Hasta 2019 las preemergencias ambientales y los niveles altos de contaminación atmosférica, eran frecuentes. Ese año, entre los meses mayo-agosto, hubo 446 horas de episodios críticos. La cifra, entregada en el balance 2019 de la Gestión de Episodios Críticos en la Región Metropolitana, fue menor a las 503 del año 2018, y las 915 horas del año 2015, pero de todos modos preocupante.

Esa regularidad en episodios de contaminación cambiaron drásticamente en 2020. El confinamiento y la baja circulación vehicular que obligó la vida en pandemia produjo el denominado “efecto cuarentena”, con cifras atípicas para Santiago y otras ciudades del país. Ese año en el invierno la capital registró la mejor calidad del aire durante los últimos 30 años.

En 2020 y debido a las cuarentenas, hubo una considerable disminución de los niveles de contaminación en Santiago. “Esto se puede asociar a la disminución de circulación vehicular, pero también a la disminución de otras actividades, como la actividad industrial, la construcción, etc.”, dice Patricio Pérez, académico del Departamento de Física Universidad de Santiago.

En pandemia la norma fue restringir las salidas. “Mucha gente cambió su trabajo presencial por trabajo a distancia, muchas empresas cerraron, lugares de comercio estaban restringidos, restaurantes cerrados, aforos reducidos, concentración de horarios, estudiantes superiores en sus casas y muchos de enseñanza media y básica en modo regulado, explica Luis Carrasco académico de la Escuela de Prevención de Riesgos y Medio Ambiente de la Universidad Tecnológica Metropolitana, sobre un fenómeno que significó menos gente en las calles, y en menos automóviles, menos atochamiento, menos empresas contaminantes, y altas temperaturas incluso en invierno lo que evitó el uso de chimeneas.

La evolución de la pandemia, con menores cifras de contagios y mayor libertades, sin embargo, han dejado esas cifras como una anécdota. “Ya en 2021 los niveles de contaminación volvieron a subir a cifras similares a las del 2019″, apunta Pérez.

Este año ya en abril en Santiago se aprecian cielos muchos más grises. Y los meses de invierno que se estiman con muchas menos lluvias, anticipan un escenario complejo.

La regularidad en episodios de contaminación cambiaron drásticamente en 2020.

La urgencia de la crisis sanitaria dejó de algún modo de lado la urgencia de la contaminación ambiental. Para el experto en Calidad del Aire y doctor en Ingeniería Ambiental de la Universidad de Santiago, Ernesto Gramsch, se trata de un fenómeno que no se está tomando con la relevancia que debería, “creo que todavía no se le está dando la importancia debida, probablemente porque todavía no llegamos al período de episodios críticos que es entre mayo y julio”.

Vehículos y uso de leña

Un efecto evidente de la pandemia en las calles es el mayor número de autos en circulación. En 2021 se comercializaron 415.581 unidades de autos nuevos en el país, un 60,6% más que en 2020. Fue el segundo año con más altas ventas de autos, luego de las 417.038 unidades de 2018. Más del 70% de los hogares en Chile tiene un auto, indica un estudio Cadem.

Carrasco explica que la contaminación en Santiago mayoritariamente se distribuye en un 30% por automóviles, congestión y mala mantención de los autos. Un 30% más por empresas contaminantes que están la Santiago, y otro 30% por el uso de chimeneas, mayoritariamente en el sector alto.

Además, con los retiros de dineros previsionales en los últimos dos años, para muchos implicó la posibilidad de comprar automóviles. Eso, indica Carrasco, alentó a que subieran las compras de automóviles y camionetas. “Incluso se presentó un déficit de stock de autos nuevos. También subieron los precios y aumentaron compras de vehículos usados, no solo para transporte, sino también para temas comerciales”, dice sobre una situación que derivó en más autos en las calles y en un problema con más congestión y más embotellamientos que genera contaminación.

¿Afectará los nieves de la contaminación atmosférica? “Más autos con 10 años de antigüedad significa más contaminación. La condición climática de 10 años de sequía y un nuevo año seco en una olla geográfica puede ser compleja e insostenible”, subraya Carrasco.

Waldo Quiroz, académico del Instituto de Química de la Universidad Católica de Valparaíso, explica que las principales fuentes de contaminación del aire en ciudades es el tráfico vehicular y la quema de leña. “En Santiago la quema de leña está prohibida y el tráfico vehicular tiene restricciones ante emergencia y pre-emergencias. Este tema siempre ha tenido relevancia a nivel nacional, por algo la calidad del aire en Santiago ha mejorado a pesar del incremento de vehículos”.

