Rolando, el incansable activista homosexual

El frontal líder del Movimiento de Liberación Homosexual, Movilh, el activista más tenaz de la causa gay de los últimos 20 años, y uno de los artífices de la Ley Zamudio y del recién publicado Nicolás tiene dos papás, el primer cuento infantil chileno inspirado en una familia homoparental, fue en su juventud un comunista del ala militar al que el partido marginó por ser gay. Hoy trabaja 24/7, no toma vacaciones y vive al lado de la organización que lidera, por si se presenta algún contratiempo que salir a denunciar o defender.




Paula 1160. Sábado 8 de noviembre de 2014.

El miércoles 7 de octubre, cuando el Senado votó el Acuerdo de Vida en Pareja (AVP), fue uno de esos días en que Rolando Jiménez se levantó al amanecer; Porque es puntual hasta la muerte. A las 10 de la mañana ya estaba en el Congreso para el debate que empezaría recién a las tres de la tarde. Y no es que fuera a descansar a las gradas: se pasó las siete horas que duró el debate en el senado, tuiteando, dando declaraciones, opinando y, a veces, sacudiendo una bandera.

Rolando Jiménez (54) es así, como un soldado. Ha estado presente en casi todos los hitos con que el activismo gay se abrió paso entre los prejuicios y el rechazo de la sociedad chilena. Tanto así que si algún día se hace la película con la historia del activismo gay chileno al estilo de Filadelfia, Milk o la reciente The Normal Heart, –esas películas gringas que narran las peripecias de los activistas gay al despuntar el Sida en los 80–, Jiménez estaría en numerosas escenas: marchando enmascarado en la primera marcha gay en democracia; debatiendo en el Parlamento; abriendo causas judiciales; o funando a periodistas, generales y curas. Hasta llegar al 7 octubre de 2014 en que ante una muchedumbre de micrófonos celebraba la aprobación del Acuerdo de Vida en Pareja.

¿Pero quién es realmente este hombre de bigotito y lentes?

Los viernes la sede del Movilh en calle Coquimbo, parece como esas consultas del brujo del pueblo. "Rolando Jiménez está atendiendo público" susurra la secretaria. Le hacen guardia madres con sus hijos; liceanas lésbicas; jóvenes profesionales ofreciendo o buscando ayuda; algunos transexuales buscando consuelo. Una radio comunitaria, una revista de estudiantes. Todos esperando hablar con el paladín de los homosexuales en Chile: Rolando Jiménez.

Junto a las habilidades políticas que ha desarrollado en los 9 años que lleva yendo regularmente al Parlamento, Rolando Jiménez ha aprendido a moverse con los medios de comunicación. "Prensa, prensa, prensa. Todo lo hacemos con prensa. El MOVILH tiene una excelente política de comunicaciones", dice.

Como esos monjes que están en la huerta antes que salga el sol, es un hombre entregado a su causa: vive en una casa junto a la sede del Movilh para estar disponible las 24 horas. Pone un pie fuera de la cama y ya está en el Movilh haciendo declaraciones, pataleando, tuiteando o escuchando alguna historia de discriminación. El teléfono no para de sonar, día y noche. ¡Y él mismo responde!

Rolando se encuentra en su pequeña oficina del Movilh, donde me cita para hablar de su pasado. Busca y rebusca una antigua foto de su época comunista. Suponía que tenía un archivo fotográfico voluminoso.

Pero conserva muy pocas imágenes.

–¿Dónde era que tenía esa foto? Es una donde estaba relegado en Cañitas en el sur…–, dice.

Busca el decreto de relegación de 1983. Tampoco lo encuentra. Ahí es donde según él, todo comenzó.

–Yo viví con mi sexualidad en la mochila–, asegura Jiménez refiriéndose a su casta vida hasta los 23 años.

Su padre taxista se suicidó cuando él era un niño de siete años. A los nueve, su madre lo envió a criarse con su abuela en Angol. Prácticamente nunca más hablaron. A los 16 dejó segundo medio sin terminar y se devolvió a Santiago a vivir en campamentos y poblaciones. Trabajó en un almacén con un tío. En una barraca, de junior.

