Ley de postnatal y equidad: cuidar no puede seguir siendo solo cosa de mujeres
Actualmente se discute en el Congreso el proyecto de ley que busca ampliar el postnatal femenino a un año y establecer un permiso de 30 días para los hombres. Muchas personas me han comentado que, dado que trabajo en temas de género, debo estar feliz con esta discusión. Pero la verdad es que no lo estoy. O al menos, no del todo.
Si trabajas en género y especialmente en sectores productivos masculinizados -como la industria forestal y maderera, donde me desempeño- sabes lo difícil que ha sido abrir espacios laborales reales para las mujeres. Basta con revisar cualquier proceso de selección para ver cómo, aún hoy, uno de los argumentos más repetidos para no contratar mujeres es: “se va a embarazar”. Esas decisiones están cargadas de sesgos: “voy a quedarme con ese hoyo en el equipo por meses” o “es una posición crítica, no puedo arriesgarme”. Si esta es nuestra realidad hoy, ¿qué va a pasar si duplicamos el tiempo de ausencia de una mujer por maternidad, mientras el permiso masculino sigue siendo simbólico?
No se trata de estar en contra de un postnatal más largo. Al contrario: el postnatal de un año para las mujeres tiene fundamentos sólidos y necesarios. Sabemos que los primeros doce meses son críticos para establecer vínculos de apego seguros, fomentar la lactancia, cuidar la salud mental materna y sentar las bases del desarrollo emocional de niños y niñas. Además, desde una perspectiva de Estado, esto es una respuesta frente a una preocupante crisis de natalidad, y un reconocimiento -al fin- de que el trabajo de cuidado es trabajo. Países que admiramos por su desarrollo ya han transitado este camino: los postnatales extensos son política pública básica en sociedades que han entendido que criar bien también es invertir en futuro.
Pero si vamos a hablar de futuro, tenemos que hacerlo completo. Y ahí es donde este proyecto queda corto. Lo que realmente necesitamos no es solo extender el postnatal femenino, sino igualar las condiciones para que el cuidado sea una responsabilidad compartida. La corresponsabilidad no se logra con permisos simbólicos de 30 días para los hombres, menos aún si 20 de esos días pueden repartirse en doce meses como si fueran “horas extras de paternidad”.
Si de verdad queremos mover la aguja en términos de equidad de género -en el trabajo y en la crianza-, debemos mirar lo que ya han hecho países como Islandia o Finlandia: allá, ambos progenitores tienen permisos igualitarios, intransferibles y obligatorios. En Islandia, por ejemplo, cada uno tiene seis meses. Si el padre no los toma, se pierden. No se transfieren, no se negocian. En Finlandia, desde 2022, ambos padres tienen 160 días, con un mínimo obligatorio de 63 días que cada uno debe tomar sí o sí. ¿El resultado? Hombres que se hacen cargo, mujeres que pueden volver al trabajo sin cargar con toda la responsabilidad emocional y logística del hogar, empresas que se ven obligadas a adaptarse, y una sociedad que avanza hacia la equidad real. No es casualidad que Islandia y Finlandia lideren el Global Gender Gap Report 2025 del World Economic Forum como los dos países con menor brecha de género en el mundo.
La pregunta no es si el postnatal de un año para las mujeres es positivo. Lo es, sin duda. Pero eso no basta. La pregunta urgente es: ¿por qué seguimos dejando que solo las mujeres se ausenten un año del trabajo para cuidar? ¿Dónde están los padres en ese proceso? ¿Quién más asume ese primer año de vida? Mientras no exijamos que ambos progenitores compartan esa responsabilidad, estaremos construyendo políticas incompletas, que aunque bien intencionadas, podrían tener efectos no deseados: más discriminación laboral, más sobrecarga para las mujeres, y menos equidad.
Hoy tenemos una oportunidad. Podemos avanzar hacia un modelo de corresponsabilidad real. No lo desaprovechemos.
Por Belén Contreras Vilchez. Especialista en diversidad, equidad e inclusión.
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