Culto

Crítica de discos: Sabrina Carpenter crece, Bryan Adams es inoxidable y David Byrne no tropieza

Sólo estrellas para las novedades discográficas de estos últimos días. Mientras la próxima figura de Lollapalooza Chile mantiene en alto su nivel, David Byrne se hace veterano con clase, aunque sin deslumbrar. Bryan Adams es incombustible, sin fecha de vencimiento.

Crítica de discos: Sabrina Carpenter crece, Bryan Adams es inoxidable y David Byrne no tropieza

*Sabrina Carpenter - Man’s best friend

A los seis años se inició en clases de canto, a los diez tenía un estudio de grabación propio construido por su padre, y a los doce firmó un contrato discográfico. Sabrina Carpenter (26) publica su séptimo álbum como antesala al debut en Lollapalooza, a un año exacto de Short n’ sweet, compartiendo créditos de producción nuevamente con el todopoderoso Jack Antonoff y John Ryan (One Direction). Los resultados son similares al contundente título anterior, que sumó ocho nominaciones al Grammy.

Aunque hay pasajes donde se extraña mayor temperamento vocal, Sabrina Carpenter propone un impecable disco de pop conceptual en torno al comportamiento masculino. Man ‘s best friend versa sobre la falta de empatía, la mala lectura de señales en la relación, y las pequeñeces infantiles.

We almost break up es una dramática y sarcástica balada sobre una dinámica desgastada, como Never getting laid utiliza elegante soft rock para describir expectativas románticas distintas. Sugar talking retrata con gracia la presencia histórica del country en el pop estadounidense -Dolly Parton es un referente para Carpenter-. El synth pop de Nobody ‘s son, con ligero aroma al súper éxito ochentero The land of make believe de Buck Fizz, resulta irresistible, y lo mismo Don ‘t worry I ‘ll make you worry -con guiño a Taylor Swift-, encarnando otro himno a la escasa sintonía del amante.

*Bryan Adams - Roll with the punches

El súper astro canadiense del pop rock, el power pop y las baladas infalibles, con ventas que bordean los cien millones de unidades entre álbumes y sencillos, retoma la alianza con el exitoso productor Mutt Lange (AC/DC, Def Leppard), compañero en puntos altos de su discografía como Waking up the neighbours (1991), cuando Bryan Adams (65) profundizó la veta romántica que le mantendría en primera línea en los 90.

La entrada del tema homónimo va con todo mediante un riff de guitarra trozado matemáticamente, envuelto de una batería zeppeliana acelerada. Irrumpe la voz de Bryan Adams, y se escucha idéntica a cuando devoró al mundo con Reckless, en 1984. Las armonías vocales son la marca registrada de Lange, montadas como cántico de estadio, masivas, compactas, y un poco robóticas también.

El resto del álbum nunca equipara la contundencia del arranque, pero a la vez demuestra capacidades intactas. Anclado en torno a la idea de la resiliencia, de sacar lecciones -una vibra positiva media hippie-, Adams compila con equilibrio a Los Beatles y The Who en Make up your mind. Una mezcla de soul y rock combustiona correctamente en A little more understanding, hasta que Life is beautiful es una formalidad apta para avisaje. Love is stronger than hate busca y encuentra épica con el relato de un soldado. Es rock norteamericano comercial clásico detenido en el tiempo, en manos de uno de sus mejores exponentes.

*David Byrne - Who is the sky?

Criticado insólitamente por lanzar un disco demasiado optimista en el primer mandato de Donald Trump -American utopia (2018)-, David Byrne hace una nueva finta al contexto. Este noveno álbum tampoco tiene intención alguna de levantar el puño, sino que es una obra lúdica con cortes como Moisturizing thing, una historia sobre una crema rejuvenecedora tan buena, que al protagonista le piden carné en los bares. O una oda a su departamento en My apartment is my friend.

La trama musical de esta aventura de distintas escenas y coloridos, está urdida junto a Ghost Train Orchestra, un ensamble neoyorquino que acostumbra a moverse en el jazz de los años 20 y 30, con toque avant garde. Byrne y GTO ya habían colaborado en abril de 2024, hasta que el líder de Talking Heads decidió que el material acumulado en bocetos simples, merecía voluptuosidades orquestales.

Los despliegues influenciados por la canción italiana que son parte de su atractivo, quedan desplazados por un canto más cercano al fraseo de un musical, como ocurre en I met the Buddha at a downtown party, The avant garde y She explains things to me. La world music de tintura caribeña que ha marcado su carrera solista asoma en Everybody laughs y The truth. Con 73 años y una reputación extraordinaria, David Byrne disfruta de ejercer su voluntad. Esta vez no deslumbra, tampoco tropieza.

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