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Fotos del archivo personal de Rolando Jiménez. Arriba: veinteañero, junto su amigo, Andrés Undurraga, profesor hoy fallecido. Abajo: como militante de las Juventudes Comunistas, era un dirigente conocido y fue relegado dos veces durante la dictadura. La segunda, a Cañitas, cerca de Puerto Montt. De esa época es esta fotografía.

–El único conocimiento que tenía de la homosexualidad era el colita del barrio. ¡Y no quería ser así! Pero tampoco sabía que había otra posibilidad en la vida.

En 1976, con 16 años, comenzó a militar en las Juventudes Comunistas de Recoleta. Fue parte del ala militar, colocando bombas de ruido y después reclutando militantes que integrarían el Frente Patriótico. Incluso motu proprio partió a la guerrilla en Nicaragua, pero llegó a dedo solo hasta Lima.

En esa época tuvo sus primeros romances homosexuales pero muy discretos. En las protestas contra Pinochet fue detenido varias veces y comenzó a ser conocido como dirigente de la Jota; experto en tomas de terrenos. Lo relegaron dos veces al sur. Una a Melinka y la otra al mentado Cañitas, un pueblo entre Puerto Varas y Puerto Montt.

–Ahí me hospedó una señora que me ofreció compartir el dormitorio con su hijo folclorista. Un tipo acicalado, bien vestido, no el típico huaso–, relata.

Tras una noche de borrachera, comenzaron a dormir juntos por tres meses.

–Sin querer ¡la dictadura me ayudó a asumirme!–, dice Jiménez.

–Fueron como unas vacaciones–, le digo.

–Claro, él me hizo comprender que era posible tener una relación, vivir en pareja, vivir la homosexualidad de otro modo. Yo pensaba que todo debía ser clandestino; más privado, con culpa, casi como estar cometiendo un delito.

De regreso a Santiago, y durante las protestas que terminaron en el plebiscito de 1988, Rolando vivió en La Pincoya y tuvo su primera relación homosexual estable (que se extendió por 8 años) con Juan Hernández, que también era comunista. Pero era una relación a puertas cerradas.

–Por los prejuicios de la izquierda, aparentábamos que arrendábamos juntos. Muy pocos sabían nuestra condición–, cuenta.

"Yo viví con mi sexualidad en la mochila", asegura Jiménez refiriéndose a su casta vida hasta los 23 años. "El único conocimiento que tenía de la homosexualidad era el colita del barrio. ¡Y no quería ser así! Pero tampoco sabía que había otra posibilidad en la vida".

Juan Soto, un abogado socialista que conoció a Rolando y estuvo en su casa de entonces, recuerda que una de las camas siempre estaba intacta. "Eso nos comenzó a llamar la atención", dice Soto. Los rumores llegaron a sus compañeros de partido que le dieron en las narices con la hoz y el martillo.

–En 1989 me propusieron como candidato a secretario en el VIII Congreso de las Juventudes Comunistas. La segunda noche del Congreso, lateado del debate, me fui a recostar a la cabaña y, mientras daba vueltas en la cama, oí una conversación de unas personas afuera: "No podemos permitir que un maricón sea secretario general, decía un miembro del Comité Central del PC que iba como 'observador'. Y ordenaba un dirigente: Ustedes tienen que vetarlo antes, si no, cagamos"–, cuenta.

Según relata Rolando, sus propios compañeros lo vetaron.

–Consideraban la homosexualidad como una aberración de la sociedad capitalista–, dice.

Esa noche se quedó largo rato en el camarote masticando su primera discriminación.

Y concluyó que así no se podía vivir. Agarró sus cosas en una mochila y dejó 13 años de militancia. Pero hoy, reconoce, que si le gritan en la calle "¡Chico Jorge!" (su chapa en el PC) aún se da vuelta de inmediato.

Una tarde de verano de 1991, Rolando estaba en el cine Capri en la Plaza de Armas. Era junior en una empresa y, además, colaboraba en la ONG gay Corporación de Prevención del Sida.

–Para hacer hora entre reuniones, me metí al cine a ver un rotativo–, cuenta Jiménez.

Pero oía susurros, hombres que se cambiaban de asiento o se iban juntos al fondo de la sala. De pronto alguien gritó: "¡Los pacos!".

Ignoraba que obreros y trabajadores usaban el cine como lugar de encuentro homosexual. Lo supo cuando lo esposaron. El delito: sodomía, relaciones sexuales entre hombres. Penado entonces por el artículo 365 del Código Penal de 1875.

