Columna de migración: Infancia migrante, un desafío pendiente

El diálogo basado en la reconexión emocional entre el adulto e infante dentro de un lugar seguro y contenido podrá apaciguar la sensación de vacío y, favorecer una infancia que ofrezca oportunidades con márgenes delimitados frente a la diversidad de experiencias de los infantes inmigrantes.


Durante este mes de agosto (mes de niño) hay mayor posibilidad de reflexionar bajo un modelo neoliberal, el cual impone una lógica que exige un "deber ser" que opaca el sufrimiento de tantos niños y niñas que viajan con la ilusión de sus padres de una vida mejor. En Chile, desde la década de los '90, ha comenzado un incipiente flujo inmigratorio, el cual recobra cada vez más importancia producto de su aumento.

Esto ha implicado un proceso de transformaciones sociales relacionadas con la idea de aceptación o rechazo frente a las personas que viven esta situación. Específicamente, el psicólogo Andrés Pérez durante el 2011, evidenció que tal incremento no se condice con una política migratoria que identifique los factores multiculturales e interculturales, dando la impresión de que opera la lógica de política migratoria enfocada a la seguridad pública, sin considerar la inclusión social de estas personas. Además, plantea que la problemática se puede complejizar más aún, cuando la migración forma parte de un proyecto familiar, develándose otras necesidades como el cuidado infantil, inserción escolar y social, entre otros temas.

Dentro de ese escenario, están los infantes inmigrantes que sufren las consecuencias de llegar a una cultura diferente, en ocasiones hostil y estigmatizante. Estos infantes inmigrantes han quedado sin lugar al igual que sus padres, lo que implica gran dificultad para encontrar su identidad.

En concordancia a lo anterior, los infantes inmigrantes no hablan español y a veces, presentan rasgos físicos que los diferencian de sus pares, enfrentándose a mayor discriminación y altos montos de angustia y ansiedad. Como aún no hay respuesta desde el sistema educacional y los esfuerzos no son suficientes, existen barreras idiomáticas entre docentes e infantes inmigrantes y se expone a los infantes a procesos inciertos de aprendizaje, siendo ellos mismos los que tienden a resolver sus dificultades, explicó en su momento un artículo periodístico de Carmen Novoa. Esto otorga evidencia, relativa a que los infantes inmigrantes luchan por encontrar una identidad dentro del país que sus padres eligieron y proyectaron una mejor calidad de vida.

Otras aristas que considerar son el impacto tras los cambios de lugar, el cómo perciben los dolores de sus padres debido a la fuerza de exclusión de ser personas dignas, ya sea por no hablar otro idioma, no tener un hogar definido, y alejarse de los estándares de la sociedad chilena, entre otras. A esto, Pérez, agrega la posibilidad de que no pudieron decidir si querían ser parte de ese proyecto familiar, quedando más aún una infancia abandonada, donde es cotidiana la naturalización de la violencia en asimetría de poder.

Dado estos antecedentes, se invita a una propuesta que dé cabida a apaciguar parte de las problemáticas de los infantes inmigrantes, promulgar y realizar un intento por elaborar y defender otra mirada, distinta a la inicial, la cual incentive una infancia portadora de su propio discurso valorada y respectada solamente por su existencia. Sin lugar a duda, el diálogo basado en la reconexión emocional entre el adulto e infante dentro de un lugar seguro y contenido podrá apaciguar la sensación de vacío y, favorecer una infancia que ofrezca oportunidades con márgenes delimitados frente a la diversidad de experiencias de los infantes inmigrantes. Posiblemente, será una instancia de transformar sus dolores en sus propios desafíos.

Josefina Larraín es sicóloga, Diplomada en Psicología Clínica, Postítulo en Psicomotricidad. Certificada Internacional en Ciencias y Técnicas del Cuerpo- Instituto Superior de Rehabilitación Psicomotriz, Francia. 

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