Pérez añade que si bien el actual parque vehicular es bien grande, tiene tecnologías mayoritariamente limpias. En ese sentido, la contaminación se puede atribuir no solo a los vehículos sino también a las fluctuaciones de la meteorología y al uso de leña en la calefacción. “Para este año, para evitar que la contaminación alcance niveles elevados hay que poner énfasis en la fiscalización de que se cumpla la prohibición del uso de leña, las emisiones de los vehículos más viejos y de las emisiones industriales”.

“Va a ser más alta que los dos últimos años y probablemente va a ser similar al año previo a la pandemia. También depende de la cantidad de gente que use leña para calefacción, cocina, etc.”, apunta Gramsch. Y ese uso de leña para calefacción aumentar. “Como hay muchos inmigrantes en la zona baja de Santiago (Estación Central, Pudahuel, Renca, Quilicura, Cerro Navia, Lo Prado), puede que haya un aumento en el uso de leña para distintos fines”.

“El uso de combustibles fósiles versus el uso de la leña como elemento más barato y popular también nos pone en una encrucijada. Un sistema de transporte aglomerado, que en sus horas punta no existe ni 30 centímetros de distancia entre pasajero y pasajero, invita a usar los automóviles”, plantea Carrasco.

En 2021 se comercializaron 415.581 unidades de autos nuevos en el país, un 60,6% más que en 2020. Fue el segundo año con más altas ventas de autos, luego de las 417.038 unidades de 2018. Foto: Reuters.

Para Quiroz es poco probable que la contaminación sea peor que otros años. Lo que será peor, dice, podrían ser las restricciones. “En las épocas donde la dispersión de la contaminación atmosférica es más mala, como en invierno, es de esperar que las emergencias sean mas frecuentes y las restricciones vehiculares, actividades deportivas y a la industria sean mucho más extensas”, señala de un escenario que podría considerar períodos con restricciones de automóviles de varios dígitos, industrias cerradas por varios días, suspensión de actividades deportivas y escolares más extensas que antes, algo que ya ha pasado en años particularmente críticos.

Tiempos de sequía

La contaminación atmosférica se presentará en un escenario complejo además por la sequía. Al haber menos precipitaciones no ocurre la limpieza típica del aire que se ve después de una lluvia. Sin embargo, dice Gramsch, el efecto de la lluvia es muy acotado: “El efecto real es que al haber menos precipitaciones y temperaturas levemente más altas, hay más dispersión de los contaminantes y vamos a ver concentraciones menores a los años con más lluvia”.

Las precipitaciones siempre han sido una vía natural de limpieza de la atmósfera. Con menores precipitaciones, los gases y partículas atmosféricas tendrán un mayor tiempo de residencia, indica Quiroz. “Es de esperar que esta contaminación entonces tenga efectos negativos, pero en mayores períodos anuales. Premergencias o emergencias que duraban antes un par de días podrían extenderse más tiempo”.

¿Qué medidas se deberían implementar? Para Gramsch la más relevante es mejorar el transporte público (metro y micros) de manera que haya menor uso de vehículos particulares, “cerca de un 40% de la contaminación por material particulado proviene de los vehículos”. Otra medida sería mejorar la fiscalización sobre el uso de leña (estufas, cocinas, quemas abiertas, etc.) en las comunas del sector bajo de Santiago.

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La solución, dice Carrasco no es aumentar o agrandar calles, “la solución es incentivar que la gente baje del autos, un compromiso personal de la gente a bajarse del auto y a contaminar menos”. Para ello se pueden considerar cosas como, entregar más puntos al trabajador que es contratado que llega caminando o en bicicleta al trabajo, que la calefacción limpia sea más barata para evitar el uso de leña y de combustible fósil, dice sobre algo que requiere un trabajo de educación sustentable en los colegios “desde la etapa de pre básica, básica, media y luego superior en el trabajo y en las juntas de vecinos”.

“Yo creo que se hace urgente, no solo a nivel nacional, sino que, a escala mundial, acelerar la adopción de los automóviles eléctricos, de forma de acelerar la transición tecnológica”, señala Quiroz.

Llevar los impuestos de este tipo de automóviles al mínimo posible o algún otro beneficio a la larga, se podría transformar dice Quiroz en un ahorro para la sociedad. “La pérdida de salud y de vidas por este tipo de contaminación, la pérdida de eficiencia laboral por las restricciones, son externalidades negativas que finalmente las termina pagando el estado con sistemas de salud saturados”.

La contaminación del aire ya está presente y puede empeorar. Se requiere entonces, indica Carrasco un compromiso para modificarla: “La no contaminación es un esfuerzo y compromiso colectivo, y rechazar el modelo de consumo y de bienestar a costa de la contaminación desatada”.

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