–Esos cinco días preso sufrí más humillaciones que todas las veces que estuve detenido y relegado en dictadura–, dice.

Lo esposaron. Lo pisotearon. Lo arrojaron con la escoria. Cuando después de una semana lo sentaron frente al actuario quedó libre por falta de méritos.

–¡Era puro trámite! ¡Usaban el artículo 365 solo como abuso policial! Mientras que Aylwin, que entonces era Presidente, declaraba en Europa: "¡En mi país, no se discrimina a ningún chileno!"–, cuenta.

Esa experiencia le cambió el chip.

–Con otros compañeros de la Corporación del Sida empezamos a reunirnos aparte. A hacer debate político, a instruirnos. Nos dimos cuenta que la lucha homosexual no debía ser solo para obtener beneficios de salud. ¡Debía ser por derechos políticos! Por conseguir la igualdad ante la ley en todos los ámbitos–, recuerda.

Junto con Marcos Ruiz, Roberto Pablo, Juan Pablo Sutherland y otros 8 activistas gay decidieron crear el Movilh el 28 de junio de 1991.

Pero salieron a la luz recién al año siguiente, en la primera marcha que celebraba el Informe Rettig el 4 de marzo de 1992 en Plaza Italia.

Rolando Jiménez junto a los otros 11 activistas se pusieron unas tristes máscaras blancas (por temor a ser discriminados) y llevaron un cartel que decía: "por nuestros hermanos caídos, Movimiento de Liberación Homosexual, Movilh".

Al verlos al final de la multitud una famosa dirigenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, AFDD exclamó a todo pulmón: "¡Yo no sé qué tienen que ver los maricones con los derechos humanos!".

–Pero la prensa habló mucho más de nosotros que de la marcha y eso fue un ají en el poto para la izquierda. Causó tanto revuelo, que nos lanzamos a derogar el artículo 365–, dice Jiménez. (En 1999 consiguieron que se dejara de considerar delito las relaciones homosexuales carnales en personas mayores de 18 años. Pero el artículo sigue vigente en menores de edad).

–Los heterosexuales pueden tener relaciones sexuales a los 14 años, nosotros no. Un joven gay que tiene sexo antes de los 18 años, está cometiendo un delito–, reclama Jiménez.

En marzo de 1993, en la segunda marcha para celebrar el Informe Rettig, los fundadores del Movilh decidieron hacer una conferencia de prensa a cara descubierta.

–Me desvelé esa noche pensando. ¿Voy o no voy? ¿Doy la cara o no? Trabajaba de junior en la empresa de la hermana de Tatiana Gaviola (cineasta) y comenté lo que haría; por si acaso. Llegué a la sede del Movilh en calle República y me dije: "Bueno, ¿qué tanto va a ser que dé la cara un ratito?–, recuerda.

Esa primera aparición pública, como activista homosexual, cambió su vida para siempre.

Desde entonces, Rolando es un dirigente profesional de la causa homosexual. No toma vacaciones desde hace 10 años. Tampoco sale ni se divierte. Está enfocado las 24 horas en la causa. El Movilh es su alimento. Su vida. Su familia.

Entre 1993 y 1999 con algunos traspiés, el Movilh fue una organización pequeña. Funcionaba en sedes prestadas. Incluso en un momento echaron a Jiménez por votar en contra de la opinión de la mayoría y por unas declaraciones contra unos travestis, según se lee en el libro Bandera hueca, de Víctor Hugo Robles, que cuenta la historia del activismo homosexual chileno. Cuatro años después, en 1999, Rolando estaba de vuelta en el Movilh: volvió a la presidencia y agregó la palabra Integración al centro de la sigla.

De inmediato impuso su sello frontal. Su primera gran acción mediática fue funar al sociólogo y hoy conductor de Tolerancia cero, Fernando Villegas, quien en una entrevista que dio en 2003 a la revista El Periodista, calificó a la homosexualidad como algo "burdo, torpe y repelente y que los homosexuales son tipos que despiertan entendible rechazo en todos los frentes".

Pedro Lemebel, el escritor Juan Pablo Sutherland y otros le respondieron por cartas en la prensa. Pero Villegas no retrocedió un ápice y en entrevista a LUN reafirmó que: "si lo molestaban mucho no duraría en botarle un par de dientes al homosexual que fuera".

