Cartas al Director

¿Primera dama?

¿Primera dama?

SEÑOR DIRECTOR:

La polémica por el rol de la primera dama no es un ruido superficial de las redes sociales ni una distracción mediática. Es una discusión sustantiva y necesaria, porque pone en tensión una práctica heredada con los estándares de una democracia contemporánea que ya no acepta zonas grises solo porque “siempre fue así”. Validar este debate es asumir que la democracia no se agota en las urnas y que también se juega en los símbolos, en las tradiciones institucionales y en los privilegios normalizados. Que la sociedad se pregunte por la legitimidad de ciertos roles no es señal de frivolidad, sino de madurez política: una democracia viva interroga al poder, incluso cuando incomoda.

Desde esa perspectiva, la posición adoptada por el gobierno resulta defendible y coherente con una visión democrática exigente: modernizar el Estado no siempre implica crear nuevos espacios de poder, sino atreverse a revisar y, cuando corresponde, desarmar aquellos que no resisten el estándar de la igualdad. Preguntarse por qué una persona accede a un rol institucional por ser “cónyuge de” y si ese lugar tiene sentido en un Estado democrático es una discusión válida y relevante.

No parece razonable desestimarla como algo que no afecta a nadie. Se trata de un debate importante y por lo mismo debe darse de forma que la ciudadanía en su conjunto pueda comprenderlo y participar de él.

Lorena Fries

Diputada

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