndolos a mayores riesgos de salud a corto, mediano y largo plazo. La separación entre la madre y su hijo o hija aumenta además todo tipo de alteraciones en la salud mental de ésta, tales como trastornos de ansiedad y reacciones post traumáticas, que impactan negativamente en la salud física y mental del grupo familiar, y por sobre todo en la estabilidad de la díada madre-recién nacido”, agrega Leiva.

Parir sin acompañante

Una de las medidas que según OVO Chile está siendo muy compleja es la decisión de algunas maternidades de suspender el acompañamiento en el parto. “En países como España se discutió mucho sobre este punto, particularmente por lo que implica, ya que es un momento con una carga emocional enorme, y más aún en tiempos de pandemia, cuando se le suma el estrés de las madres y de los equipos de salud. Pienso que ese es el mayor drama de las matronas en Covid-19: acompañar a mujeres que están pariendo solas’, comenta el matrón.

En un catastro colaborativo que coordinaron desde OVO Chile sobre acompañamiento, que comenzaron en abril, se observa que al 31 de mayo, en 101 instituciones (61 públicas y 50 privadas) se observan grandes diferencias que –según dicen– resultan inexplicables luego de tres meses de epidemia. En el 25% de los hospitales públicos se permite el acompañamiento de una persona significativa durante el trabajo de parto y el parto, mientras eso ocurre en el 87% de las instituciones privadas. En un 29% de hospitales públicos y 13% de instituciones privadas se permite el acompañamiento solo en momento del nacimiento. Y en un 46% de instituciones públicas no se permite acompañamiento en ningún momento, mientras no hay reportes de esta situación en instituciones privadas. “Esta semana pudimos conocer, en seminarios virtuales sobre las experiencias de Hospitales como el caso del Dra. Eloísa Díaz de La Florida, y El Pino de San Bernardo, quienes han podido sostener el acompañamiento durante el trabajo de parto y parto, estableciendo medidas de protección para el equipo, la mujer y su familia, sin generar más contagios”, explica el informe. “Si ellos pueden, creemos que muchos otros también, en la medida que pongan los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres en la primera línea, se garantice la protección de quienes las acompañan, y de los equipos sanitarios”, agrega Leiva. Además –dice–, el Ministerio está reforzando la idea de que todas las maternidades hagan lo posible para mantener el acompañamiento, el contacto piel con piel y la lactancia en este contexto de pandemia”.

Lo único que no se repondrá son las visitas del padre u otros después del parto. Esto debido a que habitualmente las unidades de puerperio están en plantas físicas comunes con unidades de hospitalizados de otras áreas y es difícil mantener los protocolos de alejamiento. Es muy probable que si los hospitales y clínicas se ven colapsados va a haber menos personal y los espacios se van a ver reducidos, porque va a haber más pacientes hospitalizados. Hay que ser consciente de que podemos llegar a eso y si ocurre, lo que creemos más adecuado es que los hospitales y clínicas gasten todas las energías en explicar el porqué de las decisiones que toman”, aclara Leiva.

Y concluye: “Tendremos que poner en una balanza tanto el derecho de las madres a un parto respetado como también la seguridad de ella, su hija o hijo y el personal de salud. En ese sentido, privilegiar medidas como la lactancia, pero sacar otras como las visitas. Y hasta el momento las mujeres lo han entendido. Durante este periodo sin visitas una de las cosas que le hemos encargado a los equipos es que les expliquen a los padres esta situación. No sería bueno que lo único que escuchen los padres desde el equipo sea: ‘lo siento, las visitas están suspendidas’. Lo que uno esperaría es que los equipos gasten más tiempo en explicarles que, si bien haremos lo posible por no vulnerar sus derechos, las medidas son para cuidarnos a todos”.

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