Al día siguiente, el 23 de febrero de 2003, Rolando tenía a 20 homosexuales y travestis en la puerta de Villegas, funándolo. Y los canales de televisión registrando todo. Luego de una hora, Villegas se retractó con una declaración pública.

"Ahí Jiménez aprendió el truco", dice un ex fundador del Movilh que lo conoció desde 1989. "Desde entonces hace todo en tono de funa. Si eres homofóbico, te funa. Si considera que lo traicionaste, te funa también".

Poco después Jiménez fue panelista estable del programa de debate El termómetro de Chilevisión y, a partir de entonces, se convirtió en rostro habitual de la pantalla por su estilo contestatario y frontal.

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En 1989 lo propusieron como candidato a secretario general pero, asegura, sus propios compañeros del PC lo vetaron por ser gay. "En ese tiempo, los comunistas consideraban la homosexualidad como una aberración de la sociedad capitalista", dice.

En 2004 fue candidato a concejal por Santiago por el PPD. Pero perdió. En 2005 se lanzó a lograr una ley antidiscriminación. Pasaron tres gobiernos y la ley solo fue promulgada cuando en marzo de 2012 tras el crimen de Daniel Zamudio el gobierno de Piñera le puso suma urgencia al dormido debate parlamentario y la Ley Antidiscriminación se despachó en un mes.

La ex diputada por cinco periodos María Antonieta Saa recuerda esa larga tramitación:

–Jiménez iba hasta dos veces a la semana al Parlamento. Uno veía otros dirigentes, claro, pero al que veía siempre era a Rolando. Siempre, durante 7 años. De tanto verlo, Soledad Alvear lo bautizó: "Senador Jiménez"–, cuenta María Antonieta.

La ex diputada Antonieta Saa recuerda una anécdota de un parlamentario de derecha. Le comentó casi temeroso:

–No me atrevo a hacer una declaración pública, es que el lobby de los gay es muy fuerte.

Y ella respondió:

–¡Qué lobby! ¡Si es solo este gallo, Rolando Jiménez!

Ha tenido encontrones con varios miembros de la UDI: Hernán Larraín, Iván Moreira, Jacqueline van Rysselberghe y Víctor Pérez. Contra estos dos últimos, presentó en febrero un recurso de protección –basado en la Ley Zamudio– por haber tenido opiniones injuriosas hacia las familias homoparentales; recurso que fue acogido por la Corte de Apelaciones pero rechazado por la Suprema. Después de todo ese barullo el diputado UDI Gustavo Hasbún comentó sobre Jiménez: "Es un intolerante. Que trate de homofóbicas y descalifique a las personas por pensar diferente revela una intolerancia inaceptable".

Junto a las habilidades políticas que ha desarrollado en los 9 años que lleva yendo regularmente al Parlamento, Rolando ha aprendido a moverse con los medios de comunicación.

–Prensa, prensa, prensa. Todo lo hacemos con prensa. El Movilh tiene una excelente política de comunicaciones–, dice Jiménez.

En agosto pasado Rolando hizo gestiones con la comandancia de la Armada para que un suboficial activo, Mauricio Ruiz, reconociera, por primera vez en la historia de la institución, públicamente su homosexualidad. "O tolerancia con él o esperen a la prensa", les advirtió. Después de varios meses de conversación, la Armada autorizó la conferencia de prensa, como una forma de promover la no discriminación. Junto a Ruiz, el marino, estaba sentado Jiménez. Había 70 medios presentes. Casi tantos como cuando murió Daniel Zamudio.

No cabe duda, el Movilh es hoy, una de las organizaciones homosexuales más conocidas a nivel mundial.

–¡Y tenemos un solo periodista!–, dice Jiménez. Es su ex pareja por 5 años, el periodista Alberto Roa. Hoy solo comparten la misma visión del trabajo. Es "la eminencia gris detrás de Jiménez". Redacta gran parte de los informes de derechos humanos, las principales declaraciones, charlas y discursos del Movilh. Jiménez se reserva los textos legales y la prensa.

Curiosamente esa permanente aparición en los medios saca chispas en las otras organizaciones homosexuales.

–A mí me aman o me odian–, dice él.

Casi todas las agrupaciones que luchan por los derechos homosexuales, tienen las líneas cortadas con Jiménez y el Movilh. Las contadas ocasiones que comparten espacio casi siempre es un momento amargo. Fernando Muñoz del Movimiento Unificado de Minorías Sexuales, Mums, organización que también estuvo en el Parlamento en la aprobación del AVP, dice:

–Cuando me lo he topado en el Congreso, él da vuelta la cabeza o te deja la mano estirada. Eso es típico de Rolando.

Una miembro de Iguales recuerda el ácido momento en que el escritor Pablo Simonetti, entonces presidente de esa organización, lo fue a saludar en la Posta Central cuando Daniel Zamudio agonizaba. "Jiménez lo dejó con la mano estirada".

Eduardo Ubilla, quien fue por una década miembro del Movilh y llegó a ser su vicepresidente, asegura que a Jiménez lo devastó la aparición de la Fundación Iguales. "Después de 20 años de machacar, aparecen unos cuicos a quitarle pantalla, protagonismo, con mejores abogados y hasta mejor pinta".

El joven Luis Larraín, que preside ahora Iguales, también estuvo en el Senado durante la sesión en que se aprobó el AVP. Pero no cruzó palabra con Jiménez. Intento que Larraín me cuente por qué, pero al igual que Pablo Simonetti se excusa de hablar del líder del Movilh.

Dentro de su organización, Rolando también ha tenido quiebres fuertes con miembros históricos. Entre diciembre de 2013 y febrero de este año, 12 miembros dejaron el Movilh; entre ellos, Eduardo Ubilla y Jaime Parada, hoy concejal por Providencia. Entre las razones esgrimidas de aquel éxodo, estaban diferencias de estilo con Jiménez, a quien acusan de autoritario en la toma de decisiones.

La organización actual son solo cinco personas. El vocero Óscar Rementería, ex presidente de la juventud de RN, el periodista Alberto Roa, un diseñador, una secretaria y Jiménez. Y, aunque son cinco, no paran. Parecen un servicio público. Organizan cada año la enorme marcha Gay Parade. Elaboran el Informe Anual de Derechos Humanos de la Diversidad Sexual, que es un mamotreto. Y cada semana hacen alguna denuncia o proyecto de ley.

Hasta los mismos dirigentes que lo critican, reconocen que el incansable trabajo de Jiménez durante 20 años es un mérito incuestionable. Un fundador del Movilh dice:

–Ninguno de los que fundamos el Movilh podía trabajar tanto como este gallo. Roberto Pablo y Juan Pablo Sutherland, se cansaron. Todos nos cansamos. Menos Rolando.

Óscar Rementería, el otro vocero del Movilh, que lo conoce desde 2006, dice sobre Jiménez:

–Es cierto: es un tipo difícil, pero es porque estuvo en las etapas más duras de esta causa; cuando éramos caricaturizados en la televisión y a nadie le importaba. Cuando éramos perseguidos por la policía impunemente. Él, a su modo, ha logrado cambios. Por eso se le respeta. Sin duda, está en la historia del movimiento homosexual chileno.

Rolando no se da por satisfecho. A fines de octubre el Movilh lanzó Nicolás tiene 2 papás, el primer cuento chileno inspirado en una familia homoparental. El libro ha generado polémica porque fue lanzado con apoyo de la Junji y el Sename anunció su distribución en sus centros. Más de 6 mil personas han solicitado su descarga on line. El revuelo no ha sido poco. Y Rolando está listo para nuevos desafíos.

–Nuestras próximas luchas son por una Ley de Identidad de Género que facilite que los transexuales, (personas que sienten que nacieron en el sexo equivocado) puedan cambiarse el nombre en el Registro Civil. Y también conseguir el matrimonio igualitario, porque la mención de matrimonio o cónyuges, sigue vetada para las parejas homosexuales–.

Hoy está preocupado de los detalles. Miles de detalles.

Se reunió hace poco con el ministro de Justicia para acordar las modificaciones al software del Registro Civil por el AVP y hacer capacitaciones a los funcionarios.

–Nos preocupa el trato que recibirán las parejas del mismo sexo cuando sean atendidas por el AVP en el Registro Civil. ¡Es que cambiar las cosas es una pega dura!–, dice.

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